Memorias del terremoto del 9 de octubre de 1995 en Manzanillo


Quizá para muchos esta historia ya sea conocida, pero creo importante seguirla contando, porque es parte de las memorias de esta ciudad y puerto de Manzanillo. Además, de hace veinticuatro años a la fecha hay muchísimas familias añadidas a esta ciudad, que desconocen por completo lo que sucedió aquel lunes 9 de octubre de 1995, a las 9:35 de la mañana. Oficialmente fue de 8 grados. Los damnificados se contaron por miles, abarcando varios estados: Colima, Jalisco, Michoacán y Nayarit, además de más de sesenta muertos y más de 200 heridos. Se registró a una profundidad de 25 kilómetros.

En ese tiempo yo todavía estaba soltera, viviendo en la casa paterna, justo en la colonia Libertad. En esos precisos momentos mi papá, Alfredo Flores Espejo, que en paz descansa; mi hermano más chico y la que escribe, estábamos en una ferretería en la calle Hidalgo. Todo transcurría con naturalidad, cuando repentinamente la tierra se sacudió. Primero fue algo leve, y poco a poco se fue intensificando el movimiento, a tal grado que todos salimos a la vía pública.

Cuando llegamos a la calle lo hicimos con bastante dificultad, pues en esos segundos de trayecto, del interior de aquella ferretería a la banqueta, el terremoto ya era demasiado fuerte, y su movimiento totalmente ondulatorio; es decir, que hacía el piso como si fueran olas de mar, lo cual hacía casi imposible caminar. Lo digo por los que puedan decir que este tipo de movimiento no existe; y yo les digo que muchos no lo conocen, pues solo sucede cuando los movimientos telúricos son demasiado fuertes.

Tras el terremoto, la Central Camionera de Manzanillo, ubicada en la colonia Libertad, quedó muy averiada.

Es cuando el piso se mueve como si fuera al interior de una licuadora, arriba, abajo y en redondo, con secciones del piso subiendo y otras bajando al mismo tiempo. Es cuando los edificios se dañan o colapsan.

Pero, logramos salir a la calle sin caernos en el intento. Aún mi papá lo pudo hacer, a pesar de su dificultad para caminar a causa de la distrofia muscula que padecía. Lo curioso de esto es que, cuando salimos del inmueble, el terremoto seguía sacudiendo a Manzanillo, haciéndosenos eterno el tiempo de su duración. Fueron tres minutos de horror. En ese lapso se podían observar tinacos en el Sector 6 que se sacudían con tal violencia, que parecía que en cualquier rato se podían desprenden de su base. El gran vidrio de la mueblería enfrente de donde estábamos se ondulaba y crujía como si fuera a tronar.

El tráfico vehicular se paralizó por completo, y entre las cosas raras que alguien hizo, destacan dos en mis recuerdos: Una, que mi hermano, cuando salió de la ferretería corriendo, traía un machete de los que ahí se vendían, y quien sabe cómo le hizo para colocarlo a media carretera, y el de un conocido amigo de la familia, que durante el temblor iba en su bicicleta metiéndosele a los carros. El ruido del sismo era espantoso, terrorífico.

No se me olvida que mi padre, mi hermano y yo nos paramos sobre un machuelo que la ferretería tenía en la entrada con la finalidad de contener el agua pluvial cuando llovía, porque la banqueta durante el temblor se abría y se cerraba, y al final nos dimos cuenta que sobre ese machuelo estaba una pesada cortina de hierro del establecimiento, que en caso de haberse desprendido, seguramente nos hubiera aplastado y muerto.

En esta imagen se ven los daños sucedidos en Plaza Santiago, que después de esto nunca volvió a ser lo que era.

Cuando todo finalizó, los vecinos comenzamos a comentar nuestras impresiones de lo ocurrido. Minutos después nos dimos cuenta que la colonia Libertad había sufrido bastantes daños, pues muchas viviendas quedaron muy hundidas y otras se elevaron; que la Central Camionera había tenido muchas cuarteaduras graves y se había caído parte del techo de los andenes sobre algunos autobuses.

