94 años del asesinato de diputado local y alcalde electo en la calle México


Los balaceó Alcaide de la Cárcel, siendo autores intelectuales Presidente municipal y Tesorero en funciones

En el año 1930 nuestro puerto era una población tranquila todavía. Todo mundo se sentía seguro, pues incluso, todo mundo se conocía y se hablaba.  De improviso su población escasa se estremeció ante un hecho de sangre en su calle principal. Por su importancia impactó a Manzanillo y a todo el Estado de Colima.

TIEMPOS CUANDO SE CONVIVÍA SOBRE CALLES CÉNTRICAS CON BAJO TRÁNSITO

El calor habitual de Manzanillo empezaba a descender para aquel 20 de noviembre. Se encontraban conviviendo en este contexto de forma amena el presidente municipal electo, Felipe Rocha, y el Diputado Local, José Dupont, sentados afuera de la casa del primero, sobre la Calle Principal o México –antes Calle de La Laguna-, enfrente de la escuela primaria Miguel Hidalgo, acomodados cómodamente en unos equipales, tipo de asiento tradicional de la región. Platicaba Don Alfredo Cruz Torres, que estos personajes tenían a un lado una pequeña mesita de madera con una jarra de agua, al parecer de agua de jamaica, y tomaban este líquido en sus respectivos vasitos, mientras conversaban amablemente y saludaban a todo el que pasaba.

Hay que decir que por aquellos años casi no había tráfico en las calles del Centro (por aquel tiempo lo que hoy conocemos como el Centro Histórico de Manzanillo, era en realidad casi toda la ciudad) y los porteños que pasaban saludaban, pues era el tiempo en que todas las personas se conocían, por lo menos de vista.

ATAQUE A BALAZOS INTERRUMPE LA PLACIDEZ DEL PUERTO

Nadie sabe a ciencia cierta cuál sería el tema de conversación de los dos políticos, pero seguramente era de temas de actualidad, sobre todo, relacionados a sus carreras, que pareciera ser que iban en ascenso, en especial la de Rocha, que estaba por asumir las riendas del gobierno en Manzanillo, quien en el momento del atentado en que perdió la vida, se desempeñaba como primer regidor propietario del cabildo porteño.

De pronto se escuchó a lo lejos venir un caballo. No era raro, pues en ese tiempo todavía mucha gente andaba en bestias por la ciudad, incluyendo a los propios policías, como era el caso de mi abuelo, Wenceslao Cisneros Villegas, que fue comandante de la policía en Manzanillo, y en ocasiones andaba sobre una montura.

Cuando la persona pasó junto a ellos, los destacados políticos se dispusieron a saludar, pero antes de que pudieran hacer cualquier cosa, el jinete, que no era otro que Miguel G. Magallón, alcaide de la prisión local, que sacó una pistola y les disparó a quemarropa. El diputado murió ipso facto, mientras que Rocha quedó muy malherido, y víctima de las heridas sufridas, a los pocos minutos murió.

POR EL CAÑÓN EN LA BOCA DEL LOBO

Al darse cuenta de las implicaciones de sus actos, Magallón espoleó a su caballo y se retiró a toda velocidad, teniendo las agallas o el cinismo de pasar por enfrente de la presidencia municipal, por donde se encontraba la comandancia de policía. Por aquellos años el palacio municipal estaba en Juárez 100 como ahora, y solo a partir de 1932, por los daños que le ocasionó al edificio el terremoto y maremoto que también generó la famosa Ola Verde, mudó la sede del gobierno local a la Calle México, a un costado de la escuela Miguel Hidalgo.

Rápidamente Magallón alcanzó El Cañón o La Cortada, desfiladero entre los Sectores 4 y 5, paso de las vías del tren desde la Estación del Ferrocarril en el Barrio de La Perlita, hasta el barrio de El Crucero del lado de la laguna. Por esos años, este paso no era una calle, sino únicamente la entrada del tren, por lo cual era un sitio angosto de tierra, y lleno de rieles y durmientes.

Por ahí enfiló su caballo Magallón, ansioso de, al momento de salir al lado de la laguna por la calle de El Crucero rumbo al panteón, poder salir de la ciudad y escapar. Pero, al meter su cabalgadura una pata entre los durmientes, se le quebró, por lo que Magallón tuvo que bajarse y huir a pie con rumbo a El Colomo. Fue alcanzado y aprehendido en la calle de El Crucero, a una cuadra aproximada de la salida del cañón, pues ahí había un retén de soldados que ya lo estaban esperando.

LEY FUGA FRENTE A SU MADRE

Fue llevado a la cárcel ubicada en el palacio municipal. De las averiguaciones que se le practicaron se obtuvieron datos que no pudieron comprobarse, de que los señores, Benjamín Rodríguez Solórzano, presidente municipal en funciones, y José María Ríos, tesorero municipal, fueron los autores intelectuales del doble asesinato.

Se lo llevaron en una patrulla resguardada por otras hacia las afueras de la ciudad, más allá de La Pedregosa, por La Mentirosa, para supuestamente llevarlo a Colima, y al llegar a ese punto, lo bajaron para aplicarle la ley fuga. El convoy se desplazaba con lentitud, y la madre de Magallón los alcanzó corriendo, siendo informada de su paradero, por lo que, cuando vio que bajaban al hijo, se imaginó lo que pasaría, y acercándose al oficial al mando del pelotón, rogó encarecidamente que le perdonará la vida, pero no le hicieron caso alguno.

Acto seguido, lo ajusticiaron ante los ojos de su madre. Magallón murió en sus brazos. Se dice que su progenitora intentaba tapar los borbotones de sangre que salían de sus heridas de bala con sus dedos, mientras lloraba a gritos, en lo que fue una escena desgarradora en cuanto a ella; aunque en otras partes de la ciudad, los deudos de los dos políticos ejecutados a mansalva también lloraban a mares por su irreparable pérdida.

MUCHAS DUDAS Y TIERRA AL ASUNTO

Miguel Magallón era hermano de Carlos Magallón Barreda, quien posteriormente fuera presidente municipal de Manzanillo de 1937 a 1938, y al momento de su delito era también funcionario, ya que, como ya he consignado, era el alcaide de la cárcel en el puerto.

En el acto también se vio involucrado el Juez Menor Constitucional del Puerto, José Espinoza Cortés, aunque nunca se aclaró el hecho del todo, y muchas cosas quedaron en el aire, pues al parecer había muchas personas importantes involucradas en el caso, que era muy delicado y espinoso.

Por cierto, que la viuda del Diputado Local asesinado, Doña Rita de Dupont, pidió se le diera una pensión económica para salir adelante, la cual nunca le fue concedida, ya que le respondieron que el Estado de Colima por aquellos entonces atravesaba por momentos difíciles en cuanto a sus finanzas. Finalmente, asumió el cargo de alcalde de Manzanillo Don Ricardo Véjar, quien continuó en el puesto hasta un año después.

Los violentos hechos causaron heridas que tardaron mucho en sanar, y en buena medida, se le echó tierra al asunto.