Don Raúl Zuazo Ochoa, un porteño polifacético que nos dejó hace 16 años


Escritor, político, periodista, deportista y gestor ciudadano destacado

A pesar de que se caracterizó Don Raúl Zuazo Ochoa por ser una persona de carácter fuerte, sus subalternos siempre lo quisieron y aun lo recuerdan con cariño. Se caracterizó por ser una persona que irradiaba cultura y energía, aun en su tercera edad. Siempre tenía proyectos y sueños encaminados a la prosperidad y embellecimientos de una ciudad a la cual amó, a pesar de no haber nacido en ella.

El nació el 25 de febrero de 1926, en La Huerta, Jalisco, hijo de Miguel Zuazo Castañeda y Domitila Ochoa Guzmán. Su padre era un ganadero próspero, mientras que su madre era ama de casa. Pero cuando Raúl tenía siete años, su madre decidió abandonar a su marido, por problemas conyugales que no se pudieron resolver durante años. Él se vino a Cihuatlán acompañándola en 1934, junto a su hermana Esperanza. Ahí su madre, sin la holgura económica que habían tenido antes, tuvo que empezar a mantener el hogar, pues Raúl era aún muy chico para que contribuyera al sostén familiar. Pero el niño no se quedaba cruzado de brazos, pues ya desde entonces mostraba un carácter resuelto y emprendedor. Se iba a los arroyos y ríos a sacar crustáceos, de la especie conocida como chacales, y así sorprendía a su mamá, pues llevaba algo para cocinar al regreso. De haber comenzado conociendo la opulencia, ahora le tocó crecer en un hogar humilde.

En 1936, la familia decide mudarse al cercano Manzanillo, pensando que, por su mayor importancia como ciudad y puerto, tendrían mejores oportunidades de progresar. Fue en ese año también que Don Raúl tuvo su primer contacto con el mundo de los periódicos, pero en una faceta muy distante a la que después le hiciera tan conocido. Iba todos los días muy temprano a la estación del ferrocarril, a esperar la llegada del convoy con los periódicos de la ciudad de Colima, que el vendía por las calles de la ciudad. Por ese tiempo, al tiempo que realizaba sus estudios de primaria en la escuela Juárez, empezó a crearse el hábito de la lectura. Tenía sed de aprender lo más que se pudiera y de todos los temas posibles. La necesidad en su casa era tanta, que para no gastar las hojas de su libreta, juntaba el papel de las tortillas, lo alisaba, y lo guardaba para hacer ahí las operaciones matemáticas que le dejaban de tarea. Es por eso que toda su vida se molestó cuando sus hijos arrancaban las hojas de una libreta, diciendo que no debían ser desperdiciados.

Ante esta situación tan dura, no podía darse el lujo de no trabajar, aunque nunca pensó en dejar la escuela. Por eso se pudo a buscar empleo, y logró colocarse en las agencias Del Río. De esta manera, logró poder ayudar al gasto familiar. Al terminar la primaria, parecía estar condenado a no llegar más lejos en las aulas, pues por ese tiempo no había secundarias en Manzanillo, y quien quería proseguir una carrera tenía que irse a vivir a México o a Guadalajara. Definitivamente la familia Zuazo Ochoa no tenía los recursos suficientes para mandarlo a estudiar lejos de Manzanillo. Ahí nuevamente salió a relucir el empeño de Don Raúl, pues el mismo empezó a juntar a un grupo importante de personas, jóvenes estudiantes y padres de familia, para gestionar de manera incansable ante las autoridades de una escuela secundaria. Esta petición fue atendida, y abrió sus puertas la Secundaria 3, en la que Don Raúl estudió durante la primera generación.

El libro sobre sus recuerdos de Manzanillo es un excelente material escrito que legó para las futuras generaciones.

