En los últimos años, las redes sociales se han transformado en el escenario ideal para la proliferación de fraudes financieros que, disfrazados de oportunidades legítimas de inversión, han atrapado a miles de personas. Lo hacen con una fórmula tan simple como peligrosa: una historia de superación personal, un perfil amigable y la promesa de libertad económica total.
Todo comienza con una publicación sugerente. Una mujer o un hombre cuenta cómo, tras años de maltrato laboral, jornadas inestables y falta de oportunidades, encontró una plataforma que cambió su vida.
Esa persona relata que empezó invirtiendo una pequeña cantidad y hoy vive viajando por el mundo, sin preocupaciones, gracias a que “alguien” le compartió el secreto.
El gancho funciona porque apela a la esperanza. En un entorno económico complejo, donde muchos trabajadores apenas logran cubrir sus necesidades básicas, la posibilidad de obtener rendimientos altos sin mayor esfuerzo es, sencillamente, irresistible.
Cuando alguien cae en la trampa, el siguiente paso es una atención personalizada. A través de un asesor o “manager”, te explican cómo funciona la plataforma. Te asignan una cuenta, te piden una inversión inicial de entre 200 y 300 dólares, y te muestran una plataforma con gráficas y supuestas ganancias en tiempo real. Todo se ve profesional, técnico y confiable.
Después viene la siguiente fase: ahora que “ya ganaste”, te ofrecen invertir más para obtener mayores beneficios. Cinco mil, diez mil o más dólares. Te aseguran que estás en el umbral de la verdadera riqueza. Algunos, tentados por la esperanza, llegan a endeudarse con bancos o incluso a hipotecar sus propiedades para invertir, “nada más alejado de la realidad”.
En ese punto, ya no eres una víctima potencial, sino una víctima concreta. Si intentas retirar tus ganancias, comienzan las excusas: problemas técnicos, validaciones de identidad, comisiones inesperadas.
Cuando preguntas por el domicilio fiscal de la empresa, por los responsables legales o por una oficina a la cual acudir, la actitud cambia. El trato amable desaparece. El asesor se esfuma. La página deja de responder.
Estas empresas no están registradas en el sistema financiero mexicano. No tienen autorización de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. No están reguladas por la Ley del Mercado de Valores, ni supervisadas por ninguna autoridad competente. Usan domicilios ficticios, servidores en el extranjero, identidades falsas y nombres muy similares a los de instituciones financieras reales.
El daño es devastador. No solo se pierden los ahorros, también la tranquilidad emocional, Muchas personas han involucrado a sus familias, amigos o compañeros de trabajo, generando conflictos personales y un sentimiento profundo de culpa.
Se calcula que estos esquemas han robado millones de pesos a ciudadanos que confiaron en lo que parecía una inversión sólida. A la fecha, las denuncias abundan, pero las autoridades siempre llegan tarde. La dificultad para rastrear servidores, identificar responsables y aplicar la ley en otros países, deja a las víctimas en el abandono.
La solución no está únicamente en castigar a los culpables, sino en prevenir el engaño desde su origen.
Es urgente que las instituciones públicas desarrollen campañas permanentes de información y educación financiera. La CNBV, la CONDUSEF, la PROFECO, la UIF y las fiscalías deben coordinarse para advertir sobre estos esquemas y proteger a la población.
También es momento de que los bancos implementen alertas automáticas para sus usuarios, cuando intenten transferir dinero a cuentas vinculadas con plataformas no reguladas.
La tecnología no puede ser solo una aliada del fraude; debe ser, sobre todo, una herramienta de defensa para el ciudadano.
No todo lo que brilla en internet es oro. Antes de invertir, hay que investigar, verificar, preguntar. Y si algo parece demasiado bueno para ser verdad, lo más probable es que no lo sea.
Antes de invertir hay que investigar si dicha empresa está inscrita ante la CNBV, si tiene domicilio en México y sobre todo, que sea una empresa realmente existente.
La única forma de evitar ser parte de la estadística de fraude, es siempre que se trata de invertir, hay que investigar y cerciorarnos que no nos están timando.
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