A Walter Benjamin (1892-1949) le asombraba que durante 200 años la inquisición insistiera en arrancar confesiones a través de la tortura. Pero lo que más le sorprendía era que juristas, médicos, filósofos y sacerdotes no sólo omitieran las injusticias, sino que, en algunos casos, se convirtieron en cómplices para construir testimonios para juzgar a las mujeres.
Ésa es la semilla que dio paso a uno de los textos más agudos del escritor y ensayista, escrito en 1930, acerca de los alcances de la injusticia del ser humano, en especial de los hombres contra las mujeres, titulado Los procesos contra las brujas, que ahora es recuperado por el sello Akal y la mano del artista chileno Claudio Romo, en torno a la manera como las mujeres que poseían conocimientos de farmacopea, herbolaria y química fueron juzgadas y quemadas en la hoguera.
El texto aclara que la quema de brujas no figuraba en el antiguo derecho eclesiástico, por lo que durante mucho tiempo el castigo por hechicería sólo se limitaba a la excomunión y el encarcelamiento.
Sin embargo, en 1532, Carlos V introdujo un nuevo código penal en el que nació la quema de brujas, recuerda Romo, pues originalmente todo quedaba en señalamientos.
La persecución de las brujas nace en 1532. Históricamente, todo tiene una fecha y una huella, claro, y la cultura es así: tiene pulsiones y periodos de interés sobre ciertos fenómenos que ponen en riesgo la tradición”, dice.