El uso de la inteligencia artificial ya no es un tema de ciencia ficción ni una moda pasajera: es una realidad que se impone con fuerza en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Negocios, justicia, educación, medicina, transporte, comunicación… nada quedará intacto.
Los especialistas advierten que, en un plazo de dos a cinco años, quienes no la incorporen a sus actividades cotidianas quedarán rebasados, con pocas probabilidades de recuperación.
Y no se trata solo de modernidad, sino de supervivencia en un mercado laboral y social que se transformará radicalmente.
La primera reacción suele ser la negación: “eso no me va a pasar, aquí en México tardará en llegar”.
Sin embargo, lo mismo se dijo cuando aparecieron la computadora o el teléfono inteligente, y hoy nadie imagina vivir sin ellos.
La IA ya tiene la capacidad de desempeñarse como un humano con grado de doctorado y está democratizada al alcance de cualquier persona.
La advertencia es clara: si no comenzamos a usarla ahora, el costo será la exclusión.
El impacto principal será en el empleo. No porque los trabajos desaparezcan, sino porque las tareas se realizarán de manera distinta y más productiva.
Estudios prevén que la IA puede aumentar entre un 50 y 60% la productividad individual, lo que significa que muchos trabajadores serán desplazados por quienes sí sepan aprovecharla.
Oficinistas, profesionistas e incluso empleados especializados mayores de 35 años enfrentan mayor riesgo si no se capacitan.
Como ocurrió en la Revolución Industrial, la transición puede tardar décadas en estabilizarse, dejando atrás a quienes no se adapten.
Pero hay soluciones. La primera, es aceptar que esto nos va a afectar a todos, aquí y ahora.

Los especialistas advierten que, en un plazo de dos a cinco años, quienes no la incorporen a sus actividades cotidianas quedarán rebasados.
No se trata de esperar a que las instituciones cambien, sino de incorporar la IA en la vida diaria: comerciantes, abogados, contadores, empresarios, maestros, estudiantes, funcionarios públicos.
Ya existen ejemplos en Colima: la Universidad de Colima introdujo lineamientos para que alumnos y profesores la utilicen en el ámbito académico, acompañados de capacitación constante.
Ese es el camino: capacitación, práctica y ética.
Las universidades, gobiernos, empresas y familias deben impulsar el uso de la inteligencia artificial con responsabilidad, estableciendo protocolos de ética en su aplicación.
De nada servirá una sociedad que se resista a esta transformación, porque la IA avanza a pasos agigantados, no con la lentitud de otras revoluciones tecnológicas.
La pregunta no es si la inteligencia artificial nos afectará, sino cómo queremos enfrentarla: como espectadores pasivos que se lamentan cuando ya es tarde, o como protagonistas activos que se preparan para no quedar desplazados.
La competitividad se definirá en este terreno, y quien se niegue a entrar en él, simplemente quedará fuera.