Laboró en Reforma y en el mercado 5 de Mayo; durante 72 años fue la reina de las frutas, las verduras y las especias
Desde que fue inaugurado el Mercado Reforma de Manzanillo, hasta los tiempos del primer mercado 5 de mayo, Doña Chencha fue la locataria que marcó la pauta y puso el ejemplo de trabajo y esfuerzo a sus compañeros. Dejó un legado de visión para los negocios y afán de superación, que hoy todavía impulsa a buscar hacer algo parecido a todos aquellos que la conocieron o supieron de ella.
Inocencia Rodríguez Carlo nació el 28 de diciembre de 1904, en Zapotlán El Grande, Jalisco, siendo hija de Norberto Rodríguez, jardinero y cuidador de hortalizas, y Basilia Carlo. Allá conoció a su pareja de toda la vida, Vidal Bautista Hernández, quien nació el 4 de mayo de 1906, el cual se había perfeccionado desde joven en el oficio de albañil, y con quien se casó en octubre de 1927, en plena cristiada.
UNA NUEVA PATRIA CHICA PARA SU FAMILIA
Era una familia muy unida, pero en 1931 la necesidad hizo que Don Vidal se viniera a trabajar a Manzanillo como maestro de albañilería, ya que oía que se iban a continuar las obras del puerto, que tres décadas antes había iniciado el ingeniero norteamericano Edgar K. Smoot. Al año de su llegada, su esposa también se vino a radicar a nuestro puerto. La economía era difícil, por lo que ella le dijo a su marido que quería trabajar para contribuir al sustento del hogar, lo cual no era muy común para aquellos tiempos, en que la mujer solamente se dedicaba a atender las labores domésticas.
Primeramente sólo pudo dedicarse a coser ajeno, ya que tenía mucha sensibilidad para los trabajos manuales, en los que la consideraban toda una artista. Posteriormente puso una cenaduría que tuvo mucho éxito, pues tenía mucho sazón para la comida, lo cual es una cualidad que heredó a todas sus hijas, como está acreditado por la fama de una de ellas, Doña Trini, propietaria del restaurante Savoy.
Pero esas labores no le bastaban. Como alguien que había crecido en el campo, cerca de las hortalizas que atendía su padre, tenía la idea de dedicarse a vender frutas y verduras, pues veía que en Manzanillo por entonces se vendían muy pocas variedades.

Atracadero en 1882 a donde llegaba a vender la gente de Campos, luego se puso el mercado Reforma y hoy es la manzana conocida como el centro comercial.
EL ATRACADERO DE MORRILL SE TRANSFORMA EN MERCADO
Desde años antes, se había venido organizado un conglomerado de vendedores originarios de Campos, que cosechaban frutas y verduras diversas. Todos los días desde las 4 de la mañana salían en canoas desde su lugar de origen, aprovechando que es la comunidad rural más cercana al puerto, cargando a bordo de las frágiles embarcaciones lo mismo ciruelas que mangos, limones, marañones, cocos, chiles, nopales y jitomates. Traspasando la compuerta, llegaban a Manzanillo para vender en un tianguis cada vez más formal, que tenía las miras de llegar a convertirse en un mercado.
Ponían los campiranos puestos armados con palos y gruesas telas, como carpitas o tiendas de campaña, y en ocasiones tan sólo una mesa de madera, y se ponían a vender sus mercancías a los manzanillenses, que acudían en masa desde las cinco de la mañana a ese lugar. Las lanchas descargaban hasta el piecito de su centro de ventas, en un pequeño muellecito de madera, ubicado en el mismo sitio donde de 1871 a 1882 atracara el Vapor Colima, propiedad del cónsul norteamericano Augustus Morrill, que conducía el Capitán Mellone entre Manzanillo y Cuyutlancillo, el cual desapareció con la llegada del tren de vía angosta.
Pues bien, con lo que ganaba de coser ajeno, Doña Inocencia se compró una mesa de madera. Era de un metro y medio cuadrado. Con ella, se puso a vender, aunque como no era de Campos, y en ese tiempo no había quien la surtiera de frutas y verduras, tuvo que recurrir a su destreza manual, y se puso a elaborar flores artificiales de diversos materiales y gran belleza, que vendía en su mesita. Aunque no quitaba el dedo del renglón, de convertirse en verdulera.
Al principio la veían con recelo, pues era una de las pocas vendedoras que no eran de Campos. Poco a poco, como las ventas crecían, empezó a meter latería y paquetes de comestibles y abarrotes en general. Luego compró una segunda mesa de las mismas dimensiones. Su buen trato hacía que cada vez tuviera más clientes.

