Fue una jornada difícil para Luis Enrique por partida doble. En el Théâtre du Châtelet, frente al Río Sena, ganó el Trofeo Johan Cruyff al mejor entrenador del año contra otros candidatos de lustre y méritos como Arne Slot, del Liverpool, Hansi Flick, del Barcelona o Enzo Maresca, que al frente del Chelsea le arrebató el Mundial de Clubes, lo que provocó un desaguisado de Lucho, con insultos, empujones y manotazos.
A poco más de 770 kilómetros, el Marsella le arruinó la tarde al técnico del París Saint Germain. La escuadra del mar Mediterráneo se llevó el clásico de Francia por la mínima diferencia. Trago agridulce para Luis Enrique.
Más que técnico, Luis Enrique se define como “un competidor”. Así lo dice en el documental No tenéis ni puta idea, en el que revela algunas de sus claves en su día con día en el PSG y su vida privada.
La llegada de Luis Enrique a la Ciudad de la Luz supuso un cisma. En el PSG, diseñado sobre el culto a los superastros (Messi, Neymar, Mbappé), el asturiano prometió que el equipo sería la única estrella.
En las entrevistas del citado documental se le ve como lo que es: un estratega que no pide permiso y que desafía la narrativa. “Cuanto más mierda y más barro hay, mejor me encuentro”, dice con una sonrisa de tiburón, consciente de la presión y del ecosistema mediático parisino, que él mismo describe como un circo.
Tácticamente, la impronta de Luis Enrique es clara. En Francia, los medios han destacado la revolución que ha implementado en un equipo que antes dependía de individualidades. Siempre busca un futbol asociativo y una presión alta e intensa. En palabras de analistas, “ha conseguido lo que parecía imposible: que un club de estrellas se convierta en un bloque”.
Su método no se limita al campo. En el documental, vemos cómo se dirige a sus jugadores con una franqueza que desarma. A Kylian Mbappé, al que cariñosamente llama Kiki, lo presionó para que asumiera el liderazgo, diciéndole: “El problema es que se les trata como a dioses”. Es esta combinación de exigencia y cercanía lo que le permite desordenar el vestuario para luego reorganizarlo.
Luis Enrique se compromete a morir con la suya. En el documental, habla abiertamente del duelo por la pérdida de su hija Xana. Ese dolor le ha dado una perspectiva única sobre el éxito y el fracaso.
Para Luis Enrique, fracasar no es perder, sino dejar de intentarlo hasta agotar posibilidades y fuerzas. Cuando perdió con España ante Marruecos en el Mundial de 2022, no hubo drama. “Voy a morir con mi verdad”, dijo, con la convicción de que hizo su trabajo y que el resultado final no siempre está en sus manos.
Al final del día, reorganizar al PSG merece un premio. Como sea, su temporada destacada tuvo su recompensa con el galardón a mejor técnico, como ya ocurrió en 2016, cuando tenía las riendas del Barcelona, ceremonia a la que tampoco acudió.