La historia es la historia, y no se puede cambiar
Cada 15 de septiembre, que es la fecha establecida para dar el Grito de Independencia de México, nos sorprendemos de las cosas que se vitorean.
Muchos anhelamos que los Gritos sean libres de cualquier influencia ajena a la independencia nacional, concretándose solamente a mencionar a los personajes involucrados en tan loable guerra.
Algunos funcionarios en diferentes partes del país dieron El Grito de manera inapropiada, con algunas copitas encima, y no faltó quien, al mencionar el nombre de la Corregidora, Doña Josefa Ortiz, le agregara como segundo apellido de Pinedo, en vez de Domínguez.
Todo esto se vio mediante las redes sociales, siendo el hazmerreir de todos.
Sin embargo, lo que a mí me sorprendió de lo sucedido en esta fecha, lo cual me sacó un tanto de onda, fue que la primera mandataria de nuestra nación, cuando mencionó a Doña Josefa Ortiz le haya quitado el “De Domínguez”, para mencionar Téllez-Girón, ensalzando su apellido materno y aludiendo a su apellido de soltera, que era éste; pero, se olvida que cuando somos solteros llevamos dos apellidos, no solamente uno.
Algunas veces me he preguntado: ¿Para qué rayos fui a la escuela?
Resulta que mucho de lo que dizque aprendí hoy ya no es así. Conocimos que la Corregidora era Doña Josefa Ortiz de Domínguez.
Así fue como la marcó la historia; pero, sobre todo, así era el uso y costumbre de aquel tiempo, a principios de los 1800 (Siglo XIX).
Y, ahora resulta que ya De Domínguez no aplica en ella, según eso, que porque hoy las mujeres no somos de nadie. Se quiere aplicar lo moderno a lo muy antiguo.
Con todo el respeto que nuestras autoridades que nos gobiernan merecen, considero que a Doña Josefa Ortiz se le debe mencionar por su nombre De Domínguez, como algo histórico, por respeto, subrayo, a nuestra historia, y porque era algo de uso y costumbre de las personas en aquellos entonces.
Hoy, se ha dado la libertad a muchas comunidades indígenas para que sigan aplicando sus usos y costumbres ancestrales en estos tiempos modernos.
Yo difiero, porque deben tratarse como ciudadanos mexicanos comunes, normales, y no con consideraciones especiales, que porque los tatarabuelitos así le hacían o así juzgaban.
Pero, volviendo al tema de Doña Josefa, con todo y su apellido de casada, fue ella la que pasó a la historia, y no su marido.
Quizá sí suene raro que las mujeres casadas llevemos el apellido del marido, utilizando el “De” como un posesivo, y que los maridos en cambio no usan el “De” con el apellido de la mujer; pero sí, debiéramos tener una distinción entre solteras y casadas, como utilizamos los apellidos de nuestros padres, sin usar el posesivo “De”.
Llevamos dos apelativos que corresponden, uno a nuestro padre y otro a nuestra madre, y aunque ya seamos adultos e independientes, con familias bien formadas, toda nuestra vida seguimos utilizando los apellidos de nuestros padres, como un indicador de que somos HIJOS DE; pero, cuando una se casa, sí debe cambiar la identidad, porque cambia nuestro estado civil.
En lo personal, utilizar el apellido de mi marido, que es “de Martínez” nunca me ha hecho sentir cosa, ni animal, ni objeto de; me hace sentir que estoy bajo la protección humana, cuidado y sustento de él, repito, humanamente hablando.
De hecho, eso es lo correcto. Por eso los hombres no llevan el “De” con el apellido de la mujer, porque a las mujeres no se nos confiere tanta responsabilidad sobre ellos.
Pienso que, si ya les copiamos a los norteamericanos en algunas costumbres, como el utilizar el 911 para emergencias igual que ellos, las mujeres debiéramos adquirir al casarnos el apellido de nuestro marido de manera formal, sin usar el posesivo “De”.
En mi caso sería Eunice Martínez, que es el apellido de mi esposo, en lugar de Flores por mi papá, como sucede con Melania Trump, Hillary Clinton o Michelle Obama, por citar tres ejemplos de mujeres famosas.
Porque debe de haber alguna diferencia con relación al estado civil de la persona.
A los Niños Héroes siempre se les ha dicho niños, cuando en algunos casos ya eran jóvenes y en otros adolescentes, y hoy solamente se consideran niños hasta los doce años, aunque un pediatra atiende hasta a los diecisiete; es decir, que incluyen hasta la adolescencia.
Francisco Márquez, según narra la historia, tenía 12 años, y los demás, sobrepasaban la edad, y además, ya tenía un oficio, como era el ser cadetes, o sea, que era militares.
Sin embargo, se les dice niños, porque así los marcó la historia. Se oiría raro que para modernizarse les dijera los Adolescentes Héroes o los Jóvenes Héroes. Como Niños Héroes los conocimos, y así se quedarán para la posteridad.
Y, en cuanto a Doña Josefa Ortiz de Domínguez, el nombre debiera seguir utilizándose así, por el respeto a nuestra historia y para hacer la diferencia de una época a la otra.
Lo que sí se debiera omitir siempre es lo de Corregidora, y dejarlo en Doña, porque lo otro era el cargo de su marido.
Lo antiguo se queda en el pasado y no lo podemos cambiar, porque ya fue. En todos los documentos, libros, biografías, etc., así quedó su nombre, y así se debiera seguir respetando. Porque, si no, entonces, ¿para qué vamos a la escuela?
Que tenga un bonito día.
