La ambición del oro, las rencillas y el menosprecio indígena cobijaron la conquista española


(Quinta parte de ocho)

Hasta los frailes se despachaban con la cuchara grande, pues Bernal Díaz del Castillo narra lo siguiente: “Y cuando estábamos batallando con los indios, el Clérigo González, que iba con nosotros, se cargó de las arquillas e ídolos y oro, y lo llevó al navío”. (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, p.10).

Después de conquistar la ciudad de Tenochtitlán, los soldados españoles estaban maravillados de tanta riqueza escondida en los cimientos del Templo Mayor y sus alrededores. Bernal Díaz describe así el hecho: “desque ganamos aquella fuerte e gran cibdad y se repartieron los solares, que luego propusimos que en aquel gran cu habíamos de hacer la iglesia de nuestro patrón e guiador señor Santiago. E cupo mucha parte de la del solar del alto cu para el solar de la santa iglesia, de aquel cu de Huichilobos, y cuando abrían los cimientos para hacellos más fijos, hallaron mucho oro y plata e chalchiuis y perlas e aljófar y otras piedras. E ansimismo a un vecino de México, que le cupo otra parte del mismo solar, halló lo mismo, y los oficiales de la hacienda de Su Majestad lo demandaban porque le venía de derecho”. (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, p.10).

A los incas no les fue muy bien. Indica Eduardo Galeano que allá: “Antes de que Francisco Pizarro degollara al inca Atahualpa, le arrancó un rescate en «andas de oro y plata que pesaban más de veinte mil marcos de plata fina, un millón y trescientos veintiséis mil escudos de oro finísimo…». Después se lanzó sobre el Cuzco. Sus soldados creían que estaban entrando en la Ciudad de los Césares, tan deslumbrante era la capital del imperio incaico, pero no demoraron en salir del estupor y se pusieron a saquear el Templo del Sol: «Forcejeando, luchando entre ellos, cada cual procurando llevarse del tesoro la parte del león, los soldados, con cota de malla, pisoteaban joyas e imágenes, golpeaban los utensilios de oro o les daban martillazos para reducirlos a un formato más fácil y manuable…Arrojaban al crisol, para convertir el metal en barras, todo el tesoro del templo: las placas que habían cubierto los muros, los asombrosos árboles forjados, pájaros y otros objetos del jardín». (Las venas abiertas de América Latina, ps.36 y 37).

Las grandes minas y lavaderos de oro de Chile.

LA ESCLAVITUD, TAN VALIOSA COMO EL ORO

En el libro colectivo titulado Mesoamérica. Una mirada a través del tiempo, versión en PDF impreso en 2012 por Palabra de Clío y la Asociación Civil de Historiadores Mexicanos, sus autores explican que la esclavitud fue tan valiosa como el oro, y a veces más. En un principio, los invasores no estaban atraídos por las tierras, ya que era difícil adentrarse en los montes tupidos y lóbregos. A primera vista el terreno y la cultura maya no ofrecía grandes riquezas de las cuales pudieran adueñarse, como en el centro de México. La conquista de los mayas no fue fácil ni rápida, fue un proceso de larga duración que nunca culminó, ni tuvo éxito. Los mayas eran rebeldes e insumisos y se encontraban en grupos organizados en diversas partes de la península, independientes entre sí y con grandes diferencias. En 1526, Francisco de Montejo invadió la península, teniendo en mente que las capitulaciones de Carlos V en Granada: “brindaban la oportunidad de que los metales preciosos fueran suplidos con el ofrecimiento de obtener mercedes de tierras y de tener a los indios rebeldes como esclavos”. Esta oferta traía grandes beneficios, ya que la esclavitud representaba a los dueños de las tierras eventualmente un mayor beneficio económico que poseer el oro. (Las venas abiertas de América Latina, ps.36 y 37).

En el Cedulario de tierras: compilación de legislación agraria colonial (1497-1820), de Francisco de Solano y La formación de los latifundios en México, de François Chevalier, están las cédulas reales que indicaban cómo, según la Corona Española, se debía realizar el reparto de tierras. Sin embargo, en un principio el dominio de los españoles en Yucatán se verificó mediante la fuerza militar (y alianzas con grupos mayenses antagónicos) y posteriormente por medio de la imposición de una nueva religión y la institución de encomiendas entre los españoles. Las composiciones de tierras y la apropiación de tierras comunales fueron fragmentando los terrenos, por lo cual los mayas comenzaron a depender de la relación con el terrateniente para seguir trabajando en el monte que era, por primera vez, privado. Durante la segunda mitad del siglo XVIII y a principios del XIX la formación económica y social yucateca entró en un proceso de transformación a través del tributo y la encomienda en las estancias que, posteriormente, se convirtieron en grandes haciendas sostenidas en la explotación de la fuerza de trabajo. Molina Solís explica que una vez que los hacendados escogían el terreno:

Llamaban de sus encomiendas indios que por turno cuidasen del ganado, labrar la tierra y rozar el bosque, les anticipaban dinero a condición de que se estableciesen en la finca, y los halagaban con darles casa, solar, animales domésticos y tierra sembradía. Los indios se allanaban a establecerse en la hacienda o estancia; pero desde entonces ya no les quedaba el arbitrario de trabajar o no trabajar a su voluntad: tenían que trabajar necesariamente en lo que el dueño de la finca les ordenase. Una vez ya establecido el sirviente en la hacienda, quedaba adherido al suelo, pues luego se introdujo la costumbre de que el sirviente si no pagaba su deuda, no podía separarse de la estancia, sin permiso del dueño de ella para ir a servir o residir en otro lugar. (Las venas abiertas de América Latina, ps.36 y 37).

