Otrora cubierta de palmeras de coquitos, hoy zona de mansiones, hoteles y condominios
PLANTACIONES DE COQUITO ENTRE EL MAR Y LA LAGUNA
Estos terrenos pertenecían a la Hacienda de San Carlos, cuyos propietarios eran el Lic. Enrique O. de la Madrid y Manuel Negrete. En 1929, se arrendó parte de estas tierras a varias familias, para que las trabajaran en algunos cultivos y acciones relacionadas con el campo, a cambio del pago de un arrendamiento. Estos predios eran conocidos en aquellos tiempos en el Manzanillo de principios del siglo pasado como La Playa y El Polvorín, así como la llamada Isla de San Pedrito. Se le denominaba a un área de aquella zona El Polvorín, por ahí se ubicaba una bodega de almacenamiento de explosivos que se usaban para las Obras del Puerto de Manzanillo que, primeramente, a partir del porfiriato, dirigió el contratista e ingeniero militar Edgar K. Smoot y después continuó su hermano, también contratista, Otis S. Smoot, ambos norteamericanos.
Estas familias hacían producir aquellas tierras que arrendaban, cultivando principalmente el coquito de aceite. El 12 de mayo de 1934, solicitaron mediante oficio al Gobernador del Estado, Salvador Saucedo, se les dotara de terrenos y vivienda en aquella área. Algunas de aquellas familias, eran de apellidos Málaga, Domínguez, Navarro, Alcaraz, Jiménez, Estrella, Díaz, Carreón, Rodríguez, Sosa, Ramírez, Leyva, Zepeda, Cárdenas, Sánchez, Moya, Carreón, Rodríguez, Castellanos, Vidrio, Hernández, González, García, Flores, Martínez, Ortega y Ortiz, entre otras. Unas de ellas ahí mismo vivían, y otras eran familias que solicitaban un lugar para vivir y poder trabajar la tierra, que, de por sí, estaba muy abandonada desde hacía décadas por los dueños de la mencionada hacienda. La respuesta, que fue positiva a sus intereses, se dio el 24 de noviembre de 1934, poco más de seis meses después, a través de la emisión de una resolución por parte del Gobernador del Estado, Salvador Saucedo, otorgando 674.50 hectáreas a cuarenta y tres campesinos que se determinó estaban capacitados para trabajarlas.
ENTREGA A LOS CAMPESINOS PARA TRABAJARLA
Fue hasta el 9 de diciembre de 1934 cuando estos predios fueron entregados a los interesados por parte del primer mandatario en la entidad, denominándose toda aquella área correspondiente a las zonas de La Playa, El Polvorín e Isla de San Pedrito como Ejido Colonia del Pacífico, nombre que se escogió y presentó como propuesta por parte de los beneficiarios, solicitud que fue publicada en el Periódico Oficial del Estado el 9 de junio de 1934, la cual fue aceptado por el Gobernador Saucedo. Posteriormente, el 29 de octubre de 1935, se otorga la Resolución Presidencial por parte del titular del ejecutivo, Gral. Lázaro Cárdenas del Río, levantándose el Acta de Posesión relativa a la posesión definitiva del 18 de diciembre siguiente. En esa misma fecha, 29 de octubre, se entregan los terrenos y derechos ejidales. Al hacerse un censo poblacional denominado como agropecuario, se encontró con que en la Colonia del Pacífico había 107 habitantes, de los cuales, cuarenta y tres tenían sus derechos por escrito para tener terrenos.
