Tras el terrible azote del Ciclón Linda que el 27 de octubre destrozó a Manzanillo, la ciudad resurgió de sus ruinas diferente y moderna, y el gobierno federal en coordinación con las autoridades locales empujó su renacer con diversas inversiones y obras, sobresaliendo entre ellas la construcción de la primera colonia moderna de la ciudad.
Esta fue la Unidad Padre Hidalgo, en terrenos ganados a la laguna de Cuyutlán y paralelos a La Pedregosa, al fondo de la Calle México, la cual se construyó a través del Instituto Mexicano del Seguro Social para afiliados y trabajadores de esta dependencia, así como para personas de bajo nivel socioeconómico y que vivían en zonas riesgosas en caso de presentarse un nuevo desastre, como el nefasto ciclón aquel.
EN EL ESTILO MODERNO DE NIEMEYER Y LE CORBUSIER
Cuando en 1960 se inauguró la Unidad Habitacional Padre Hidalgo, colonia mejor conocida como el Seguro Social, se le dotó en su parte del fondo con un teatro de moderna arquitectura, pues tenía techo cónico, por lo que se le llamó la Concha Acústica. No era una casualidad que tuviera ese estilo tan vanguardista y diferente a las construcciones tradicionales de nuestra ciudad, pues en ese tiempo era lo que estaba en boga a nivel mundial.
En 1956 se empieza a construir la nueva capital de Brasil, Brasilia, con una participación destacada del Arq. Óscar Niemeyer, seguidor de Le Corbusier y de la curva. También en 1959 se inició la construcción con igual estilo de la Ópera de Sídney, por conducto del Arq. Jorn Utzon.
Ahí, en la Concha Acústica de la Unidad Padre Hidalgo, se hicieron por décadas las clausuras de cursos escolares de algunas escuelas, como la Juárez, la Padre Hidalgo, Rafael Ramírez y otras del Centro Histórico. También festivales de canto y declamación. Fue escenario de presentaciones de magos e hipnotistas. Se engalanó con la actuación de ballets folklóricos, como el afamado de Felipe López, que hizo giras al extranjero y se llegó a presentar en Siempre en Domingo.
A un costado de esta construcción se encontraba el Centro de Seguridad del IMSS, donde la esposa del Dr. Jorge Baraquiel Alatriste Lozano formó un club con los niños de la colonia y los alrededores, donde tenían acceso a juguetes, escuchar historias, organizar juegos, colorear, hacer trabajos manuales y leer libros acordes a su edad e interés.
Dentro de este inmueble también había una pequeña salita audiovisual, donde se podían pasar películas. Recuerdo que cuando iba al jardín de niños “Rafaela Suárez” me llevaron a ver una en caricaturas del cuento infantil de Óscar Wilde, “El Gigante Egoísta”. Ahí también se daban cursos de corte y confección con la Maestra Ángeles de Fuentes y de otras materias prácticas.
Hoy la concha acústica ya fue demolida. Sobre ese techo, a principios de los años ochentas, “El Tocos”, una persona discapacitada que daba espectáculos de fuerza y equilibrio, que era vecino de El Colomo, se deslizó sobre una patineta, causando la admiración de propios y extraños.
LA PLAZA CÍVICA Y SUS ALREDEDORES
En general, las construcciones del IMSS en esta colonia nueva de la ciudad fueron muy modernas, demasiado vanguardistas. Tan se adelantaron en su tiempo, que algunas, a pesar de ser bellas, tuvieron defectos en los cálculos de resistencia. Este fue el caso de las primeras oficinas administrativas, que se encontraban al lado del mencionado centro de seguridad, sobre la plaza cívica Miguel Hidalgo, que tenían en su parte baja una serie de pilares muy delgados, y en la parte superior, una estructura sólida muy pesada.
Cuando en 1973 sucedió un fuerte sismo, estas oficinas se vinieron abajo. Mi mamá, Celia Cisneros, que era secretaria ahí, alcanzó a salir, pero una de sus compañeras no, y habiendo quedado prensada, tuvieron que amputarle una pierna. Suerte similar tuvo el alto obelisco, que se encontraba al frente de las citadas oficinas, al cual se le cayó la parte superior.
Hay que decir que también se usaron mucho en estas construcciones las paredes llenas de celosías circulares de arriba a abajo, lo que las hacía muy vistosas.
En la Plaza Cívica muchos son los manzanillenses que aprendieron a andar en bicicleta. En los años sesentas, setentas y ochentas, de todas partes de la ciudad iban las familias a esta plaza con este fin para sus hijos pequeños. Los niños más chicos paseaban en círculos en triciclos. Los más grandes y avezados andaban en patines normales o patines del diablo. Las patinetas eran raras, y las que había eran de otro estilo, pues no se estilaban las actuales. Mientras esto pasaba, los padres muy románticos se sentaban a contemplarlos en unas bancas de concreto que se ubicaban al costado de la calle 9.
En esta había una tiendita donde vendían tortas y refrescos, donde se abastecían los paseantes, y también acudían ahí a comprar los familiares de las personas internadas en la clínica, que se ubicaba en la calle 10. A la izquierda de la plaza, frente a la laguna, se encontraban dos escuelas, de las cuales fui alumno en los años setenta: el kínder “Rafaela Suárez” (que ahora es más pequeño que entonces) y la primaria “Padre Hidalgo”.
Frente a estas estaba el Instituto Meteorológico. Al fondo, se encontraba “El Pastito”, que era un lugar lleno de vegetación donde las personas se recostaban cómodamente, mientras esperaban a sus familiares que habían ido a consulta médica. Lo hacían a la sombra de las palmeras.
Regresando a la Plaza Cívica, he de decir que sobre ella hay dos excelentes estatuas. Una es la de Miguel Hidalgo, muy bien hecha y bastante elevada sobre su pedestal, y del otro, a un costado de una alta astabandera y de aquel obelisco que ya he mencionado, “El Monumento a la Madre”, que es el emblema del Seguro Social. Pero hay que decir que, aunque hay muchas efigies con esta figura por todo el país, esta está considerada como la mejor en su tipo por varios arquitectos.