Palabras pronuncias por Carlos Valdez Ramírez, en la ceremonia del zarpe del puerto de Manzanillo
Hoy hace 159 años que zarpó de Manzanillo el Lic. Benito Juárez, quien realizó toda una odisea, cuya travesía culminó con la promulgación de las leyes de Reforma, dejando tras de sí una guerra civil que había agotado y empobrecido a nuestro país.
Juárez tuvo un origen humilde y no fue un impedimento para ocupar el lugar más importante a que puede aspirar un mexicano: La Presidencia de la República.
Benito Juárez hablaba cuatro idiomas, además de su lengua natal, que era el zapoteco. Sus conocimientos del español, latín, inglés y francés le permitieron acrecentar no sólo su acervo cultural, sino escudriñar las leyes de otros países para adaptarlas a nuestra realidad nacional.
El Benemérito de las Américas, como se le conoce internacionalmente, estuvo en Colima durante su huida de la persecución de los conservadores. Saliendo de Querétaro el 17 de enero, se dirigió a Guanajuato la mañana del 19, donde estableció por primera vez su gobierno itinerante. De allí huyó a Guadalajara el 14 de febrero, bajo la protección de Anastasio Parrodi, quien era Jefe de la Coalición y General en Jefe del Ejército Republicano.
Benito Juárez llegó a Jalisco acompañado de Melchor Ocampo, un hijo de Valentín Gómez Farías, de Eduardo Ruíz y Matías Romero.
En nuestro pueblo existía un climaliberal, tanto en el centro como en sus alrededores; la presencia y energía del presidente Juárez era suficiente para sostener la moral y luchar en condiciones muchas veces desventajosas.
Pero su tranquilidad duró escasamente un mes, pues el 13 de marzo se sublevó la guardia, (un grupo de adeptos conservadores) encabezados por el General Antonio Landa, quienes hicieron prisionero al presidente Constitucional, ordenando su fusilamiento.
Cuenta la historia que Filomeno Bravo, un teniente conservador, oriundo de Colima, recibió la orden de pasarlo por las armas y así se lo hizo saber a Juárez, quien con valentía y resignación, sólo atinó a responderle: ¡Pues cumpla!
Poco antes de que Bravo diera la orden para el fusilamiento, Guillermo Prieto, con su refinada oratoria, intervino para detener la ejecución, fue así como Filomeno Bravo le indicó a Juárez que lo dejaría salir; advirtiéndole que una vez que estuviera afuera del Palacio de Gobierno, dejaba de ser su responsabilidad.
Ya en libertad, Juárez se encontró con Pedro Moreno, quien lo acompañó a un consulado donde pasó la noche. Era ya el 18 de marzo, cuando regresó Antonio Parrodi a la capital jalisciense, quien una vez reunido con el Benemérito acordaron su retiro a un lugar desconocido.
La madrugada del 20 de marzo la caravana juarista abandonó Guadalajara; sin embargo, los guardias de Landa los alcanzaron en el actual poblado de Santa Ana Acatlán, conocido hoy como Acatlán de Juárez, debido a que fue en ese lugar donde los pobladores defendieron heroicamente al entonces presidente de la República, enfrentándose a los soldados.
En medio de la balacera, Juárez pudo escapar gracias a la ayuda del cura de Acatlán, Francisco Melitón Vargas, quien lo resguardó en su casa y despistó a los soldados diciéndoles que éste había ido rumbo a Nayarit. Años más tarde Juárez le devolvió el favor a Melitón Vargas recomendándolo ante el alto clero de México para que se convirtiera en el primer Obispo de Colima.
De Acatlán, Juárez siguió su camino rumbo a Colima, con todos los inconvenientes de una accidentada y escabrosa montaña de la sierra madre occidental, transitando por el antiguo camino Real de Colima, con empinados desfiladeros que forman la barranca de Beltrán, debido a lo sinuoso del camino, Juárez se vio obligado a abandonar su carruaje en Ciudad Guz- mán y continuar su camino a caballo.
Después de Acatlán, detuvo su viaje en Atemajac de Brizuela (conocido en ese tiempo como Atemajac de las Tablas). En esta travesía Juárez conoció al señor Brizuela, un colimense que fabricaba armas, con quien estrechó una profunda amistad, guardándole un gran reconocimiento, fue tal su cercanía, que cuando mataron a Brizuela en la batalla de la Coronilla, Juárez le cambió el nombre a Atemajac en su honor.
El presidente llegó a Sayula el 22 de marzo y el 23 estaba ya en Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, durante la travesía el ejército y el gobierno liberal irían sufriendo severas derrotas a manos de los conservadores en Puerto de Carretas, Atenquique, Ahualulco y Barranca de Beltrán, bajo el mando, en la primera batalla, de Luis G. Osollo y del general Miguel Miramón.
Fue el día 24 que Juárez estuvo en la Hacienda de los Mesones (Atenquique) para después partir a Tonila, a donde llegó a las 05:00 de la tarde de ese mismo día.
Con todo y las penalidades a que se vio sujeto, éste continuó dictando una serie de disposiciones legislativas que simbolizaron una postura aún más radical que la manejada en el Congreso Constituyente de 1857.
