Don Carlos y su burro cantador


Allá en Comala hubo una vez un hombre que quería vender un burro, el ofrecimiento corrió rápido por las inmediaciones de la cabecera municipal y la noticia llegó a la comunidad de La Caja, haciendo eco en los oídos de don Carlos que después de perder a su último corcel tenía necesidad de contar con un nuevo cuadrúpedo para realizar cómodamente su trabajo, nos platica nuestro amigo: “empecé a sentir como que a los caballos ya no iba poder montarlos tan a gusto, dije a ver si me hallo por ahí un burro para ir a ordeñar y traer la lechita, una carguita de leña o algo.  Un día llegó una vale y me dijo: ‘¡oiga, me dijeron que usted anda queriendo comprar un burro!’, y le dije onde lo tienes, ‘pos ahí en Comala’,  pues viéndolo porque a mí no me gustan esos burros que nomás se les sube uno y cuelgan las orejas, mañana voy a verlo, si me gusta te lo compro”. Al día siguiente don Carlos se trasladó a Comala, y como si se tratara de una agencia automotriz de inmediato realizó una prueba de manejo, una especie de ‘burro demo’, cuenta que: “vi al burro y como ahí estaba la silla, lo ensillé antes que llegara el vale, dije a ver qué sabe hacer el burro. Al subirme,  dije, ¡ah cabrón! agarró para la calle el burrito, y ya llegó el vale, lo caminó como una cuadra, me quedé parado viendo cómo caminaba el burro, porque yo al ver al animal, la salida del animal y cómo camina, digo si está bueno o no sirve. Le dije: ¿cuánto quieres por el burro?, yo sabía que estaba caro, porque están escasos, me va diciendo que le daban 10 mil pesos por el burro, y dijo. ‘se lo voy a dejar en 9 mil’, ai’ jo de la chingada yo llevaba 5 mil pesos, le dije me esperas con 4 mil pesos para el domingo, ‘sí, cómo no, lléveselo’, en ese ratito lo ensillamos y me le subí”.

Así que el primer recorrido que hizo don Carlos con su nuevo jumento fue de Comala a La Caja, bautizando al pollino con el nombre de ‘cantador’, porque “cada rato, el hijo de la chintola, anda rebuzne y rebuzne, antes ahorita está callado el hijo de la mañana, pero aquí lo duermo por detrás, amarrado, cuando me levanto nomás me oye que ando por ahí y luego empieza a rebuznar. Este burro tiene como 12 años, ahorita está joven, su duración son de 40 años, duran más que un caballo, porque la sangre es más resistente, porque como dice el dicho. ‘si es burro, aguanta todo’. El ‘cantador’ no es el único burro que ha montado don Carlos, tuvo otros “por ejemplo el burrito  ‘durazno’, ese burro nos lo trajimos de Alseseca, ese era de mi papá, pero a veces aquí me lo dejaba, como era mansito mis hijas se paseaban en él, le colgaban 2 bolsas de hilachos pa´lavar, el costalillo de las tortillas y el bastimento, una cubeta, una tina, y se lo llevaban al Río Grande a lavar; y más antes teníamos un burro prieto en ese andaba mi papá, al burro le decíamos ‘el cuervo’ porque nada más tenía el hocico blanco y todo lo demás negro”.

Carlos Nava y su burro “cantador”.

Carlos Nava Verduzco nació el 27 de abril de 1944 en Paso de Alseseca municipio de Zapotitlán de Vadillo, pasó su infancia con su papá: “cuidando los animales, buscándolos, ahí se da uno cuenta de cosas que le suceden a uno. Yo de los 10 años en adelante, cuando no estaba mi papá, me encargaba de ordeñar 4 o 5 vacas, vivíamos en la pura pasadera, en el Camino Real de Zapotitlán hasta Colima. En las aguas, sembrábamos, yo agarraba una yunta de bueyes, tenía mis avíos, mis arados, coyuntas, yugos y sembrábamos maíz y frijol, y de vez en cuando irse a dar una vuelta, a una fiestecita, algún bailecito. Y a veces a llevar el queso que hacia mi mamá, a Zapotitlán y ya de vuelta me venía con el mandado que había que traer, compraba en una tienda de un señor que se llamaba Hermenegildo Magaña, me iba en caballo, mi papá tenía caballos y bestias mulares, yo hacía hora y media, salía a las 7, 8 de la mañana, llegaba allá como a la 10 de la mañana, dejaba una canastilla que llevaba con el queso a la mujer de Hermenegildo, llevaba una lista con lo que iba a traer de mandado, acomodaba en mis costalillos las cosas, y ya me venía”.

