Por un momento lo invito a que vuele en las alas de su imaginación al Manzanillo del pasado, libre de la inseguridad, la contaminación y tráfico vehicular, y podrá ver en la pantalla de su recuerdo los viejos barrios y colonias del puerto con las familias sentadas en sillitas a la puerta de su casa hasta altas horas de la noche, saludando a los vecinos y a media calle una nutrida ronda de chamacos, niños y adolescentes, jugando divertidos, corriendo y saltando.
LA MATATENA
Un juego muy particular es la matatena, que combina la habilidad de los participantes con el azar. Ahora ya se venden kits o paquetes para jugarla, pero anteriormente se jugaba con una pelota cualquiera, sobre el piso o la tierra y las figuritas, que ahora son de plástico, eran de metal, grandotas, o hasta de otros materiales.
La pelota es pequeña para que se pueda agarrar con una mano, y tiene que ser elástica para dar un bote importante. Mientras se está produciendo el rebote, se recogen las piezas en el suelo, previamente arrojadas. Por alguna razón se decía que era un juego de niñas. Mi mamá tenía fama de que en su niñez, allá en el barrio de La Playita de En Medio, había sido muy buena jugadora.
BRINCASOGA Y RESORTE
En Manzanillo tenemos nuestros propios juegos, así como nuestra propia manera de llamar a algunos. Por ejemplo, aquí al juego de la reata le llamamos la brincasoga; así pegado. En todo caso, se dice entre los niños: Hay que jugar a brincar la cuerda; pero lo usual, lo normal es decir que se va a jugar a la brincasoga. Por lo menos así se decía hace no muchos ayeres.
Un lugar muy destacado entre los juegos preferidos por los porteños es el del resorte, que se hace precisamente con un resorte comprado en una mercería o alguna tienda de abarrotes que los venda, y a jugar se ha dicho, saltándolo en varias posiciones, mientras que dos compañeros lo sostienen entre sus piernas.
EL CHARANGÁIS QUE NOS LLEGÓ PROCEDENTE DE ASIA
Un juego que tiene una historia muy interesante, es el asiático dundibiyo, que llegó a Manzanillo a finales de los años sesenta, tras de una exhibición cultural dada por los tripulantes de una embarcación nipona que visitó nuestro puerto, realizada en el teatro de la Concha Acústica, al fondo de la Unidad Padre Hidalgo.
A los niños les encantó el juego, que en aquella ocasión se presentó en forma de baile, y empezaron a jugarlo casi de inmediato con reglas propias, creadas aquí mismo. Se empezó a practicar en la Plaza Cívica del Seguro Social, y en las nueve cuadras de la unidad, así como en La Pedregosa, el barrio de San José y los palafitos. Se le bautizó localmente como charangáis, y no falta quien le llame también changaráis.
Este juego, con reglas diferentes, pero los mismos elementos básicos, se juega en Corea, China y Japón. Poco a poco aquí en nuestro puerto se fue jugando en otras colonias, y ya para los años setentas no se podía decir que hubiera un niño en Manzanillo que no conociera este juego. Luego el juego traspasó fronteras geográficas y se fue extendiendo lentamente al resto del estado, aunque hay que decir que nadie o muy pocos eran conscientes de su origen.
Después de alcanzar su pico máximo entre finales de los setentas y mediados de los ochentas, a partir de los noventas el juego empezó a pasar de moda, lamentablemente. Nunca se fomentó desde alguna dependencia de gobierno su conservación como algo cultural, haciendo por ejemplo algún torneo entre barrios, ya que el charangáis es competitivo, más bien tirando a ser deportivo, y aun se puede jugar entre adultos, no sólo entre niños.
Para jugarlo se ocupan dos palos, uno más grande que el otro, y dos ladrillos (incluso piedras). Generalmente estos palos se obtienen de cortar un trapeador. Por cierto que la Federación Mexicana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales, A. C., que era dependiente de la confederación Deportiva Mexicana, tenía registrado al charangáis como un juego y deporte propio de Colima (más específicamente, es de Manzanillo), y se incluía cada año en las olimpiadas de la federación, evento que se realizó desde el 2002.
No obstante, la Federación cometió el error de considerar al charangáis como un juego prehispánico colimense, pues antes de los años sesenta ningún porteño conocía este juego-deporte. Pregúnteles y verá. Por cierto que, como muchos manzanillenses tienen primos en Guadalajara, y estos se llevaron el juego para allá, pero en el viaje perdió letras, y allá le pusieron changais, porque se les hacía más fácil.
SE EXTRAÑAN RISAS Y RUIDOS DE LOS NIÑOS JUGANDO
Las horas pasaban lentas cada tarde en la cuadra de la colonia en escondidas, la traes, quemado, bebe leche, veintiuno, las rondas y tantos otros pasatiempos bonitos y sanos. Al pasar por las noches caminando por los barrios y colonias de la ciudad, hoy todo se ve muy triste, oscuro y deprimente.
Ya no hay personas sentadas a las puertas de su casa platicando, nadie saluda y no hay niños jugando por ningún lado. Se extrañan sus risas y ruidos escandalosos y los ladridos de los perros de la cuadra como si quisieran también participar.
Solamente en uno que otro escalón o machuelo de la banqueta se ve a algún niño o adolescente manipulando su teléfono celular y al interior de las casas los destellos provenientes del aparato televisor.