Su añorado restaurante Savoy favorito de porteños y extranjeros
El día 5 de diciembre de 2018 quedará en la memoria de nuestro puerto como un día de luto y dolor, por la desaparición física de una mujer que se caracterizó por ayudar al desvalido y ser caritativa y servicial de forma ejemplar. He aquí una biografía resumida de su vida. María Trinidad Bautista Rodríguez nació en junio de 1928, en Zapotlán El Grande, Jalisco, siendo hija de Vidal Bautista e Inocencia Rodríguez. A los tres años de edad, sus padres se vinieron a vivir a Manzanillo, y empezó a ayudar a despachar en el negocio familiar, que era un puesto en el Mercado Reforma.
ENTRANDO AL MUNDO DE LAS RECETAS
En el año de 1952 se casó con Delfino González Girón, quien era mayordomo de barcos petroleros como el Ébano, Cacalilao y Poza Rica, entre otros. Doña Trini ya traía en su sangre el sazón para la cocina, pues su madre, antes de ser la dueña del más famoso puesto del viejo mercado, tuvo una cenaduría muy aclientada en el viejo Manzanillo, de los primeros años de la década de los treinta. Pero con lo atareada que siempre estuvo Trinidad en aquel célebre puesto, siendo soltera no se enseñó a cocinar. Más, ya casada, su marido, excelente chef, la inició en el mundo de las recetas. En la esquina de las calles Carrillo Puerto y Balbino Dávalos había un restaurante, propiedad de Lázaro Carreón, el cual se llamaba Savoy. Delfino y Trini se lo rentaron a Don Lázaro en 1958, continuando con el nombre que ya empezaba a ser reconocido, y que en adelante lo sería aún más. En ese tiempo los porteños no se distinguían por las recetas sofisticadas. Muchas especias y verduras que no eran de la región no se conocían, así es que no había mucho refinamiento en las barras y pretiles con cazuelas de peltre y barro del viejo Manzanillo. El repertorio de las amas de casa incluía por lo general el ceviche, el salpicón, las mojarras doradas, el chilayo, el tatemado, el mancha mantel, la birria, el pozole, los frijoles puercos, el guisado de caguama y los tamales de ceniza, entre otras cuantas recetas más. Don Delfino causó furor al introducir un nuevo plato, que no se conocía por entonces en nuestro estado: El filete mignon. Un periódico de la época le hizo un reportaje al restaurante Savoy por este motivo. Las ganancias iban en espiral hacia arriba, y el matrimonio González Rodríguez tuvo el dinero suficiente para comprar el Hotel Quiñones, al que bautizaron como El Emperador, el cual se encontraba sobre la Balbino Dávalos, donde hasta hace algunos años funcionaba. De esta pareja nacieron: Rubén, Rosa María, Jaime, María Agustina y Ana Celia.
MEXICANOS Y EXTRANJEROS A LA MESA
En 1959 ocurrió en su restaurante uno de los incendios más fuertes que ha vivido Manzanillo, al explotar un cilindro de gas en el que todo lo material se quemó. Fue tan fuerte el incendio resultante, que vinieron a sofocar el fuego los marinos y la gente del pueblo, que tanto apreciaban a sus propietarios. Diez años después de abrir por su cuenta el Savoy, Don Delfino falleció. Su deceso ocurrió el 2 de enero de 1968. Doña Trini siguió su carrera comercial en solitario. Doña Trinidad Rodríguez era ya para entonces una excelente cocinera, que entre las especialidades de las que se sentía orgullosa estaban las crepas, que hacía con una receta que jamás quiso compartir con sus hijos, ni con nadie. Es una receta secreta, que se fue con ella. Es verdad que la cocina se la enseñó en un inicio su esposo, pero ella se preocupó por capacitarse para progresar en su oficio, leyendo libros de cocina, de los que tenía muchos, pues compraba constantemente. Muchos extranjeros que visitaban su restaurante quedaban tan complacidos por el sabor de la comida que preparaba, que le pedían que les escribiera el procedimiento para prepararlas, y así poder hacerlas en su país.
