Volver a Dios llenos de fe para ganar la salvación
Lc 17,11-19
Hermanos, nos hemos adentrado en el misterio de la llamada a la fe, que implica sobre todo obediencia. Pero la fe y su recorrido no concluye allí, es necesario dar paso al agradecimiento. Solamente este doble regreso a Dios, uno pidiendo e invocando el perdón, y otro, agradeciendo su misericordia recibida, permitirá a cada uno ponerse en disposición de ganar algo más que un favor de Dios, de ganar la salvación. La verdadera fe no permanece guardada en el corazón, sino que se hace alabanza y glorificación a Dios.
El hombre frente a una realidad dolorosa, y frente al sufrimiento de sus hermanos busca casi instintivamente poder salir de esa situación. El intento de buscar la salud, la paz, el bienestar nos mueve a buscar una respuesta. El segundo libro de los Reyes nos presenta la curación de un oficial del ejército de Siria, llamado Naamán, quien va a ver al profeta Eliseo para ser curado. El profeta le pide algo muy sencillo, bañarse siete veces en el Jordán. La primera reacción de Naamán fue de molestia por una acción tan insignificante, pero alentado por sus siervos cumple lo que le decía el profeta y sana: “se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Su carne volvió a ser como la de un niño pequeño, y quedó limpio” (2Re 5,14). Que bendición cuando nos orientan a buscar a Dios en el momento de la prueba y que grande es comprender que las obras que Dios nos pide cumplir son humildes y sencillas. Es en la pequeñez de las acciones que se realizan los grandes signos de Dios.
En este sentido, y continuando con la compasión de Dios por sus hijos, el primer gesto que vemos en Jesús es también su compasión hacia el necesitado, y segundo, su obediencia a lo que la ley percibe. Recordemos que, para atestiguar la curación de la lepra, es el sacerdote quien tendría que dar testimonio y así, el antes enfermo, podía integrarse a la vida social y religiosa, podía volver a una vida normal. Parecería ilógico que Jesús envíe a los leprosos a presentarse a los sacerdotes cuando estos todavía están enfermos, sin embargo, es en el camino que ellos quedan curados. Podríamos decir que la obediencia a la palabra de Cristo los hace confiar y mientras obedecen y se dirigen a los sacerdotes quedan sanados. Muchas de las acciones de Dios se realizan cuando nosotros estamos de camino, haciendo lo que nos manda y cumpliendo fielmente lo que nos ha manifestado.
De igual manera, en nuestra vida cristiana, la obedecida a los mandamientos y a Dios nos disponen a ver la obra de su misericordia en nosotros; ya lo decía Jesús: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14,23). Estos hombres leprosos confiando en la palabra de Jesús son curados, pero allí no termina la acción benéfica de Jesús por ellos, Jesús les desea ofrecer un don mayor, pero nueve de ellos son incapaces de reconocerlo y no dan el siguiente paso, sólo uno regresa a Jesús.
Generalmente el hombre tiene poca memoria para reconocer los beneficios recibidos. Quien olvida el favor recibido no agradece. El Evangelio nos presenta que, de los diez hombres sanados, únicamente uno regresa a Jesús para agradecer. El leproso, que era un samaritano, recibe de Jesús una indicación precisa: levántate, ve, tu fe te ha salvado. Como podemos ver, son acciones que nos hablan de las realidades futuras, de acciones que vendrán en su momento como dones de Cristo resucitado. Los otros leprosos se conformaron con la salud, este hombre al regresar a Jesús y dar gracias alcanzó el don de la salvación: “tu fe te ha salvado”.
Podemos concluir diciendo que la fe se perfecciona en el encuentro con Jesús. La fe perfecta nos lleva al agradecimiento a Dios por sus beneficios e igualmente, nos hace glorificarle. Volvamos a Dios y pongámonos delante de Él para agradecer sus beneficios y para pedirle que nos sane y nos salve.