Se le veían tantos deseos de progresar y una inteligencia tan despierta, que Don Rafael Longinos Vázquez lo invitó a trabajar a los aserraderos en El Durazno, y hacia allá se fue Don Raúl, yéndole cada vez mejor. Ya no siguió estudiando más allá de la secundaria en los planteles escolares, pero siempre estudió, y de manera autodidacta se formó una vasta cultura. Le encantaba leer. La razón por la que no hizo una carrera profesional fue porque habría tenido que dejar a su mamá y a su hermana, y era algo que no podía hacer, pues él ayudaba a su mantenimiento. Cabe aclarar que en Cihuatlán Don Raúl tiene muchos medios hermanos, con los que siempre mantuvo relación. También tuvo siempre un lazo de aprecio con esa población limítrofe con nuestro municipio y estado. Empezó a comprar paquetes de discos de acetato en formato Long Play, grabados con cursos de idiomas. Primeramente aprendió a hablar inglés, dominándolo al 100%. Una vez que lo hizo, aprendió también a la perfección el idioma alemán y francés, algo que no muchas personas conocen de Don Raúl. Era políglota.

Tras progresar mucho en lo económico, en comparación a como había llegado al puerto, entró a trabajar como oficinista a la Junta de Mejoras Materiales. Un tiempo fungió también como maestro de la escuela que había ayudado a crear, la 3. Por cierto, para 1946 Don Raúl ya escribía en cuanto periódico podía. Mandaba sus colaboraciones y se emocionaba cuando las publicaban. Hay que recordar que, sin embargo, por aquellos tiempos los diarios en Manzanillo no eran muy estables. Algunos sólo aparecían de manera esporádica. Aparecían una corta temporada, y luego desparecían sin pena ni gloria. Algunos de los más duraderos eran los que editaban Nicolás Del Toro y Marcelino Núñez. Uno de los prensistas que destacó, y que después emigró a Colima contratado por el Diario de Colima, donde trabajó toda una vida, antes de regresar a Manzanillo, donde hoy sigue vinculado al mundo de los periódicos es Don Miguel Ángel Zapién. Por eso, Don Raúl mandaba sus columnas sobre todo a periódicos de Colima. Una de las columnas más famosas que creó, se llamó “Voces del Rompeolas”.

A sus 20 años, también tenía muchas energías para practicar algún deporte, y escogió hacerlo en la natación. Ya es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre los famosos “Lobos de Mar”, un grupo de nadadores de Manzanillo, que brilló en el deporte de las brazadas, compitiendo con los mejores tritones de Colima, como Alberto Isaac, “La Flecha Colimense”, y de Cuyutlán, como Víctor Vázquez Santoyo. Muchos de ellos crecieron admirando a un coloso de carne y hueso en las travesías marinas, Francisco “El Pescadito” Vizcaíno, quien en 1928, cuando Raúl tenía sólo dos años de edad, durante veinte horas, recorriendo desde San Pedrito hasta Las Coloradas, y de ahí atravesando las dos bahías gemelas hasta Santiago. Y menos de un mes después, nadó de Cuyutlán a Manzanillo. En 1931 arrastró al cañonero “Bravo” del rompeolas al muelle fiscal. En 1936 arrastró la embarcación “América” con veinte personas a bordo, siendo testigo el presidente de la república, Gral. Lázaro Cárdenas.

Con estas hazañas frescas, a la hora de escoger un deporte para practicar, muchos manzanillenses se decantaron por la natación. Y eso fue lo que hizo Raúl Zuazo, perfeccionándose en nado de mariposa, en lo que llegó a ser campeón en un torneo nacional en 1948, siendo este otro dato que pocos conocen. En 1958 se casó con Gloria Solórzano Dueñas, hija de Don Francisco Solórzano, quien fuera alcalde porteño. De su matrimonio sobreviven siete hijos, además de haber tenido otros que murieron al poco tiempo de nacer. Inquieto como era, entró al Club 20-30, fue presidente de la Cruz Roja. Luego fundó una constructora, llamada Zisa, que fue la que construyó el Hotel Las Hadas para el magnate boliviano del estaño, Antenor Patiño, siguiendo el proyecto estilo morisco-mediterráneo trazado por el Arq. José Luis Ezquerra. Incluso tuvo la atinada idea de abrir la primera discoteca-night club que hubo en Manzanillo, llamada El Estoril. En la constructora y en el night club estuvo como socio inversionista junto a Víctor Sevilla. Fue el director por varios años del periódico local llamado El Porteño, adquiriendo gran experiencia en estas lides. En 1964, junto a varios columnistas, fundó la Asociación de Periodistas Manzanillenses.

