En México se ha venido hablando en los últimos años de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), un modelo educativo que busca ir más allá de los métodos tradicionales de enseñanza. No solo se centra en transmitir conocimientos, sino en formar ciudadanos críticos, responsables y comprometidos con su comunidad. Este enfoque no surge de la nada, tiene raíces profundas en el pensamiento social latinoamericano, y uno de sus referentes más importantes es la teología de la liberación.
La teología de la liberación nació en América Latina durante la década de 1960, en un contexto de desigualdad y pobreza extrema. Teólogos como Gustavo Gutiérrez propusieron leer el Evangelio desde la perspectiva de los pobres, es decir, colocar a los más vulnerables en el centro de la acción cristiana. Este movimiento no se limitó a cuestiones religiosas, influyó en la forma en que se entendía la educación, la política y la justicia social. Su lema principal era claro: “opción preferencial por los pobres”.
En México se ha venido hablando en los últimos años de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), un modelo educativo que busca ir más allá de los métodos tradicionales.
Por su parte, la Nueva Escuela Mexicana, impulsada desde la Secretaría de Educación Pública, busca que los estudiantes no solo aprendan contenidos académicos, sino que desarrollen conciencia social y comunitaria. Se habla de que los niños y jóvenes deben ser capaces de identificar problemas de su entorno y participar en su solución, fomentando valores como la solidaridad, la empatía y la cooperación.
Aquí es donde ambas corrientes dialogan. La teología de la liberación nos enseñó que no se puede hablar de justicia si se deja fuera a los más pobres. La Nueva Escuela Mexicana, desde el ámbito educativo, plantea lo mismo: la escuela no debe ser un espacio aislado, sino un motor de transformación social. En ambos casos, se reconoce que el conocimiento y la acción van de la mano.
Un punto clave es que la teología de la liberación utilizó herramientas críticas, como el análisis de las estructuras sociales y económicas, para denunciar la injusticia. De manera similar, la Nueva Escuela Mexicana invita a analizar la realidad mexicana con sus desigualdades, y a formar ciudadanos capaces de imaginar y construir alternativas. Así, el aula se convierte en un espacio donde se aprende a pensar, pero también a actuar.
En un país donde todavía existen grandes diferencias sociales, esta visión educativa es fundamental. No se trata solo de preparar a los alumnos para un empleo, sino de enseñarles a ser personas sensibles ante la realidad, capaces de trabajar por el bien común.
En la Universidad Univer Colima compartimos esta visión y estamos comprometidos con el desarrollo del trabajo comunitario. Desde nuestras aulas y proyectos realizamos acciones
en favor de los más necesitados, convencidos de que la educación tiene sentido cuando transforma vidas y comunidades.
La Nueva Escuela Mexicana y la teología de la liberación, cada una en su campo, coinciden en un mensaje profundo: la verdadera educación y la verdadera fe no pueden estar de espaldas a la realidad social. Ambas buscan lo mismo, una sociedad más justa, solidaria y humana.
