La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe sin precedentes que posiciona la soledad y la desconexión social como amenazas globales a la salud pública. El documento, titulado “De la soledad a la conexión social: el camino hacia sociedades más saludables”, fue elaborado por la Comisión de la OMS sobre Conexión Social, presidida por la doctora Vivek Murthy y la doctora Chido Mpemba.
El informe denuncia una crisis global de soledad que, lejos de ser un fenómeno individual o esporádico, afecta de forma sistemática a múltiples grupos etarios y regiones del mundo. La Comisión sostiene que esta forma de aislamiento no solo deteriora la calidad de vida, sino que también acorta la esperanza de vida y representa un costo económico sustancial para los sistemas de salud y la productividad mundial.
Según la OMS, la soledad y la falta de conexiones sociales fuertes aumentan significativamente el riesgo de enfermedades cardiovasculares, demencia, ansiedad y depresión. Las personas solas tienen un 32% más de probabilidad de morir prematuramente. Para ilustrar la gravedad del fenómeno, el informe equipara sus efectos en la salud con los del tabaquismo o la obesidad.
UN FENÓMENO GLOBAL Y GENERACIONAL
El estudio señala que aunque la soledad ha sido históricamente percibida como un problema de los países desarrollados, hoy se reconoce como una preocupación universal. En países de ingresos bajos y medios, donde el tejido social ha sido tradicionalmente fuerte, las transiciones demográficas, la urbanización y la migración han erosionado los vínculos comunitarios.
Uno de los hallazgos más alarmantes del informe es la prevalencia de la soledad en jóvenes. Si bien los adultos mayores han sido comúnmente identificados como el grupo más afectado, investigaciones recientes muestran que los jóvenes de entre 15 y 29 años reportan niveles especialmente altos de desconexión, atribuibles al uso excesivo de redes sociales, el desempleo juvenil y la precariedad habitacional.
En respuesta a este diagnóstico, la Comisión propone una agenda global centrada en promover la conexión social como un pilar fundamental de las políticas públicas. Entre las recomendaciones, destaca la creación de sistemas nacionales para monitorear la soledad y la inversión en infraestructura social, como centros comunitarios, programas intergeneracionales y redes de apoyo locales.
Reconocer la conexión social como determinante clave de la salud
“Las conexiones humanas no son un lujo; son una necesidad. La salud pública del siglo XXI debe incluir la promoción de relaciones sociales significativas como estrategia de prevención”, afirmó la doctora Mpemba durante la presentación del informe en Ginebra.
La Comisión propone además que se reconozca la conexión social como un determinante clave de la salud, de manera equivalente a otros factores como la educación, la nutrición o el acceso al agua potable. Para lograrlo, se recomienda incluir métricas de conexión social en encuestas nacionales y planes de salud.
Uno de los modelos destacados es el del Reino Unido, que en 2018 creó un Ministerio para la Soledad y desarrolló indicadores específicos para medir la soledad crónica. En Japón, iniciativas similares han sido implementadas en respuesta al fenómeno del hikikomori, jóvenes recluidos que se aíslan del contacto social durante años.
COSTOS, TECNOLOGÍA Y DISEÑO DE ENTORNOS SOCIALES
Desde una perspectiva económica, el informe estima que los costos asociados a la soledad ascienden a más de 1 billón de dólares anuales a nivel mundial, incluyendo pérdida de productividad, aumento de enfermedades crónicas y utilización excesiva de servicios de salud. Invertir en conexión social no solo es una cuestión ética, sino también financieramente racional.
El informe también destaca el papel de la tecnología, advirtiendo que, si bien las plataformas digitales pueden facilitar el contacto, no sustituyen la calidad del vínculo humano cara a cara. En este sentido, se exhorta a los gobiernos a regular el uso de redes sociales entre menores de edad y promover espacios digitales más empáticos y constructivos.
Uno de los focos más innovadores del informe es su llamado a una “arquitectura del entorno” que facilite la conexión social: parques accesibles, urbanismo participativo, transporte público seguro y entornos laborales que favorezcan la colaboración humana. Esto requiere repensar las ciudades desde una lógica de cohesión social.
UN LLAMADO A LA ACCIÓN GLOBAL
La Comisión subraya también que la conexión social debe ser parte integral de las estrategias de recuperación post-COVID-19. La pandemia exacerbó los niveles de aislamiento en todas las edades, y aún hoy se observan secuelas psicosociales que requieren atención sistemática a largo plazo.
Además, se aboga por incorporar la educación emocional y la alfabetización social en las escuelas, para enseñar desde edades tempranas la importancia de la empatía, la escucha activa y el fortalecimiento de relaciones interpersonales sanas.
En cuanto al rol de la ciencia, el informe hace un llamado a intensificar la investigación interdisciplinaria sobre los efectos de la soledad, incluyendo neurociencia, salud pública, sociología y economía. También sugiere desarrollar nuevas herramientas diagnósticas que permitan detectar aislamiento crónico en atención primaria.
En definitiva, el mensaje central del informe es claro: la soledad es un problema de salud pública que requiere una respuesta colectiva. No basta con intervenciones individuales; se necesitan políticas de Estado y colaboración multisectorial. “La conexión social no es una cuestión de caridad; es una necesidad vital para construir sociedades resilientes y saludables”, concluye el informe.
La OMS espera que este informe impulse la inclusión de la conexión social en la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y sirva de base para una nueva generación de políticas públicas centradas en el bienestar colectivo.
La soledad y la desconexión social deterioran la salud tanto como el tabaquismo
La OMS advierte que la soledad eleva el riesgo de muerte y enfermedades crónicas.