*Infraestructura debe estar por toda la extensión de sus 2 bahías
-Manzanillo debiera estar lleno de altavoces que nos alerten sobre un posible maremoto. Se han hecho propuestas para que estas torres se instalen a lo largo de la zona de playa, más debieran ser altoparlantes para emitir esa alarma en toda la ciudad, abarcando las dos bahías principales que tenemos, que son la de Manzanillo y la de Santiago.
Debido a que los porteños todos los días estamos absortos en nuestras actividades cotidianas, además de encerrados en centros de trabajo o plazas comerciales con aire acondicionado, debido al clima húmedo y cálido de nuestra ciudad, no creo que escucháramos una alarma de una posible salida del mar, si las bocinas solamente estuvieran en la zona de playa.
El sistema de alerta de tsunami debe estar presente a lo largo de toda la ciudad, interconectadas con las que se pongan en la zona de playa, sonando simultáneamente dentro de plazas comerciales, barrios, calles, sectores, plazas públicas, escuelas, centros de trabajo, etc. Algo similar a lo que tiene desde hace tiempo la Ciudad de México para la alerta temprana de terremotos.
Parece ser con esta declaración que hay mucha ignorancia en cuestión de maremotos, porque, cuando el mar se sale con violencia, afecta un rango muchísimo mayor a la zona de playa, por no decir que a toda la ciudad.
Manzanillo no está al interior del país, donde hay ciudades que están muy por encima del nivel del mar; Manzanillo está en línea de costa, en su mayor parte en una franja angosta o barra entre mar y laguna, a poquísimos metros por encima del nivel del mar. Cuando ha habido ciclones fuertes golpeándonos, el oleaje ha llegado hasta el Boulevard Costero Miguel de la Madrid; cuanto más un potente tsunami.
Manzanillo no está en línea costera de una playita y ya, sino todo él a la orilla del Océano Pacífico. Esto implica que frente a nosotros tenemos toda una bóveda con toneladas y toneladas de agua que, líbrenos Dios que ese inmenso océano se nos eche encima a los porteños.
Así que, a modo de recomendación, no hay que subestimar al Océano Pacífico que tenemos a nuestros pies, ni mucho menos hay que olvidarse que, cuando Dios determina un fenómeno como un maremoto, por alguna razón de su soberanía, no hay poder humano que pueda con él. Así que lo mejor es no solamente cuidar la flamante zona de playa o el recinto portuario, sino a toda la ciudad.
Por otro lado, hay que recordar que la laguna de Cuyutlán, la de San Pedrito (recinto portuario) y la del Valle de las Garzas, están interconectadas por el suelo y por las conexiones existentes a través de túneles y canales, como el de navegación de Ventanas (El Tapo) y Tepalcates, además de su gran cercanía en otras zonas, donde apenitas una corta franja de tierra separa al mar y a la laguna.
Tampoco se puede confiar en la gran extensión de algunas zonas, como el Valle de las Garzas, donde el mar no está a la vista, pero es toda una zona baja, hundida, donde hasta cuando llueve fuerte brota el agua y se inunda gravemente; así que, si tomamos en cuenta que el Valle está empozado, en caso de salirse el mar, lo inundaría rápida y completamente. Y vaya usted a saber hasta que altura o nivel.
Y ¿qué decir de zonas enteras como Las Brisas o Playa Azul, donde no hay un solo cerro cercano al cual huir con rapidez?
No ha sido tan común hasta el día de hoy que se hayan producido maremotos en Manzanillo, aunque sí los ha habido, como el sucedido en junio de 1932, que hasta destruyó la presidencia municipal de aquel entonces; el acontecido el 9 de octubre de 1995, donde los mayores daños del tsunami los vivieron los de la cercana Costalegre, Jalisco; y qué decir del más reciente e impresionante, al menos para la vista, del pasado 15 de enero del 2022.
Manzanillo está asentado sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde los terremotos de grandes magnitudes son muy comunes, así como las erupciones volcánicas. No necesitamos ni siquiera que se registre un terremoto fuerte en Manzanillo para que se produzca un maremoto.
El 15 de enero del 2022, un volcán en Tonga, al otro lado del Pacífico, en Oceanía, a una distancia aproximada de casi 9 mil kilómetros en línea recta, o sea, al parecer muy lejano, hizo una potente erupción, suficiente para generar un destructivo tsunami que, a pesar de la enorme distancia, a los porteños nos llegó con las secuelas o colita de ese maremoto, pese a que en Manzanillo no sentimos siquiera un pequeño sismo. Además, nuestro municipio costero también está asentado sobre el Eje Transvolcánico de México, lo que también nos hace sensibles a fuertes terremotos.
Además, repito, no hay que minimizar la soberanía de Dios, y él sabe si de un momento a otro le ordena al mar traspasar sus límites. Así es que, no hay que decir altivamente que en Manzanillo esos fenómenos es difícil que sucedan. Algo hay que aprender de la humildad que tienen los de la Costalegre, en el vecino estado de Jalisco, que ya han hecho simulacros de tsunamis, que nos demuestran más consciencia hacia su vulnerabilidad y fragilidad humana ante un fenómeno natural tan destructivo, como es una salida de mar.
Ellos lo tienen claro, y hasta se preparan con una cultura antitsunami, demostrando con esta actitud sabiduría, inteligencia y, sobre todo, humildad. Qué lástima que esos municipios de la Costalegre le pongan la muestra al Puerto Número Uno del País, donde ni siquiera hay rutas de evacuación señaladas.
Hay que tener presente y recordar que el 15 de enero del 2022, donde pudimos ver la cola de un tsunami, a los porteños nunca se nos dio una alerta de tsunami oficial, siendo que en Manzanillo el mar alcanzó el nivel más alto de toda la costa del Pacífico mexicano, con un metro y medio de elevación.
Si nos enteramos del fenómeno, fue porque éste se divulgó a través de las redes sociales, a través de personas de otras partes de nuestro continente, como son Chile y Estados Unidos, países donde sí se alertó sobre una posible salida del mar más allá de sus límites ordinarios; pero, si no hubiera sido por las redes sociales, a Manzanillo lo sucedido el 15 de enero del 2022 nos hubiera sorprendido hasta que sintiéramos los efectos.
Gracias a Dios que el océano no se nos vino encima con toda su furia hacia dentro de la ciudad, y que todo el fenómeno quedó apenitas en línea de costa. Pero, no quiero ni siquiera imaginar que es lo que hubiera podido suceder si un maremoto o tsunami nos hubiera golpeado con la violencia con la que suelen hacerlo, afectando a todo nuestro municipio, con pleno desconocimiento de la ciudadanía hasta última hora de que sucedería, por falta de una alerta que nunca se emitió, por descuido humano, primeramente, y en segundo lugar, por falta de equipo apropiado para ello, al menos para darlo a conocer masivamente a la ciudad, porque equipo sí lo tienen.
Espero que el hecho de que no se haya dado la alerta no haya sido por la cultura absurda del: “Para no alarmar a la población”, que está tan arraigada en Manzanillo, que dizque porque espanta a los turistas.