Orlando Mendoza, peruano que no rompe la regla que nadie es profeta en su tierra


De vendedor de periódicos a guionista y productor cinematográfico

Carlos Valdez Ramírez

En mi más reciente visita a la Ciudad de México, donde durante mi juventud en la década de los sesentas ejercí el periodismo en los diarios Cine Mundial y Diario de la Tarde de Novedades, pude darme un tiempo para visitar la Alameda, contigua al majestuoso Palacio de Bellas Artes, donde rememoré mi estancia en esa metrópoli y específicamente en ese lugar, sitio que inspiró al muralista mexicano Diego Rivera para que fuera el escenario de su obra “Sueño de una tarde dominical en la Alameda” que por muchos años permaneció en el Hotel Del Prado.

A mi lado, en una de las bancas de ese arbolado y emblemático lugar, permanecía un hombre, que como todos los que habitamos este planeta también tiene su historia y sin conocernos iniciamos una amena conversación.

A lo largo de mis 50 años como periodista he aprendido a encontrar en las personas sus historias de vida y darles un sentido periodístico; con esa vena y conforme fuimos charlando también fui tejiendo la historia de Orlando Rafael Mendoza Torres, de nacionalidad peruana.

Con casi 80 años sobre sus hombros, me confió que su vida ha girado en torno al cine, donde tiene en su haber más de un centenar de películas, de las cuales ha sido productor y guionista.

La historia de don Orlando Mendoza es bastante inspiradora y digna de contar, ya que no es común que un lustrador de zapatos y “canillita”, como le llaman a los vendedores de periódicos en su país natal, llegue a convertirse en un eximio y productor cinematográfico.

El contacto con el cine se originó en su niñez. En la década de los 50´s, en su natal Perú, su objetivo se centraba en entrar al cine para admirar los filmes protagonizados por los actores de la época de oro del cine mexicano, a cambio de la entrada, realizaba el aseo del lobby. De ahí le nació una gran admiración a Pedro Infante y confesó que cuando se enteró de la noticia del fallecimiento del actor veló sus fotografías en su casa como un homenaje.

Adolescente, tuvo la oportunidad de visitar la ciudad de Chicago e ingresó a la marina armada de ese país en 1963. Por ese motivo su retorno a Perú se aplazó y a pesar de que en esa época Estados Unidos librara una guerra contra Vietnam no fue llamado a combatir y permaneció en el buque empleado como pelador de papas.

Su rostro evidencia la nostalgia de la Ciudad de los Vientos, donde recuerda que su primer amigo fue un mexicano.

Al culminar su estancia en la marina,  Mendoza Torres viajó y compró 3 cines en los que proyectaban películas mexicanas. Su liga con México es profunda “me tratan como en mi casa” –dice-.  Relata que vendió 2 cines y el dinero lo invirtió en la producción de la película “El rey de los tahúres” protagonizada por Mario Almada y filmada en Durango.

Afirma haber escrito 101 historias, todas llevadas a la pantalla grande, entre las cuales se cuentan: Forajidos en la mira, El contrabandista, La hija sin padre, Hasta que la muerte nos separe y una de las más taquilleras ha sido Maldita miseria, que refiere a la vida de dos braceros que deciden probar suerte en Estados Unidos.

Realizó 23 películas al grupo de música norteña Los Huracanes del Norte, pues comenta que en Estados Unidos durante una época los corridos eran muy populares y las películas que versaban con esta temática atraían a mucho público.

Como productor colaboró en la película Tragedia en Arizona, que narra la historia de 14 salvadoreños indocumentados, los cuales son asesinados, sobreviviendo solamente dos de ellos en la fatídica aventura. Con esta película el productor  tuvo la oportunidad de conocer las mieles del éxito al ser nominado en el Festival de Cannes y en el de Cartagena, viajando por Europa y algunos lugares de Sudamérica.

