Proyectos como los italianos prometen beneficios sostenibles, pese a las críticas sobre impacto paisajístico y laboral
La energía eólica marina se posiciona como una de las alternativas más prometedoras para reducir la dependencia de combustibles fósiles en Europa. Con vientos constantes y sin obstáculos en alta mar, esta tecnología permite una mayor previsibilidad en la generación energética, siendo clave para cumplir los objetivos de descarbonización.
Empresas como Nadara y BlueFloat Energy lideran ambiciosos proyectos en Italia, donde se prevé la instalación de 170 aerogeneradores flotantes a 18 kilómetros de la costa en regiones como Apulia. La inversión, estimada en 8,000 millones de euros, proviene exclusivamente del sector privado. Estos parques eólicos, además de generar energía limpia, podrían dinamizar economías locales, crear miles de empleos durante su construcción y fomentar industrias relacionadas, como la producción de acero.
Sin embargo, la expansión de la energía eólica marina no está exenta de controversias. Por un lado, se enfrentan críticas por el impacto visual de los aerogeneradores, aunque expertos señalan que, desde la costa, su percepción es mínima. Por otro lado, surgen preocupaciones sobre los efectos en la pesca de arrastre, una práctica que ya enfrenta restricciones por su impacto en los ecosistemas marinos. Las compañías apuestan por la reconversión laboral y destacan los beneficios ambientales, como la creación de hábitats similares a los arrecifes coralinos alrededor de las estructuras.
El potencial de esta tecnología no solo es local. Países del norte de Europa, como Alemania y Dinamarca, avanzan con planes para expandir su capacidad eólica marina a 150 gigavatios para 2050, mostrando el camino hacia una Europa más sostenible. Italia, con su tradición metalúrgica e ingeniera, podría posicionarse como un líder en este sector.
Pese a los avances tecnológicos y el interés de inversores internacionales, los desafíos persisten. La transición energética requiere un equilibrio entre sostenibilidad, protección ambiental y desarrollo económico, en un contexto donde las finanzas globales oscilan entre la apuesta por energías renovables y la presión por mantener los beneficios del sector fósil.