Una vez en Tonila, luego de haber recorrido la Sierra Madre Occidental, se hospedó en dos casas, en una, la del Reglamento, se reunió con gente del pueblo, y la segunda (que en la actualidad lleva su nombre), se encuentra frente al domicilio donde nació el doctor Miguel Galindo.
Fue el 25 de marzo de 1858 que el presidente y su comitiva llegaron al famoso Zalatón de Juárez, en la ciudad de Colima, con la finalidad de asearse en los márgenes del Río Manrique, hasta el lugar llegó Ricardo Palacio, quien era el gobernador, convirtiéndose en anfitrión durante los 13 días que duró su estadía en la capital, pernoctando en la casa de Assam, ubicada en la calle Zaragoza, en cuya fachada se encuentra una placa indicando este hecho histórico.
En los siguientes dos párrafos transcribo una remembranza del Colima de ese tiempo, escrita por la señora María Ahumada de Gómez (+), mujer de hondo sentimiento juarista, que escribió un folleto de alto valor histórico intitulado: “Semblanza de Colima en la década de 1850”, donde describe y pinta el Colima de ese tiempo, tomando como referencia los testimonios de viajeros que explicaban el panorama que presentaba nuestra ciudad por esos tiempos, para lo cual transcribimos a continuación una síntesis de dicha Semblanza: “La ciudad es una población que duerme en las faldas de sus volcanes, dentro de un bosque de palmeras, plátanos y camichines.
Al llegar a la población, ésta se ve de tal manera envuelta entre un hermoso verdor, como si fuera una hermosa huerta, los mangos y los verdes tamarindos de la familia de las acacias dan el esplendor de sus tonos verdi-negros, y a través de esta vegetación, se ven apenas las blancas casas de la ciudad, escuchándose muy lejos el ruido que en ellas hacen los hombres, que no se confunde con nada de la naturaleza.
Fue un Viernes Santo, cuando Benito Juárez asistió a uno de los oficios religiosos en el conocido templo capitalino de El Beaterio y aunque muchos dicen que era ateo, debido a los cambios que impulsó con las Leyes de Reforma, afectando directamente al clero, su fe la mantuvo intacta, haciendo una separación casi quirúrgica entre el Estado y la iglesia.
“En los días en que Juárez visitó Co- lima, tuvo contacto con un distinguido masón llamado Filomeno Medina, quien le explicó de su inventiva de llevar un control de los nacimientos y estados civiles de los ciudadanos, creando así de manera oficial el Registro Civil, de tal manera, que cuando Juárez llegó a Colima ya existía el registro de manera oficial, pues en enero de 1858 Ricardo Palacio firmó el decreto aprobándolo; esta iniciativa tuvo obviamente la desaprobación del clero.
“En ese tiempo, los colimenses temerosos, se resistían a registrarse porque como consecuencia recibían la excomunión de la iglesia. Filomeno Medina le dio a Juárez las actas del Registro Civil de la ciudad y al poco tiempo el Benemérito creó un registro civil en Veracruz, tomando como modelo el de Colima y cuando nació su hija Jerónima Francisca, él personalmente, la llevó en brazos a registrarse.
“Estando en Colima, Juárez recibió una carta del gobernador de Veracruz, en la que le ofrecía asilo y protección en esa entidad federativa y por eso se trasladó el 8 de abril a Manzanillo, lo hizo por el rumbo de Coquimatlán, que era parte del trazo del Camino Real, para continuar río abajo, hasta Periquillos y continuar hasta Cuyutlán, donde pernoctó con el firme objetivo de transportarse en barco y llegar a su destino final que sería el Estado veracruzano”.
La historia relata que en este recorrido, pasaron toda clase de dificultades, teniendo que enfrentarse a los zancudos, alimañas y hasta serpientes, que los acompañaron en el trayecto de Cuyutlán a Manzanillo, ya que transitaron bordeando el mar hasta llegar a Manzanillo.
Ya en la bahía, el 11 de abril lograron al azar abordar el barco John L. Stiffens, que los llevaría a Panamá, cuentan los enterados que viajaron sin comodidades, incluso con los estragos de ir encimados en la carga del buque, soportando la inclemencia del chacuaco que les llenaba la cara de tizne.
Una vez que llegaron al istmo de Panamá, lo cruzaron en un tren de vía angosta, con la esperanza de encontrar otra embarcación en el Atlántico que a los pocos días los llevara a Nueva Orleans, luego a La Habana y finalmente con destino final a Veracruz. Estas peripecias las sufrieron porque todo su recorrido lo hicieron como se dice coloquialmente de “raite”.
Este tipo de acontecimientos históricos, han hecho del puerto un lugar de referencia nacional, hechos que hoy nos tienen aquí reunidos, recordando una parte de este gran acervo mexicano con la conocida “Ruta de Juárez”; historia que hasta hoy día sigue contando cada año, a galope de caballo, culminando en esta plaza para dar cuenta del zarpe del Licenciado Benito Juárez en este puerto.
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