En el curso de la conversación Orlando Mendoza rememora una de las anécdotas de su juventud que recuerda con más alegría, la cual ocurrió en Perú; había escuchado rumores entre sus amistades, de que el mariachi Perla de Occidente llegaría a ese país con el actor y cantante Miguel Aceves Mejía, a quien Orlando había visto con anterioridad en varias películas y relata “yo nunca había conocido a un mexicano en persona y estaba muy emocionado por la llegada de don Miguel Aceves Mejía;  recuerdo que el señor se iba a presentar a las 9 de la noche en la ciudad de Huacho, un lugar situado a 136 kilómetros de Lima, la ciudad capital del Perú; se decía que llegaría al cine Popular de esa ciudad, pero para llegar a su destino debía pasar por un lugar muy peligroso que se llama Serpentín de Pasamayo, 22 kilómetros de precipicio, montaña y mar y 52 curvas muy cerradas y por donde entonces solamente pasaban 2 carros, uno en sentido contrario del otro. El show debía comenzar a las 9 de la noche pero Miguel llegó tarde porque tuvo un accidente en ese lugar, iniciándose la presentación recién a las 11 de esa noche…”

Cuando el cantante salió al escenario y terminó de cantar volteó y lo observó con un curita en la frente, “después supe que un camión se acercó mucho al auto donde el cantante se transportaba para no caerse al mar, y con la movilidad chocaron en la montaña, lo que le ocasionó un pequeño accidente”.

Refiere que cuando ya residía en Chicago, en uno de los cines más populares en la ciudad, se presentaba un show de algunas celebridades del cine mexicano, como TinTan, Rosita Quintana, María Antonieta Pons, Ángel Infante y Miguel Aceves Mejía. “…al final del show pedí tomarme una foto con el cantante, y aproveché para recordarle el momento de su presentación en Perú, pero primero le pregunté si había estado en mi país y me dijo que sí, que era donde lo habían tratado de maravilla y que fue el primer lugar de Sudamérica donde hizo su gira con el mariachi Perla de Occidente, yo le dije que me acordaba mucho de él, porque cuando bajó del auto que lo llevó al cine yo le cargué su sombrilla al camerino, incluso le recordé de su accidente en Pasamayo, a Miguel Aceves Mejía le dio mucho gusto y a partir de ahí me llamaba “peruanito”, y hubo una amistad muy sincera…” relata el productor cinematográfico.

En las postrimerías de la conversación relató que tuvo la oportunidad de conocer a Elsa Aguirre, una de las últimas divas y leyendas del cine mexicano, que incluso le había propuesto un personaje para la película “Hasta que la muerte nos separe” y expresó “hablé con Elsa Aguirre, y me quedé con la boca abierta porque el día que me concedió la visita estaba guapísima, traía un vestido blanco y botas guinda, ella se preocupaba porque yo no hablaba y me preguntó por qué no lo hacía, y le contesté que estaba evocando hermosos recuerdos de su persona, como aquél en que se presentó y cantó Contigo en la distancia, y al final pidió un minuto de silencio por Pedro Infante que había fallecido un día antes. A Elsa se le llenaron los ojos de lagrimas y me dijo levántate que te voy a dar un beso”, refiere Orlando con profunda emoción.

Todavía sentado en la Alameda Central, don Orlando Mendoza alza la vista al cielo como si tratara de bajar del firmamento, los recuerdos de una época maravillosa que marcaron su vida, un periodo de tiempo en el cual según sus propias palabras, las películas mexicanas fueron para él lo máximo.

Con la anterior experiencia compruebo que no existen las casualidades, pero si las causalidades, lo que quiere decir que no es circunstancial el encuentro con el señor Orlando Rafael Mendoza. Por experiencia personal los mexicanos tenemos una identificación natural con los peruanos, cuando vamos a Lima nos sentimos en casa, recibimos las mismas atenciones que ellos tienen para con nosotros y seguramente eso se debe a nuestras profundas raíces de que ambos pueblos pertenecemos a los imperios Inca, Azteca y Maya, esa identidad es lo que nos hace diferentes en el trato con el resto de los países latinoamericanos.