El primer presidente del ejido fue el señor Eusebio Málaga, el segundo fue J. Dolores Rodríguez y el tercero Martín Covarrubias. Otras personas beneficiadas fueron Bernabé Castellanos, Rosario Jiménez, Leodegario Domínguez, María Cárdenas, Juan Navarro, Diego Carreón, Hipólito Navarro, Benito N, Jesús Castellanos, Félix Jiménez, Sixto Ramírez, Candelaria Moya, Benito E. González, Reyes Vidrio, Apolonia Magaña, José Zepeda, Félix R. Díaz, Roque Palacios, Martín Castellanos, Rafael Leyva y Ángel Palacios. Por aquellos tiempos, el presidente municipal de Manzanillo era Pantaleón Hernández. Por cierto que se recuerda que el ejidatario Sixto Ramírez, que era una persona muy ingeniosa y con gran curiosidad por conocer y aprender, en aras de mejorar el trabajo del campo que ahí se hacía, se puso a construir una maquinaria de su propio ingenio, la cual fue una peculiar despepitadora, que todos reconocieron como invento suyo.
EL POLVORÍN
Al fondo de esta barra o franja de tierra entre las aguas del mar de la bahía de Manzanillo y la laguna de San Pedrito, la cual por aquellos tiempos se alargaba unida hasta la zona del antiguo poblado de Salagua, únicamente había un montículo pétreo, de aproximadamente quince metros de altura; todo lo demás, era plano. En ese sitio, por estar fuera de la ciudad, el Coronel Edgar K. Smoot, responsable de las obras del puerto de Manzanillo que el gobierno federal llevaba a cabo, habilitó en 1901 una bodega de tres por tres metros, para guardar ahí los explosivos que requería para sus trabajos. Al dejarse de usar, en 1916 Otis S. Smoot, quien por entonces era el encargado de las obras (al terminar de construir el Paseo Independencia del Rompeolas), lo entregó a la Armada de México en una ceremonia oficial y desde entonces pasó a ser propiedad de esta dependencia federal.
Era un lugar apartado al que se llegaba a través de manglares y las huertas frutales de Don Diego Carreón. En general, a esa zona al fondo de la playa de San Pedrito se le denominaba “Las Colonias”, que se dividían en tres: El Polvorín, El Pacífico y Las Brisas. El 12 de agosto de 1924 a las 11 de la mañana cayó en Manzanillo una fuerte tormenta con rayos, por lo que un arriero que venía de Santiago con bestias cargadas de leña para vender, entró a guarecerse al interior del polvorín, ya que por entonces no se encontraba el vigilante, que solo acudía por las noches. Amarró los burros y se recostó a descansar por un momento mientras el temporal amainaba, cuando de repente cayó un potente rayo sobre la pólvora, haciendo explotar todo de intensa manera, matando al instante y despedazando al arriero y sus bestias. El tronido se oyó hasta Manzanillo, por lo que mucha gente fue a ver los destrozos.

El centro visto desde Las Brisas (foto composición del tiempo de apertura del Puerto Interior).
Desde 1929, los terrenos de la Hacienda de San Carlos, que eran propiedad de los descendientes del español Carlos Meillón, correspondientes a la Colonia del Pacífico, quedaron sin uso. Entonces se inició un litigio entre los ejidatarios que pedían el reparto de aquellas tierras por parte del gobierno federal, y los sucesores del propietario original, que pretendían conservar la hacienda. El 18 de diciembre de 1935 se fundó oficialmente el Ejido Colonia del Pacífico, siendo su primer comisario J. Félix R. Díaz, conocido músico porteño de aquel tiempo, y cofundadores Martín Castellanos, Benito González, Apolonio Málaga, Diego Carrión, Candelario Moya, Bernabé Castellanos y J. Jesús Castellanos. Tras el ciclón de 1959, las plantaciones de coquito quedan destruidas en todo el municipio, incluidas en esta desgracia las correspondientes al Ejido del Pacífico, por lo que el 13 de noviembre de aquel año, el Presidente de la República, Adolfo López Mateos, expropia mil 114 hectáreas, de acuerdo a la resolución que ya se había tomado el 29 de octubre pasado, tan solo dos días después del destructivo meteoro.
