Experimento que alertó al mundo


En China hubo un caso muy emblemático de un genetista: He Jiankui. A través de experimentos, consiguió que nacieran dos niñas con cambios en su material genético. Su intención declarada fue protegerlas del virus del sida.

El anuncio sacudió al mundo porque tocó un tema que nos importa a todos: qué se puede hacer con la vida antes de nacer y bajo qué reglas.

He Jiankui no actuó dentro de los cauces que la ciencia y las autoridades piden para proteger a las personas. Ignoró procedimientos de revisión ética, presentó papeles que no correspondían y empujó un proyecto que sabía que no recibiría autorización.

Trabajó con colegas que también resultaron sancionados. Cuando se supo lo que había hecho —en parte porque él mismo lo anunció como un logro—, comenzaron las preguntas duras: ¿realmente funcionó? ¿qué riesgos enfrentan esas niñas? ¿quién autorizó cada paso?

Al revisar su trabajo con más detalle, la comunidad internacional detectó fallas y resultados que no eran los prometidos. En algunos casos, el cambio que buscaba no se logró de forma completa; en otros, aparecieron variaciones inesperadas. Eso significa incertidumbre y cuando se trata de niñas y niños que van a vivir toda una vida con esos cambios, la incertidumbre no es una opción responsable.

La reacción fue amplia y rápida. Hubo condena social, científica y legal. Un tribunal en China lo encontró culpable por su manera de proceder y le impuso cárcel y multa. Sus colaboradores recibieron castigos menores.

El mensaje fue claro: no se pueden hacer experimentos de este tipo por cuenta propia, sin transparencia, sin controles y sin proteger a quienes participan.

¿Qué nos deja este caso como sociedad? Primero, que todo avance científico con impacto en seres humanos debe cumplir reglas estrictas y claras. Esas reglas existen para evitar daños, engaños y decisiones tomadas por ambición o fama.

En China hubo un caso muy emblemático de un genetista: He Jiankui. A través de experimentos, consiguió que nacieran dos niñas con cambios en su material genético.

Nadie —por más brillante que sea— puede estar por encima de esos controles. Segundo, que los países y las instituciones tienen que vigilar, coordinarse y reaccionar a tiempo. Si dejamos grietas, alguien intentará pasar por ahí.

Pero este caso también deja una crítica necesaria hacia dentro de la propia comunidad científica internacional: muchos laboratorios y universidades son herméticos, hay científicos talentosos, fuera de los grandes centros, que no logran que sus ideas sean escuchadas ni evaluadas con seriedad.

A veces, por no tener un nombre famoso; a veces, por no pertenecer a redes de prestigio. Cuando el sistema cierra puertas, crea un incentivo equivocado: quien cree tener una buena idea puede sentirse empujado a avanzar por su cuenta, sin supervisión, y eso es peligroso.

De ahí un doble llamado. A los gobiernos: abrir programas que financien y acompañen proyectos de salud y tecnología de alto impacto, con exigencias claras y revisión pública.

A las universidades y a los comités éticos: construir ventanillas abiertas, calendarios transparentes y criterios conocidos para evaluar propuestas de cualquier parte del mundo, sin importar la marca del laboratorio o el apellido del autor. Y a la sociedad: exigir que se cumplan las reglas, pero también que existan caminos reales para innovar con responsabilidad.

Porque la innovación importa. La promesa de prevenir enfermedades graves y reducir el sufrimiento es real. Hay herramientas nuevas que pueden cambiar la medicina para bien.

Lo correcto no es cerrar la puerta a toda investigación; lo correcto es poner un freno cuando hace falta, revisar a fondo los datos, proteger a las familias y solo avanzar cuando la evidencia lo permita.

Si un proyecto demuestra, con el tiempo y la vigilancia debida, que es seguro y útil, entonces debe recibir apoyo. Si miente o pone en riesgo a las personas, debe ser detenido y sancionado.

El caso de China nos recuerda que el bien de la humanidad no se defiende con atajos, sino con reglas firmes, supervisión seria y puertas abiertas a la creatividad responsable.

abogadoangel84@gmail.com