Así pues, la explotación de tierras y de la mano de obra asalariada formó la servidumbre y esclavitud estudiada por muchos a lo largo de la historia. La propiedad privada en Yucatán se desarrolló en varias etapas: primero se fundaron las estancias, después en la mayoría de los casos estas tuvieron una transición a las haciendas maicero-ganaderas y finalmente la transición a las haciendas henequeneras.

Bernal Díaz del Castillo

LOS LIBERTADORES CRITICAN LA AMBICIÓN DEL ORO Y LA CONQUISTA

El historiador Sverker Arnoldsson en su libro denominado La Conquista española de América según el juicio de la posteridad. Vestigios de la Leyenda Negra, impreso en 1960 por el Instituto Iberoamericano de Gotemburgo, Suecia, comenta que la religión –decían los libertadores– había sido solamente un pretexto en la colonización española. La intención verdadera en toda política colonial española había sido transformar para siempre el Nuevo Mundo en una mina de oro para el pueblo haragán y codicioso de España. Deliberadamente sus regentes habían tratado durante trescientos años de reducir la población blanca y de color de América, entorpecido su civilización y perjudicado su prosperidad, todo para retener a este pueblo en esclavitud y dificultar un levantamiento. A juicio del movimiento libertador, la época de la Colonia significaba trescientos años de despoblación, saqueo, estancamiento o retroceso económico, ignorancia y superstición entre los habitantes de América, independientemente de raza o color de piel. Este había sido el objetivo de la Conquista española y sus consecuencias. (La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, ps.41 y 42).

Agrega él que a pesar del ensalzamiento de los conquistadores de sus propios países, todos los grandes historiadores hispanoamericanos de la última generación de la época de la Colonia acentúan la crueldad de los conquistadores para con los indígenas, más que ningún otro escritor de habla española posterior al siglo XVI. Clavijero dice expresamente que la Conquista empeoró las condiciones de vida de los indios para el futuro. Los orgullosos y libres indios de otros tiempos habían sido reducidos a una clase inferior despreciada, más indolentes, más perezosos y menos emprendedores y valientes que sus antepasados.

(La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, p.35).

La Conquista es de por sí un mal, dado que carece de fundamento legítimo. Sus consecuencias son también malas, según Bartolomé de Las Casas. Poblaciones enteras de gentes primitivas, inocentes y buenas han sido casi exterminadas. Otras han sido esclavizadas y sus propiedades arrebatadas. Sus condiciones materiales han empeorado de una forma intolerable. Lo mismo que una vez en tiempos pasados, aquellos primitivos de que proceden las actuales poblaciones europeas de gran cultura, habían podido estos pueblos ser encaminados a la religión cristiana, a la moral y a la cultura, si en vez de guerreros hubiesen gestionado su contacto con España sacerdotes. Tal como están las cosas, nada han recibido de Europa. En su lugar, se les ha despojado de todo lo que les daba un valor a su vida. (La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, p.15).

Indica éste autor que los mismos historiadores culparon al Rey de la conquista. Explica: “Se da testimonio por más de una parte que algunos de los primeros conquistadores comenzaban sus acciones dando lectura a un escrito real, redactado en lengua española, exhortando a los indios a convertirse y a reconocer al Rey español como su autoridad. Como los indios se hiciesen completamente los desentendidos, creyeron los conquistadores que el Rey, con la conciencia tranquila, podía dar rienda suelta a sus sabuesos y arcabuceros contra ellos”. (La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, p.13).

Sverker Arnoldsson agrega cómo justificaron la conquista. Según una, así llamada, Teoría Vulgar sobre el “justum bellum”, hacia principios de 1500, el descuido de los indios de acatar un escrito de la clase que he señalado antes, era motivo suficiente para una guerra. La actitud de los indios podía interpretarse como rebeldía contra la Bula Pontificia, según la cual Alejandro VI adjudicó a los reyes españoles los nuevos territorios descubiertos en Occidente, e incluso como rebeldía del vasallo contra su patrón legal, o sea, como felonía. Sin embargo, existían también otras teorías menos vulgares sobre el “justum bellum”. Según una de ellas, los cristianos podían comenzar una guerra justa contra los indios y otros infieles solamente bajo tres condiciones: (1)Cuando éstos impidiesen con violencia la predicación del Evangelio y la conversión de sus compatriotas; (2)Cuando atacasen a los estados cristianos; y (3)Cuando ocultasen a los cristianos algunas de sus propiedades legales. (La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, ps.13-14).

Añade el autor que la conquista fue muy dura y cruel. El que más se aproxima a su opinión es, al parecer, el Presbítero Gerónimo de Mendieta, quien en 1596 finalizó su Historia Eclesiástica Indiana, una historia de la iglesia mexicana de imponente extensión y erudición. Mendieta hace hincapié en los sufrimientos materiales que los conquistadores causaron a los indios: muertes en masa a consecuencia de guerras; trabajos forzados y enfermedades europeas. Como se ve, la pobreza y la necesidad han seguido las huellas de los españoles. Además, los blancos han perjudicado moralmente a los indios con su mal ejemplo. Han aprendido; la embriaguez, el robo, el juramento en nombre del diablo y la transgresión de la Ley, y, bajo la influencia de los españoles, han empezado a descuidar la educación moral de los niños. Mendieta encuentra realmente que la extinción de los indios a consecuencia de las enfermedades muestra una atención especial de Dios por ellos; por medio de la muerte el Señor los libera de la esclavitud y del peligro de perder su fe ante toda la perversidad que presencian y los males que sufren. (La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, ps.16 y 17).

(CONTINUARÁ)