La historia de Don Cristóbal, el Vigía de Manzanillo


Don Cristóbal Rodríguez fue el último de una larga serie de personas que desempeñaron el oficio de Vigía en nuestra región, desde los tiempos de La Colonia.

UN OFICIO MUY IMPORTANTE PARA EL RESGUARDO DE LAS COSTAS NACIONALES

Hasta antes de 1824, los vigías o centinelas de Totolmaloya cumplían con esta encomienda, oteando el horizonte para ver si no se acercaban barcos piratas o si retornaba desde las Filipinas el Galeón de Acapulco, también conocido como la Nao de la China.

Desde el siglo XVI empezó a funcionar la institución del vigía del puerto, en cerros cercanos a Salagua y Santiago de Buena Esperanza, ya que estos puntos eran los más importantes de esta área de nuestro litoral, y el Puerto de Salagua específicamente era el lugar de aguada de casi todos los navíos que surcaban la zona, y se necesitaba tener vigilancia.

Tras la independencia de México, se hicieron las gestiones para la apertura del Puerto de Manzanillo, las cuales culminaron con éxito, trasladándose el viejo puerto de Salagua a la nueva población, ubicada a la entrada de la Bahía de Manzanillo.

EL CERRO DEL VIGÍA ABRIENDO LA BAHÍA

Por ende, desde entonces el puesto de vigía se cambió al cerro al que se le puso este nombre, El Vigía, y que hoy es también conocido como Sector 1, gracias a la denominación que le asignó el Servicio Postal Mexicano, para una mejor ubicación de los numerosos domicilios ahí asentados.

En el primer cerro se construyó, pues, el punto de vigilancia del centinela marítimo del puerto, puesto muy necesario en aquellos entonces en que no había telecomunicaciones ni satélites.

Por identificación con la función que desempeñaba, al cerro en cuestión se le empezó a llamar como El Vigía, nombre con el que hasta la fecha se le sigue conociendo entre los porteños, aunque oficialmente este cerro es conocido como el Sector 1.

Desde ahí se veían venir barcos hacía el puerto y se podía conocer su procedencia y propósito, además de tenerse una noción inmejorable de las condiciones meteorológicas, incluyendo el acercamiento de ciclones o tormentas tropicales.

EL ÚLTIMO DE SU CLASE

El último de los encargados de este noble y valioso oficio, y del que se tienen registros por larga actividad que desempeñó fue Don Cristóbal Rodríguez Vázquez, nacido en Ejutla, Jalisco, quien inició muy joven a hacer esta labor y la siguió hasta más allá de los noventa años.

Se caracterizaba este hombre delgado y de baja estatura por siempre andar muy elegante y limpio, de vestiduras blancas de manga larga y con hombreras y gorra militar, en ocasiones con unos binoculares al cuello.

Por medio de un código de señales internacional se comunicaba con los barcos desde la distancia para conocer cualquier información valiosa sobre estos desde antes de su arribo y, asimismo, por este mismo sistema, hacía saber a los porteños la nacionalidad, número y tipo de barco que se acercaba a tierra, siendo en ese tiempo muchos manzanillenses duchos en conocer estos mensajes cifrados, con triángulos, cuadrados, círculos y otros símbolos, colocados sobre la cruz de señales.

También daba señales sobre asuntos del tiempo, colocando banderas con colores rojo, amarillo o negro, para indicar el grado de peligrosidad existente. Para hacer que la gente volteara hacia el cerro para conocer sus mensajes, llamaba su atención tocando una campana montada sobre un travesaño o golpeando un riel colgante con un marro o mazo apropiado.

OTEANDO EL HORIZONTE POR MÁS DE SESENTA AÑOS SIRVIÓ

EL MAESTRO DE LA CAMPANA

Todo Manzanillo lo respetaba. Se le recuerda por su amabilidad, pues cuando subía a la cumbre de su cerro, siempre iba saludando a todo mundo, y acostumbraba a llevar bolsas con dulces, de modo que, cuando se encontraba en el camino de ascenso a grupos de niños, les obsequiaba dulces, que ellos, desde luego, aceptaban encantados.

Fue tanta su fama, que apareció en 1973 en las páginas de la prestigiada revista National Geographic en su edición en inglés, en el número de noviembre, donde se le nombra El Maestro de la Campana (Master of the Bell).

Al momento de la publicación, Don Cristóbal todavía se encontraba en activo y en su puesto, a la sorprendente edad de 94 años. En esta ocasión aparece una fotografía suya, con su atavío característico, retratado en uno de los portales del ya desaparecido edificio federal de Manzanillo.

Don Cristóbal nació en 1879, y según registros militares que se le hicieron en 1942, cuando tenía 63 años, vivía en el cerro de El Vigía o Sector 1, junto a su esposa e hijos.

UN PORTEÑO IRREMPLAZABLE, IRREPETIBLE E INOLVIDABLE

Sirvió como Vigía de Manzanillo durante más de sesenta años, entre 1910 y 1975, es decir, hasta la avanzada e increíble edad de 96 años. Murió en el año de 1981, a los 102 años.

Tras su muerte no hubo nadie que lo reemplazara, ya que nadie aprendió el oficio y porque, además, alrededor del tiempo de su deceso empezaron a cundir las comunicaciones a distancia, los sistemas satelitales y el uso de las computadoras, que hicieron obsoleta su profesión.

Sin lugar a duda fue un gran personaje de la historia de Manzanillo; el último de su clase.