Ropa americana por kilos; todos fuimos sus clientes
La última vez platicaba sobre los tianguis de antaño, y les platicaba que en estos, compraban porteños de todos los niveles sociales y económicos; desde los más pobres, que ahorraban para adquirir una prenda o zapatos, hasta los más pudientes, que se llevaban todo un guardarropa. Pero posteriormente llegó a Manzanillo la ropa de segunda americana.
ROPA POR KILO
Recuerdo como si fuera ayer que, quienes comenzaron a vender estos productos lo hacían por kilos. Sí, leyó bien. Por kilos. Usted escogía del montón de ropa varias playeras o pantalones, y se lo pesaban, cobrándole en base a lo que costara el kilo de ropa, que por cierto, no era nada caro. Esa fue la primera sorpresa que nos llevamos los porteños. Comprar ropa por kilogramo, como si adquiriéramos sal, azúcar o verduras en el mercado.
La segunda sorpresa fue que descubrimos que esa ropa era de mucha más calidad que la mexicana, comprada en los tianguis, pues no encogía en las lavadas, no se decoloraba tan fácilmente, ni mucho menos se deshilachaba. Tampoco le salían hilitos. Y eso fue lo que más gustó. Era mucho mejor que mucha ropa exclusiva de boutique.
ROPA DE SEGUNDA AMERICANA POR PIEZA
Con el tiempo, quienes vendían ropa de segunda americana, descubrieron que venderla por pieza les redituaba muchísima más ganancia. Así que, rápidamente cambiaron de sistema, y el gusto de comprarla así, por kilogramo, nos duró muy poco; pero, aún así, seguía siendo muy económico comprar de esas prendas. Muchos puestecitos de ropa de la segunda americana se instalaron por varios años en la calle J. Jesús Alcaraz, en lo que es conocido como El Tajo.
Estos localitos semifijos eran armazones de metal con plataformas de madera, donde las personas tenían perfectamente acomodada y organizada su ropa, ya que al cliente le era fácil organizar la ropa para mujer, la de varón, la infantil, la formal, la deportiva, las playeras, los pantalones, etc.
LAS PRIMERAS BERMUDAS Y CAMISAS HAWAIANAS
Gracias a esta venta, a Manzanillo nos llegaron las hermosas bermudas, pues anteriormente se utilizaban los famosos shorts, que se traducía literalmente en prendas demasiado cortitas e incómodas, pues llegaban a la ingle y eran apretadas; las bermudas se distinguían por tener estampados muy bonitos.
Antes de esto, si se quería tener un pantalón corto más decente, se recortaba un pantalón de vestir ya un poco viejito, para adaptarlo. Y los pescadores eran los que más lo hacían. También hicieron furor las camisas hawaianas muy coloridas, que antes tampoco eran conocidas aquí.
Pero lo mejor de todo, aparte de los precios al alcance del bolsillo de la mayoría de los porteños, era que ahí podía encontrar uno tallas grandes. Tallas grandes de ropa de buen gusto, porque en las tiendas de ropa que hay en nuestra ciudad y puerto, ha habido siempre cierta discriminación, pues casi siempre han vendido ropa de tallas pequeñas, o sea, para gente delgada. Y cuando alguien llega a ver una talla para personas más grandes, la ropa es muy seria o de mal gusto.
DE TODOS LOS NIVELES SE SURTÍAN
Continuando con nuestro tema, algo bien chistoso que ocurría es que las personas pudientes o de alta sociedad se daban sus mañas para también comprar, según ellas —pues la mayoría eran mujeres—, sin que nadie las viera. Pero como esos puestos estaban en El Tajo, es decir, en la mera pasadera de todos los porteños, siempre uno se daba cuenta de que ahí era donde también ellas compraban.
Cuando las veía dentro de aquellos puestos y las saludaba, muchas de ellas decían cualquier tontería como pretexto para estar comprando ahí, como el clásico: “Vine a darle un recado a la persona que vende”; o: “Vengo a comprar ropa aquí, porque voy a hacer un donativo para la gente pobre”.
En fin, que daban risa los argumentos que utilizaban las fifíes. Y el colmo de los colmos es que hasta ropa interior compraban, ¿cómo la ve? Ah, qué cosas tan chistosas pasaban en estos puestecitos, pues a las ricachonas y a los ricachones ya les daba pena comprar, pero se las ingeniaban, porque reconocían que la ropa era de excelente calidad.
Estos puestos fueron un apoyo tremendo para las familias de escasos recursos económicos, porque podían comprar productos de calidad a precios muy bajos. ¡Quién sabe que habrá pasado, que así como llegó esa moda, se acabó! Hoy en día se ha querido volver a introducir este tipo de prendas, pero, según yo, no le llegan a la calidad de las de aquellos tiempos. Hoy, a decir verdad, parece ropa usada de bazar. Si valdría la pena considerar lo que muchas tiendas de ropa de nuestra ciudad venden, porque es muy notoria la discriminación que hay hacia las personas de un común denominador. Casi todas venden para personas delgadas y jóvenes. Muchos porteños hemos llegado a la conclusión que, para conseguir ropa apropiada, hay que ir a la Perla Tapatía, pues allá no discriminan, y sí se halla ropa para todo tipo de personas.
La ropa de segunda americana de antaño trajo muchos beneficios a Manzanillo, pero ya dividió a la sociedad, porque, al avergonzarse muchos de comprar ahí, eso ocasionó. A final de cuentas, todos ahí compraban; algunos con mañas, pero lo hacían. Pero no fue igual que con los tianguis. ¡Ah, qué tiempos aquellos!