LA POSADA Y EL CARIZ TURÍSTICO
En 1957 el lugar empieza a tomar por primera vez un cariz enfocado al turismo, cuando se instala el Hotel La Posada en aquellos parajes todavía casi inhabitados, el cual se erigía casi en solitario entre las dunas y frente a la playa, teniendo a su costado derecho una enorme roca, único montículo pétreo en muchos kilómetros a la redonda, donde en años subsecuentes se construiría un condominio también, llamado Roca del Mar. Este lugar en 1960 fue comprado por el norteamericano Bart Varelmann a instancias de su amigo Luis García Castillo, amistad que databa del tiempo en que García Castillo vivía en San Francisco, California, la ciudad de donde era originario Varelmann. La Posada se convirtió en refugio de artistas y personas pertenecientes al movimiento hippie en los Estados Unidos, que ahí encontraron un refugio a su forma de vida alternativa. Bart Varelmann fue el primer extranjero en invertir en Manzanillo. La fisonomía que conserva el lugar –con algunas muy pequeñas modificaciones- es la que le dio Varelmann, quien adquirió una propiedad que había sido destruida por el Ciclón del Pacífico de 1959. A mediados de los sesenta se estableció en este lugar el escritor John Wilcock, que también era dibujante, y por esta razón, hizo varios dibujos a mano en color, mostrando cómo eran esos parajes casi vírgenes en la colonia del Pacífico-Las Brisas por aquellos años, cuando este franja de tierra arenosa llena de bosques de palmera de coquito aún no estaba separada de la ciudad, ya que aún no se había creado el Puerto Interior.
EL PUERTO INTERIOR LOS SEPARA DE LA CIUDAD
Los trabajos relativos al Puerto Interior de San Pedrito, que separaron al Puerto de Manzanillo y San Pedrito de Las Colonias al habilitarse en lo que fuera la laguna de San Pedrito se iniciaron desde los primeros años de la administración federal a cargo de Gustavo Díaz Ordaz. El primero de junio de 1970, durante el día de la Marina, en que se da una gran fiesta ya tradicional en nuestro puerto, que es cuando la gente es llevada a pasear en los barcos que están en ese momento en el puerto, aun cuando no fuera oficial ya su apertura, se dio lo que se podría llamar una pre-inauguración del puerto interior. Recordemos que en nuestro país, de acuerdo a que se considere la ocasión conveniente, se pueden dar varias inauguraciones de una misma obra. Pues en aquel Día de la Marina, el entonces Secretario de Marina, Almirante Antonio Vázquez del Mercado, que aquel año escogió a Manzanillo entre los puertos del país para celebrar aquella fecha, aprovechó la ocasión para declarar inaugurado el puerto. Vázquez del Mercado en los años sesenta había estado a cargo de la Dirección General de Pesca e Industrias Conexas, dependiente de la Secretaría de Industria y Comercio. Los trabajos continuaron en sus últimos detalles, sin entrar aun ningún barco al recinto fiscalizado, y toca en suerte a la administración siguiente del Lic. Echeverría Álvarez, hacer la inauguración oficial y definitiva del puerto, que es la que toma en cuenta la historia.
En la colonia Burócrata, al lado del Puerto Interior, se asentaron muchas oficinas relacionadas con la actividad que ahí se empezó a desarrollar, mientras que Las Brisas, antes una colonia relativamente cercana al Centro Histórico, quedó al otro lado de la entrada del puerto, es decir su canal de acceso, y quedó afectada y marginada por algunas décadas por esta lejanía creada artificialmente por el hombre. Finalmente, triunfó la tendencia de convertirse en asentamiento de inmigrantes extranjeros que ya empezaba a darse en la franja de Playa Azul, contigua a esta área, misma que de forma incipiente ya habían iniciado Varelmann y sus amigos, lo cual se fortaleció durante el trienio de Luis García Castillo y de ese tiempo en delante, de forma paulatina pero segura.

Playa de Las Brisas dibujada por John Wilcock en 1964.