Durante los primeros años, el Savoy se convirtió en el restaurante oficial de los torneos de pesca de pez vela, pues ahí comían todos los concursantes nacionales e internacionales, haciendo fiestas enormes, en las que nunca faltaba el señor Dorsey, iniciador del tradicional certamen de pesca deportiva de Manzanillo, catalogado como la Capital Mundial del Pez Vela. La clave del éxito del Savoy era que vendía alimentos económicos, sabrosos, sanos y con ingredientes de calidad, además de estar todo aderezado con amabilidad y solicitud en el servicio. Es por esto que los viejos médicos de Manzanillo, quienes trabajaban a media cuadra en las primeras instalaciones del Seguro Social en Manzanillo, siempre fueron sus clientes. Eran tantos los comensales de habla inglesa que por sus mesas desfilaban, que Doña Trinidad Rodríguez aprendió a la perfección el idioma inglés; lo entendía al cien por ciento, pero prefería no hablarlo si no era necesario, pues le daba pena utilizarlo. Fue amiga de muchos presidentes municipales, como Herminio Barreda, Javier Mata, Francisco Solórzano, Manuel Bonilla, Luis García Castillo, y su padrino de bodas, Ramón Navarro Hernández.
GENTE DEL PUEBLO Y GRANDES PERSONALIDADES
Por algún tiempo, empezaron a asistir a comer científicos balleneros que venían a embarcarse con rumbo a las islas Revillagigedo, principalmente a la Socorro, y para estudiar también a los borregos cimarrones y los chochos, una especie de insecto con características especiales en aquella ínsula, que pertenece en teoría al territorio colimense, aunque en la práctica lo es a la federación. Hicieron mucha amistad con la gran cocinera y su familia. En una ocasión se llenó una mesa entera, y la gran sorpresa es que era el equipo de las Chivas Rayadas del Guadalajara, el mejor equipo de la liga mexicana de futbol por aquellos años, con todas sus estrellas, quienes llegaron atraídos por la fama de las abundantes comidas corridas. Otro día llegó alguien muy elegante, rodeado de gente vestida con ropas de gran ciudad, no apta para el clima caluroso de Manzanillo. Algunos incluso traían saco, otros lentes oscuros. Entre los clientes venían algunos politiquillos locales de mediana monta. El personaje central de aquel curioso grupo de aduladores era nada menos que Pedro Ojeda Paullada, encumbrado político de fama nacional. Era el tiempo de las caravanas artísticas, algunas de las cuales hicieron presentaciones en la escuela “Juárez” y el Cine “Bahía”. Por esta razón, llegaron a comer nada menos que Tin Tan y su carnal Marcelo, Manolín y Shilinsky, Los Polivoces, Toña La Negra y otros. Un caso especial se dio cuando se sentó a comer en una mesa del Savoy nada menos que El Santo, con todo y su máscara plateada. También comieron ahí integrantes del grupo de rock and roll, “Los Hoolligans”. Mucha gente se acercó a importunar a “Mantequilla” Nápoles, mientras disponía de una abundante comida corrida, buscando obtener un preciado autógrafo.
