Aprendiendo de una tragedia
-Este pasado miércoles 10 de septiembre una pipa que traía más de cuarenta mil litros de Gas LP volcó en la alcaldía Iztapalapa de Ciudad de México.
El hecho causó un infierno, ya que el vehículo volcado ocasionó una explosión masiva, gigantesca, que alcanzó todo a su alrededor, envolviéndolo en llamas, levantando grandes lenguas de fuego, causando la consternación de propios y extraños en toda la nación, que lo vimos a través de la televisión y las redes sociales.
El Gas LP es el que normalmente utilizamos en nuestras casas de forma cotidiana para cocinar nuestros alimentos, para calentar el agua a través de los bóyleres, y también el que utilizan las tortillerías.
Esta situación que escuchaba por televisión hizo que me acordara que hace algunos días, más o menos como a principios de septiembre, íbamos mi esposo y yo a pie por la avenida Hidalgo con rumbo hacia la Tienda Ley, que se ubica al final de la colonia Libertad, cuando de repente nos topamos con que una pipa de gas le estaba surtiendo combustible a cierta tortillería, que se ubica más o menos por el 574, donde hace algunos años atrás era una llantera.
Ante este obstáculo temí, porque algo en mí, que se llama sentido común, me hizo sentir que no debía pasar por ahí, y peor, cuando la empresa de gas estaba surtiendo el combustible a un tanque estacionario, con la máquina de hacer tortillas encendida, trabajando, y con venta al público del producto. Tampoco estaba acordonada la zona.
Así que le pedí a mi esposo que cruzáramos la vialidad, para no pasar por debajo de la manguera que surtía el gas. No ignoraba que pasando por enfrente si sucediera, Dios guarde la hora, una explosión, no la íbamos a librar; pero, no había otra manera rápida de evitar la peligrosa manguera que transportaba el gas de la pipa al tanque estacionario.
He de decir que no aparentaba haber ningún peligro, pero, de todas maneras, no dejaba de ser una situación estresante.
Casi todas las tortillerías que cuentan con máquina para hacer su producto utilizan gas, y a casi a todos estos establecimientos se les surte combustible a través de pipas.
Esto debiera hacer pensar a las autoridades de Protección Civil que esa manera de surtir el combustible en las tortillerías debe garantizar medidas de seguridad a la población.
Normalmente estos establecimientos están en zonas muy concurridas y habitadas, por lo que un desperfecto, ya sea en la manguera que traen los de la empresa gasera, un daño o falta de mantenimiento en el tanque estacionario de la tortillería podría ocasionar un incendio con tamaña explosión, que vaya usted a saber que alcance tendría en una calle, barrio o colonia.
Una de las cosas que a través de este espacio he hecho en el pasado es pedir que las tortillerías estén en lugares despoblados, en alguna zona especial desde donde el producto lo repartan por toda la ciudad en camionetas, motocicletas o bicicletas, para así con ello poder evitar el que hay alguna tragedia.
Porque, las tortillerías establecidas en medio de zonas pobladas o de mucha concurrencia sí son un peligro latente para los porteños.
Otra cosa que se puede hacer es que el cabildo cree y apruebe reglamentos que las tortillerías deban cumplir, para poder surtir su combustible, como el que las máquinas estén apagadas, que acordonen la banqueta, que no tengan venta al público mientras surten y que esto lo hagan en ciertos horarios donde haya la menor gente en la calle, aunque esto es casi imposible, porque en los alrededores de las tortillerías también vive gente, que hace su vida y pernocta.
Aunque lo mejor es que haya una zona exclusiva para que se instalen este tipo de empresas.
Otro riesgo que se corre es el que los porteños lleven sus cilindros de treinta kilos a surtir su combustible a granel hasta la empresa gasera más cercana, porque no les alcanza para comprar el tanque completo, y que el camión repartidor se los lleve hasta su domicilio.
Esta situación también debiera preocuparle a los de Protección Civil, porque, tener un cilindro de treinta kilos en casa implica cierto mantenimiento, que tal vez no se le pueda dar en los hogares, como pueda ser el cambio de válvula o mantener la lámina en buen estado.
Los cilindros de gas son, o debieran ser, revisados periódicamente por autoridades competentes en las empresas; pero, cuando un mismo cilindro se tiene en un hogar por años, ese contenedor se escapa de las inspecciones que las autoridades les hacen a las empresas.
También es peligroso trasladar un tanque de gas, llevado a como Dios les da a entender, y muchos lo hacen agarrando una mototaxi, en la cajuela de un taxi de sitio o vehículo propio, en un diablito, quizá bien amarrado en una bicicleta o moto particular, en un triciclo de esos en los que venden pan o bolillo…
En fin, por creatividad para ir a surtir a granel el gas doméstico, no paramos.
¿Cuál sería la solución a este problema? Que las autoridades que nos gobiernan exijan a las empresas gaseras tener tanques de menor capacidad, como pueden ser de veinte o diez kilos, y así, de esa manera, los camiones repartidores puedan ofrecer a la población un servicio más económico, que esté al alcance de su bolsillo.
Los camiones repartidores de gas doméstico tienen el conocimiento y la experiencia necesarias para el manejo y traslado de los cilindros de gas, así como la responsabilidad del mantenimiento de los tanques. Al menos, esto es lo que se supone.
Pero, por desgracia, en Manzanillo solamente nos surten treinta kilos a través de los camiones repartidores, pues, si se quiere una cantidad menor a esta, ya no brindan el servicio a domicilio.
Eso pone en riesgo a la población de una explosión o incendio.
Dicen que de los errores se debe aprender. Así que, que lo pasó en Ciudad de México haga recapacitar a nuestras autoridades de Protección Civil y al cabido porteño, para que se tomen medidas verdaderas de protección civil o cuidado a la población, que viene siendo lo mismo.
Que vean eso de las tortillerías y la introducción de tanques de gas más pequeños en las empresas de gas que brindan servicio a los hogares.
-Qué tenga un bonito día