No todos los recorridos que hizo don Carlos de Alseseca a Zapotitlán fueron tranquilos, nos cuenta que una vez se accidentó, “una vez íbamos a misa, yo andaba amansando un caballo y en el camino  no sé  con que se asustó y se me plantó a los reparos y me tumbó, se resbaló en una parte que había barrial, me tumbó, y me agarró el pié derecho con el estribo y me lo torció, iba una hermana mía en el caballo de adelante, le hablé y le dije: ¡hermana me torcí una pata!, ¿cómo ves, te vas tú para Zapotitlán, y yo me devuelvo?, me dijo. ‘¡no!, mejor vámonos devolviendo pa’ que te sobe mi papá, y le dije pos aquí se acabaron las ganas de ir a las galletas y a los dulces”. Cuenta don Carlos que “un señor que era cuñado de mi mamá, viajaba de Comala a Zapotitlán a  traer vino, en dos burros, a ese señor lo vino matando un señor pa´robarlo, un día que iba de Comala pá allá, ese fulano lo alcanzó en el Remate y de ahí se fue con él, antes de llegar a Alseseca, mi tío cargaba una cuchilla pa´lo que se ofreciera en el camino, y con esa misma lo mató, antes de llegar a Alseseca lo empezó a agredir arriba del burro, y mi tío por defenderse sacó la cuchilla y lo empezó a torear, pero el otro agarró un leño y le tumbó la cuchilla y con la cuchilla lo degolló”.

El segundo lugar de residencia del amigo Carlos Nava fue Comala, porque “me casé en el 62 y en el 65 nos venimos, la venida fue porque a mi mamá le da una enfermedad que le dan ataques, que no sabíamos ni de qué y duraba hasta 2 horas, y como en Comala vivía una hermano de ella que se llamaba José Verduzco Bejarano, fue seminarista en la revolución cristera, y cuando se vino la revolución se desparramaron, unos se fueron p´al río Grande, pa´Ciudad Guzmán, mi mamá se ponía mal y mi tío le decía: ‘hermana estaría bueno que compraran una casita en Comala, para estar más cerquita de un doctor para que te vea, esa fue la venida de mi papá y mi mamá a Comala”. Posteriormente se trasladó a La Caja en tiempos de la creación del ejido “porque los dirigentes conocían a mi tío José y le comunicaron que vendían un derecho del ejido, y el 17 de enero de 1966, aquí llegamos yo y un hermano a dormir esa noche, y llegó el licenciado con el gobierno a dar la posesión del ejido, tengo mi parcela yendo hacia el Remate”.

En nuestra cultura popular e inclusive en el cine mexicano de la época de oro se incrustó la idea de los jinetes vestidos de negro y enmascarados, o hasta se llegó a hablar de los jinetes sin cabeza, que cabalgaban por la noche y el trote de sus corceles provocaban miedo entre las personas. Uno de esos jinetes nocturnos fue don Carlos, dice que: “ensillaba el caballo para ir a dar una vuelta, y para no estar molestando a la gente que ya está dormida, en la noche me salía a pasear el caballo, salía al camino real y a veces agarraba pa’ arriba. Una vez aquí en el panteón, eran como las 12 de la noche, estaba haciendo una luna como de día, y entonces empecé a oír un tropel como que venían corriendo bestias, y al llegar aquí, donde se apartaba el camino, vi que resaltaron un par de bestias pero mancornadas, sin gamarra, sin nada, y al pasón vi a las 2 bestias como que las acababan de bañar, bañadas en sudor, caminé como 50 metros pa´arriba y entonces le di vuelta al caballo pero con el fin de ver a dónde iban a ganar si pa’ el Río Grande o pa´La Caja, me devolví y a cabrón, ni ruido de carrera ni animales, ni nada, Y después ya me platicaron que ahí en ese punto mataron a un fulano y que lo aventaron a la ladera para que cayera al río”.

No hay comunidad rural sin leyendas, ni  personajes sin anécdotas, cuenta don Carlos que “en otra ocasión fuimos a la feria, y teníamos una niña de un año pasadito, y cuando llegué estaba mi señora con la niña llore y llore y que no la podía consolar, entonces oí un ruido de camioneta como que venía del Remate, le dije arréglala y yo voy a salir a la carretera para que nos lleven a Colima, y me dijo ‘hace ratito pasó aquí un ruido como de fierros y me acordé que mi mamá me decía que la muerte cuando iba a llevarse a uno, pasaba por el camino, y yo oí ese ruido’, ya me fui a crucero y como a unos 100 metros pa´arriba como que apagaron la luz, y nunca pasó la camioneta, yo creo fue un espanto”.