El Murmullo Bajo el Fervor Por Alberto Valdez


COLIMA, Col. – El calor de ese domingo 28 de septiembre de 2025 era el que todo colimense conoce: intenso, vibrante, el sello de nuestra hermosa tierra bajo el sol. Pero ese día, nuestro calor habitual se sentía magnificado, no por el clima, sino por la energía de miles de cuerpos y el aliento metálico de innumerables altavoces. Para llegar al corazón de la Unidad Deportiva Morelos, tenías que abrirte paso en una marea humana, esquivando a los muchos comerciantes que ofrecían un alivio al calor: vendían **tuba, tejuino, nieves de garrafa, duritos, churritos y toda esa chuchería tan popular que es el sabor de nuestras calles.

El ambiente era una mezcla de kermés y acto de estado. La emoción era palpable. Se veían llegar los camiones que transportaban a simpatizantes de todo el estado, un despliegue logístico masivo. Allí estaba el Colima oficial en pleno: se distinguía a la comitiva de la Universidad de Colima, a prácticamente todos los funcionarios del gobierno estatal, y en el centro de todo, a la gobernadora **Indira Vizcaíno. El motivo era la visita de la Presidenta Claudia Sheinbaum en su gira nacional de rendición de cuentas, y la cifra oficial de **Protección Civil Estatal superaba los 15,000 asistentes. Era la historia del momento, contada con la potencia del fervor y el aplauso masivo.

En medio de esa vibrante y caótica celebración, mi atención fue capturada por algo anómalo. Fue una casualidad. Al rodear el gentío, en una calle lateral, me topé con una escena que no cuadraba: una calma absoluta, un orden metódico. Frente a la escuela primaria Gregorio Torres Quintero, cientos de ciudadanos formaban una línea serena y disciplinada.

 

Su silencio era más elocuente que el estruendo a mis espaldas. Eran los rostros de las más de 8,500 misceláneas y tiendas de abarrotes que, según el INEGI, sostienen la economía barrial en Colima. Eran las manos que han trabajado por generaciones, las miradas que reflejaban una preocupación genuina. Su pancarta, **”Presidenta, no nos baje la cortina”, no era un reclamo, sino una invitación al entendimiento.

Me acerqué con cautela. Antes de cualquier entrevista, una mujer me ofreció la clave de todo: “Es la comida de mis hijos, señor. Así de simple”.

La organización, respaldada por la ANPEC y COPARMEX Colima, les daba estructura. Para ser fiel a su voz, **cito textualmente el manifiesto que me compartieron:

> “Pedimos el apoyo de la Presidenta para echar abajo los nuevos impuestos. Ante el Paquete Económico 2026, que propone un aumento del 87% al IEPS sobre bebidas saborizantes, manifestamos: después de diez años, este impuesto ha fracasado. Las enfermedades crónicas no se aliviaron, aumentaron. El consumo no se redujo, pero sí impulsó la economía informal. De este impuesto, no sabemos dónde termina el dinero.”

El diálogo que buscan abrir se sustenta en datos. Señalan que cifras de la ENSANUT indican que la prevalencia de diabetes pasó del 9.2% en 2012 al 11.2% en 2024. Su percepción del “fracaso” económico también encuentra eco en reportes de la **SHCP, que indican un estancamiento en la recaudación real de este impuesto. Su preocupación representa a un sector que, a nivel nacional, agrupa a **1.2 millones de comercios y genera 3 millones de empleos.

El evento en la Unidad Deportiva terminó. El ruido, por naturaleza, es efímero. Pero el murmullo de esa protesta ordenada se quedó flotando en el ambiente. Me fui de ahí reflexionando sobre el valor de ese murmullo. En el gran concierto de una nación, el estruendo del fervor marca el ritmo del momento, pero es en las voces serenas de su gente donde reside la salud duradera de la comunidad.
Al volver a casa, mucho después de que los ecos se apagaran, pasé por la tienda de mi propia colonia. La luz del interior se derramaba sobre la banqueta, un faro familiar en la noche. Me detuve a comprar un refresco, no por sed, sino por un impulso de gratitud. Esa noche, el sonido metálico de la cortina al cerrarse no sonó como un final, sino como una promesa: la de volver a abrir mañana.