Dimensiones de la generación de basura en la realidad. Una estrategia para tratarla desde la prevención y la educación.
Posiblemente recuerdes la película Wall-E, en la que un pequeño robot se encarga de limpiar el planeta Tierra, devastado, repleto de basura y abandonado por la humanidad. Durante mucho tiempo, las producciones cinematográficas han mostrado esta visión de un futuro post apocalíptico como ciencia-ficción; sin embargo, parece que parte de esa ficción está a punto de convertirse en realidad. En 2008, cuando se estrenó esta película, el escenario parecía lejano, hoy, 16 años después, es más cercano de lo que quisiéramos.
La producción de basura a nivel mundial se incrementa cada año en proporción alarmante. En 2018, el Banco Mundial estimó la producción mundial de residuos en 2,010 millones de toneladas al año y predijo que para 2050 la cantidad aumentaría a 3,400 millones. Unos años más tarde, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calculó que la producción anual en 2022 fue de 11, 200 millones, dato que rebasa las predicciones y enciende las alarmas.
Aunado al problema que implica este alto volumen de generación, se encuentra la gestión inadecuada. En muchos lugares no existen sistemas de manejo eficientes que incluyan recolección separada y disposición final apegada a las normas oficiales, lo que repercute en contaminación del suelo, aire y agua.
¿QUÉ ONDA CON LA BASURA?
Consideramos basura a todo aquello que ya no es de utilidad. Hemos aprendido que la forma correcta de desecharla es colocarla en contenedores y entregarla en los camiones recolectores, pero ¿alguna vez te has preguntado a dónde va la basura?
Probablemente no, porque cuando ya no la vemos, creemos que desaparece por arte de magia; sin embargo no es así, siempre termina en algún lugar, puede ser un relleno sanitario, un vertedero a cielo abierto, alcantarillas, ríos, lagos, mares, el estómago de los animales o las células de nuestro cuerpo.
En el mundo, diariamente se producen más de 30 millones de toneladas de basura, una cantidad exorbitante difícil de imaginar, cuyo camino inicia en el momento en que adquirimos productos envasados en materiales como plástico, unicel, cartón, entre otros. Su manejo lo delegamos al gobierno, pues consideramos que son ellos quienes deben enviar camiones para su recolección. No obstante, el camino de la basura no termina ahí, en realidad apenas comienza.
Los camiones recolectores llevan la basura a espacios que se llaman rellenos sanitarios, donde debe compactarse con maquinaria especializada; el diseño del sitio debe contar con salida para los gases (metano) y líquidos (lixiviados), de manera que no contaminen el suelo ni el agua y tampoco se conviertan en bombas de tiempo que exploten (literalmente). Desafortunadamente en México son pocos los rellenos sanitarios que cumplen con los requerimientos de acuerdo con la ley.
Cuando la basura se lleva a las barrancas o terrenos baldíos, favorece el desarrollo de fauna nociva, despide olores fétidos y es arrastrada por la lluvia hacia los ríos, mares o lagos. La que se coloca en las esquinas de las calles generalmente termina esparcida por el viento tapando coladeras y alcantarillas.
ENEMIGO SILENCIOSO
La basura que producimos llegó para quedarse. Por su composición es imposible que sus elementos puedan reintegrarse a los procesos bioquímicos a través de los cuales la materia se regenera. El plástico, por ejemplo, se pulveriza en fracciones muy pequeñas (microplásticos) que se integran como agentes tóxicos en los alimentos que ingerimos.
Diversos estudios han comprobado la presencia de microplásticos en sangre y otras células humanas, convirtiéndose en factores que favorecen el desarrollo de enfermedades tan graves como el cáncer.
Por otra parte, los rellenos sanitarios mal planeados y administrados provocan graves problemas sociales que se relacionan con la proliferación de enfermedades que afectan a la población en general, en especial a un sector de la población que se dedica a lo que nadie quiere hacer: separar los residuos.
Los recuperadores urbanos, llamados durante mucho tiempo pepenadores, realizan una labor muy importante al rescatar de la basura aquello que puede tener valor nuevamente con lo que se disminuye la necesidad de extraer más elementos de la naturaleza. Sin embargo, estas personas carecen de protección social y se encuentran expuestos a riesgos de salud que se complican debido a la extrema pobreza en la que viven.
La contaminación por basura es un monstruo que nosotros mismos concebimos; crece silenciosamente en esos lugares lejanos en los que lo alimentamos a diario, sin ser conscientes de todo el daño que causa.
LA BASURA NACE DE LA REVOLTURA
Desde hace algunas décadas, diversas organizaciones han promovido acciones para contribuir a disminuir la problemática causada por la basura. Una de estas es la conocida campaña o regla de las tres R, reducir, reutilizar y reciclar.
Muchas veces se confunde reciclar con reutilizar, pero no es lo mismo, reciclar no es una actividad que se pueda realizar de manera individual y cotidiana, sin embargo, hay algo muy importante que sí podemos hacer: separar desde la fuente, es decir, desde nuestros hogares, escuelas y centros de trabajo.
Si realizamos una separación selectiva en la que no se revuelva aquello que puede destinarse al reciclaje, eso se convierte en residuo y deja de ser basura. Esta acción simple puede disminuir el volumen de lo que llega a los rellenos sanitarios, alargar su vida útil y evitar que se extraigan nuevos materiales de la naturaleza.
Hay muchos programas e iniciativas que promueven la separación, sin embargo, para que este proceso sea realmente exitoso y permanente, se requiere un sistema que contribuya a crear