El día de hoy se cumplen treinta y siete años del terremoto de magnitud 8.1 en la escala de Richter, que, con epicentro en la desembocadura del río Balsas, afectó terriblemente a los estados de Michoacán, Colima, Jalisco y la Ciudad de México. Los lugares del país donde se dejó sentir con mayor intensidad el movimiento de la tierra fueron el centro de la Ciudad de México, Lázaro Cárdenas, Ciudad Guzmán y Manzanillo, entre otros.
Eran las 7 de la mañana con 19 minutos cuando el suelo se empezó a cimbrar y mover como si fuera agua, y así continuó por más de un minuto y medio. Muchos porteños estaban viendo en esos momentos el popular programa de televisión del Canal 2 de Televisa, “Hoy mismo”, que conducían como titulares Guillermo Ochoa y Lourdes Guerrero, con la participación de Juan Dosal y Juan Carlos Iracheta; no había por aquellos años aún muchas opciones televisivas en el país, y menos, que llegaran a Manzanillo fuera de este canal, el 5 de la misma empresa y el 13 o Imevisión.
En esa ocasión no se presentó por causas de fuerza mayor Guillermo Ochoa, y a la que le tocó estar en ese momento histórico en cámaras fue a Lourdes Guerrero, quien se apoyaba en Dosal, tratando de conservar la calma, viendo que arreciaba y todo se bamboleaba en el estudio, y finalmente la transmisión se cortó cuando, después supimos, se cayeron las antenas e instalaciones de la empresa televisora.
En aquella ocasión, los alumnos de las escuelas secundarias ya habían entrado a clases, y hubo el caso de un muchacho que en la escuela Mariano Miranda Fonseca, conocida como la 1, presa del terror y al ver que las escaleras para bajar hacia los patios estaban llenas de alumnos, empujándose para poder escapar, no lo pensó dos veces, y se lanzó de un salto por arriba del barandal hacia abajo, y milagrosamente no recibió ningún daño, quizá porque, como siempre se ha dicho, en momentos como éste, las personas sacan fuerzas extraordinarias, quién sabe de dónde.
Recuerdo que en mi familia mi mamá empezó a gritar: “Sálganse, sálganse”; y a pesar de sus gritos estentóreos casi no podíamos escucharla, porque el ruido que producía la tierra, era ensordecedor. Al principio salimos desplazándonos sin ningún problema, todos en tropel, pero cuando empezó a arreciar el movimiento telúrico, casi era imposible hacerlo, porque la tierra subía y bajaba, y parecía que estábamos en un barco en medio de una fuerte tempestad.
Sabemos que existen dos tipos de movimientos de tierra, el trepidatorio y el oscilatorio; el primero es aquel en el que la tierra salta hacia arriba y hacia abajo, y el oscilatorio son sacudidas hacia los lados, el cual es el más peligroso de estos, porque puede destrabar las dalas de las columnas.
Pero, cuando un movimiento de tierra es muy fuerte y se prolonga mucho, entonces se convierte en ondulatorio, que es cuando la tierra se ondula como si fueran olas del mar, y entonces ya no se puede caminar y si uno lo hace descuidadamente, muy probablemente acabará en el suelo. Es cuando se revientan tuberías y banquetas. Este último movimiento, ondulatorio, es observación de la gente, porque nunca se menciona en los informes oficiales de los movimientos telúricos.
Por alguna razón, ese día todos en mi familia corrimos hacia el patio trasero de mi casa, algunos estando todavía en ropa interior, y mi mamá nos dijo que nos hincáramos, y así lo hicimos, y empezó a clamarle a Dios en alta voz que tuviera misericordia de nosotros. Luego bajó de intensidad el terremoto, y empezamos a salir hacia la calle para ver qué había pasado; si alguna casa se había caído o si alguien ocupaba ayuda; y sin embargo, aún el piso se seguía moviendo, aunque cada vez de forma más leve.
Finalmente, todo movimiento cesó, y optamos por regresar a nuestra casa para ver si había daños, pero sólo encontramos algunas grietas pequeñas. Por aquellos tiempos, cuando temblaba, cada quién reaccionaba, junto a su familia, como Dios le daba a entender, porque aún no existía la cultura de la prevención, que precisamente, a raíz de este desastre, se empezó a implementar en todo el país, y fue el detonador del nacimiento en todos los municipios de las unidades de protección civil.

El hotel Costa Real quedó sentido en su estructura tras este movimiento de tierra.
Fue hasta después que nos enteramos de la tragedia que había ocurrido en la capital del país; quizá la más grande de su historia, pues se derrumbaron edificios, conjuntos habitacionales completos y hospitales (la tercera parte de los que había en aquel tiempo en esa ciudad). El saldo oficial de víctimas en el D.F. fue de 4,541 muertos y miles de heridos; pero extraoficialmente se habla de cifras mucho más elevadas. Después del terremoto, se sintieron más de cien réplicas, algunas bastante intensas, que nos mantuvieron a todos los porteños muy temerosos y a la expectativa.
En aquella ocasión algunos edificios sufrieron cuarteaduras graves, que después salieron a relucir en el 95, en que tuvimos otro macrosismo; como se afirma que ocurrió con el hotel Costa Real, que fue maquillado, y en 1995, ya sentido, se vino abajo irremisiblemente.
Ya en 1973, un 30 de enero, había habido un fuerte temblor en Manzanillo, que fue cuando se cayeron las oficinas del Seguro Social, y el alto obelisco ubicado en la Plaza Cívica al fondo de la Unidad Padre Hidalgo, oficina en la que, por cierto, mi mamá trabajaba, donde, en cuanto salió a la plaza, éste se vino abajo, prensando a varias de sus compañeras, que resultaron heridas de gravedad.
Fue hasta después del fatídico terremoto del 85 que se vio la necesidad de tomar más en serio estos fenómenos naturales, que son capaces de cobrar gran cantidad de víctimas. Hoy también se considera la posibilidad de que sucedan maremotos o tsunamis generados por esos fuertes sismos, a raíz de lo ocurrido en Indonesia y gran parte del sudeste asiático el 26 de diciembre del 2004, donde después de un terremoto de más de 9 grados, se suscitó uno de los maremotos más terroríficos de la historia, donde hubo muchas más de 200 mil vidas que se perdieron.
Ha pasado el tiempo, y a veces parece que se ha bajado la guardia en cuanto a la prevención. Los simulacros ya se están circunscribiendo solamente a las escuelas y una que otra dependencia de gobierno; pero creo que sería muy provechoso que en cada familia los hiciéramos y se platicara sobre qué hacer en caso de que se presente un temblor o maremoto, porque han venido muchas personas de otras partes del país, quienes no tienen cultura sísmica, y necesitan también estar alertas y preparados, para una eventual sacudida. También los más jóvenes de nuestras familias nunca han vivido un terremoto como los que los de mayor edad ya hemos vivido.