En una ocasión, movida por su gran corazón, conoció a un muchacho que andaba pasando penurias por las calles del puerto. Se le partió el corazón al ver el estado en que el niño se encontraba y lo recogió. Se llamaba Guillermo Montaño. Años después, “El Naguas” Montaño se convirtió en uno de los boxeadores más famosos de México, siendo incluso contendiente para un título mundial. Viajó por todo el país y se enfrentó a los mejores, apareciendo en periódicos y televisión. Ya famoso, regresó al Savoy un día y dio todo el reconocimiento a Doña Trini por lo que era, y le dijo: “Usted es mi madre”. Doña Trini también lo consideraba su hijo. Sus hijos consideran a “El Naguas” como su hermano, y a sus hijos, como sus sobrinos. Ellos les llaman tíos y a Trinidad le decían abuela. No es el único caso. Crió a muchos niños pobres, indigentes, de la calle. En 1982 apoyó a su hijo Rubén para abrir el restaurante Savoy 2 en Santiago, en la plaza comercial de aquella población turística. En Santiago no había aún muchos restaurantes por ese tiempo. Desde un principio tuvo mucho éxito, pero en 1995, un fuerte terremoto descargó su furia sobre nuestro municipio, y la Plaza Santiago se dañó, cayendo una parte y quedando el resto averiado. Ahí desapareció el Savoy 2.
LLEGAN LOS RECONOCIMIENTOS MUY MERECIDOS
En 1984 decide hacer sinergia entre los dos negocios familiares, el restaurante y el hotel, y trasladan el Savoy a la parte baja del hotel Emperador. Es entonces que el restaurante se volvió el preferido de los visitantes extranjeros, desde los mochileros, hasta los que llegaban sin conocer nada del puerto, guiados por el deseo de encontrar una cultura diferente a la suya. El restaurante fue conocido mundialmente. Doña Trini y sus hijos recibían postales de sus clientes desde India, Alemania y Suiza, entre otros países. El local, hotel y restaurante se anunciaba en internet. Doña Trini vivía en su hotel. Ahí tenía un cuarto para estar al pie de su restaurante, donde pasaba la mayor parte del día. De los últimos clientes que lo visitaron fueron estrellas de algunos equipos de la liga norteamericano de futbol americano.
Durante el 2003 otra vez la tierra se cimbró en nuestra entidad, derrumbándose muchas casas viejas en la capital del estado y otras muchas sufriendo daños graves. Hasta la ciudad de Colima se trasladó Doña Trini, llevando gran cantidad de comida a la colonia Nueva España, todo corriendo por su cuenta y sin esperar alguna recompensa o reconocimiento a cambio. Ese mismo año, justamente, el Ayuntamiento de Manzanillo le entregó el reconocimiento de Mujer del Año, por manos del alcalde en ese momento, Rogelio Rueda Sánchez. La comunidad de Tapéixtles también le entregó poco después un premio como mujer ejemplar. El comité de mujeres priístas le entregó otro reconocimiento, ahora en el 2007.
En su hotel se hospedaban todos los días personas de Estados Unidos, europeos y Centroamérica. En una ocasión, una celebridad se sentó en la silla del fondo del restaurante, donde habitualmente se sentaba Doña Trini, al lado de la caja. Normalmente, ese lugar no estaba disponible para los clientes, pues era la mesa exclusiva de la dueña. Ahí se sentaba a descansar y dormitaba. La persona aquella estaba vestida de manera rara. Era un disfraz. Casi nadie en Manzanillo sabía que estaba ahí. Se trataba de Harrison Ford, gran estrella de Hollywood, protagonista de Indiana Jones y La Guerra de las Galaxias. Llegó hasta el Savoy acompañado de su familia. Una muestra de la gran popularidad que hasta el último mantuvieron los negocios de Doña Trini, que trascendió el municipio, sin ser jamás, a pesar de todo, un sitio elitista.
Todos los días al mediodía se agolpaban a la puerta del Savoy los indigentes, vagos, inmigrantes ilegales centroamericanos y gente pobre, pues Doña Trini salía a darles de comer sin cobrarles un solo peso. También hacia lo mismo con las madres solteras, a las que incluso ayudaba con dinero. Apoyaba al Asilo de Ancianos, casas hogar y centros de rehabilitación. A pesar de su avanzada edad no pensaba en retirarse, pues decía que estaría al frente de su cocina hasta que ya no pudiera más, como fue. Todos los días trabajaba de 8 de la mañana hasta las 2 de la mañana, únicamente parando para descansar un rato en la tarde. Solo la muerte la hizo descansar.