Al finalizar el día 9 de octubre, el Ejército, la Armada  y vecinos organizaron rápidamente un albergue en las inmediaciones de la colonia, donde está la escuela Marina Nacional, para que los vecinos pernoctáramos en el lugar, por el temor de las réplicas y porque algunas viviendas estaban claramente dañadas y necesitaban ser valoradas por expertos, antes de poderse volver a habitar. No se me olvida que los militares daban desayuno, comida y cena en los días siguientes por un buen tiempo, aun cuando las personas no fueran damnificadas directas. Decían que eran para que conviviéramos entre nosotros, y hacer así más amena la crisis psicológica que los de la Libertad habíamos sufrido. En efecto, el terror fue tanto, que pasados más de 20 días, todavía había familias que dormían fuera de sus casas.

Con el paso de las horas nos dimos cuenta que también San Pedrito, por el lado de la colonia Burócrata, había sufrido daños de importancia. Mientras avanzaba el tiempo de ese espantoso día, se corrió el rumor de la formación de un gigantesco remolino en el mar, del lado de la playa de San Pedrito, rumor que fue confirmado por muchas personas que fueron testigos, entre ellos muchos pescadores; sin embargo, no pasó de ser solamente un espectáculo. Fue hasta varias horas después que empezamos a conocer otros daños en la ciudad, como lo ocurrido al desaparecido Hotel Costa Real, que colapsó en su totalidad, con huéspedes y trabajadores dentro de sus instalaciones, así como el complejo de Plaza Santiago. En ambos lugares hubo pérdidas humanas que lamentar. Tan solo en el Hotel Costa Real fueron 39 fallecidos.

Tras el terremoto de 1995 la Clínica No. 10 del Imss quedó sin funcionar por los daños sufridos en su estructura.

Después que pasaron unos días, la información arrojaba que algunos edificios públicos fueron severamente dañados, aunque no colapsados, como la Clínica No. 10 del Instituto Mexicano del Seguro Social, que en ese año se ubicaba frente a lo que hoy es una de las plazas comerciales más nuevas. El mercado 5 de mayo, aunque era de un solo piso en ese tiempo, también había sufrió cuarteaduras importantes, que después ocasionaron su demolición.

Estos son algunos edificios públicos que fueron dañados, porque inmuebles particulares fueron muchísimos, como hoteles en la playa de San Pedrito, como el del Magisterio y Los Ruiseñores, y otros que a la fecha vemos completamente cuarteados y hasta a punto de colapso, como el edificio que se encuentra en la calle Hidalgo 666 y el de la esquina de Miguel Allende y Zaragoza.

Posterior a este terremoto, cuya magnitud fue de más de 7 grados en la escala de Richter, hubo réplicas en los meses subsecuentes; algunas muy fuertes y otras de menor intensidad y que, aunque ya eran pequeñas, el susto porque se pudiera suscitar otro fuerte terremoto estaba de continuo en nuestro sistema nervioso y cerebro. Tras el sismo, Manzanillo se quedó sin energía eléctrica y sin telefonía fija, que era la única que existía en ese tiempo, sin embargo no hubo rapiña ni actos de delincuencia.

Quiero destacar por último, que antes del terremoto del 9 de octubre hubo uno de casi 6 grados el 5 de octubre, a las 11 de la noche. El movimiento fue marcadamente oscilatorio. La profundidad debió haber sido poca, pues, aunque no llegó a los 6 grados, a muchos porteños se les cayeron cosas, y algunos muebles de las viviendas se recorrieron varios centímetros. Creo yo, por lo que viví, que ese movimiento fue el precursor que anunciaba el del 9 de octubre.

El Mercado 5 de Mayo también quedó inutilizable, por lo que se puso un tianguis por un costado donde vendían sus locatarios.

Esta foto capta el momento exacto del terremoto en la calle Carrillo Puerto.

El Ejército y la Armada se distinguieron por su gran labor y rápida respuesta en beneficio de la población.

Los efectos también se dejaron sentir en la colonia Burócrata, donde el enorme busto del estibador “Chato” Barragán se fue al fondo del mar.

Aquí se aprecian las ruinas del Hotel Costa Real, donde hubo la mayor cantidad de decesos.

En esta gráfica se congela el momento exacto del movimiento telúrico en la calle México.