De 1967 a 1973, se desempeñó como Secretario General de Pablo Silva García, Gobernador del Estado. Fue llamado a este puesto de tanta responsabilidad, debido a la fama que tenía de ser una persona muy capaz y eficiente. En aquel tiempo, en que no se usaba mucho la delegación de autoridad, Don Raúl hacía el trabajo que hoy hacen tres funcionarios de la administración estatal. Desde 1981 presidió en Manzanillo el Instituto Universitario de Bellas Artes. A finales de ese año se empezó a reunir con su amigo Miguel de la Mora Anguiano, para planear el surgimiento de un nuevo periódico. Por fin, después de varias juntas de análisis, el 8 de enero de 1982 salió a la venta el periódico El Correo de Manzanillo, del cual Don Raúl fue el gerente y Miguel el director. La primera oficina de este diario se ubicó en la casa de De la Mora, en la calle 2 de la Unidad Padre Hidalgo. Cada año se hacían reuniones de todos los colaboradores de ese periódico en el Hotel Colonial, presididas por Don Raúl y Don Miguel, y más adelante por Humberto Silva Ochoa, propietario de la editorial Ecos de la Costa, de la que El Correo pasó a formar parte.

La plazoleta frente a la terminal de cruceros lleva su nombre en su honor, ya que él gestionó la colocación de la propela y las fuentes danzarinas.

Fue el presidente del patronato del Grupo de Bomberos de Manzanillo, y siempre fue su sueño que, no sólo tuvieran su oficina propia, sino que contaron con todos los requerimientos necesarios para brindar auxilio a la población en cualquier accidente o desastre natural. Fue integrante fundador de la Agrupación Ciudadana Manzanillense (Aciman), y su presidente. Se le recuerda como uno de los socios más activos en cuanto a gestoría. El 27 de agosto de 1987 se convierte en el primer director del Instituto Universitario de Bellas Artes en Manzanillo (IUBAM). Durante muchos años trabajó para lograr que se instalara una propela en El Playón; una escultura para Benito Juárez, recordando su breve estadía en nuestro puerto durante 1858; y una fuente danzarina con luces multicolores. Vio la efigie de Juárez, pero no alcanzó a ver la fuente de la propela, ni la fuente de aguas danzarinas. Tampoco supo que, a manera de homenaje, la nueva plaza que se creó para albergar estas tres obras lleva el nombre de Plaza Cívica Raúl Zuazo Ochoa. Prestigiadas revistas de circulación nacional, como es el caso de México desconocido, publicaron sus artículos de historia sobre la región. Publicó entre otros libros: “Manzanillo, anécdotas, personajes y relatos” y “Añoranzas de Cihuatlán”. Dejó en el tintero la segunda parte de su libro sobre la historia de Manzanillo, así como un libro de poesía. Aunque su carácter siempre fue optimista, sus poesías son extrañamente muy tristes, lo que se explica al saber que esto lo escribió durante la enfermedad que lo llevó a la tumba.

Tenía una operación programada que todo indicaba que no tendría mayores complicaciones, pero estando en aquel hospital, del que no diremos el nombre, por falta de higiene en sus instalaciones contrajo una bacteria. Al regresar a su casa tras ser dado de alta, parecía que se recuperaría pronto, pero de repente empezó a arder en calentura. Se le diagnóstico neumonía. El hospital nunca aceptó su responsabilidad. A los pocos días, falleció. Era el 12 de octubre del 2006. Su periódico, El Correo, publicó ese día que fue lluvioso: “Hasta el cielo lloró”.