Doña Chencha recién llegada a Manzanillo.
LAS OBRAS DEL TATA LÁZARO ELEVAN A MANZANILLO
Don Vidal, por su parte, tan ducho como era en el campo de la construcción, trabajó en diversas obras de mejoramiento de la infraestructura portuaria en Manzanillo, las cuales se estaban haciendo durante esos años 30, por encargo del gobierno federal que presidia el General Lázaro Cárdenas. Entre estas estaba El Túnel, inmenso canal que atravesó el cerro para unir las aguas del mar con las de la laguna de Cuyutlán, saneando así este vaso lacustre, nido de zancudos y propagador de enfermedades y olores nauseabundos.
También trabajó en la nivelación de las calles, en que se hicieron algunos rellenos a las orillas de la laguna, colindantes con la creciente mancha poblacional. Hay que resaltar que era un excelente maestro contratista, quien trabajó al lado de famosos ingenieros y arquitectos del entonces, entre ellos Urtusuástegui, Dosal, Lira y Mendoza Franco, quienes siempre quedaron muy contentos con sus trabajos.
En 1935 trabaja para Don Pancho Moreno en la construcción del Edificio Moreno, dejando muy buena impresión en su patrón, por su gran capacidad y conocimientos, por lo que es llamado a participar ahora en la construcción del edificio Guadalajara un año después. Por aquel entonces, eran dos de las mejores y más modernas construcciones que se habían hecho en la aun pequeña ciudad. Es así como también participa en la construcción del anhelado Mercado Reforma, en aquel lugar donde se juntaban los vendedores de Campos, y donde ya trabajaba Doña Chencha.
ARRANCA EL PRIMER MERCADO DE MANZANILLO
Se construyeron muchos locales, muchos de los cuales ocuparon personas que jamás vendieron en aquella especie de bazar árabe que le precedió, aunque un buen porcentaje de los negocios siguió en manos de la gente de “La Capital Mundial de los Jejenes y las Ciruelas”. Hasta la fecha, la parte central del actual Mercado Municipal 5 de mayo es ocupada por gente de Campos, que tiene pequeños locales donde siguen vendiendo limones, nopales y otros productos cosechados en tierras de Campos y El Colomo. Es un recuerdo de aquellos pequeños inicios, que a la mayoría nos pasa desapercibido.
Con gran visión para los negocios, Doña Chencha y Don Vidal platican, y deciden invertir todos sus ahorros para comprar un local en el nuevo mercado. Acudieron hasta Zapotlán el Grande e hicieron contacto con grandes agricultores, quienes se encargarían de surtirles de lo más granado y selecto de sus frutas y verduras, muchas de las cuales no se vendían en Manzanillo. Sus hijos serían los encargados de despachar y hacer todo lo necesario para que el puesto funcionara, bajo la tutela directiva de Doña Chencha. En 1937, el Mercado Reforma empieza a funcionar, y desde un principio la señora Inocencia y su familia, que fueron fundadores, atrajeron a la gran mayoría de los clientes con sus abarrotes, frutas y verduras, además de las primorosas flores de papel elaboradas por las hábiles manos de la propietaria.

Puesto a finales de los años 80.
ENTRE FRUTAS, ESPECIAS Y VERDURAS
Dos años y medio después habían crecido tanto, que compraron el local más grande de todo el popular centro de abastos. Todos los comerciantes, acostumbrados a pensar en pequeño, se asombraron al ver llegar enormes camiones thorton desde Ciudad Guzmán periódicamente a surtir el puesto de Doña Inocencia, que siempre estaba acompañada de sus vástagos: Trinidad, Raymundo, Jesús, Rosa y Teresa.
Muchas personas con un poco de capital y más visión en Manzanillo, habían comprado los puestos principales, y a partir del inicio de los años cuarenta empezaron a seguir el ejemplo de Doña Chencha de comprar a grandes productores, contactando con intermediarios que les acercaban el producto. Los de Campos se fueron quedando rezagados, porque ellos vendían lo poco que cosechaban en las tierras aledañas a su comunidad. Por eso es que al paso de las décadas se fueron quedando con los locales más pequeños. El local de Doña Inocencia tenía más de diez metros de largo.
Entre tanto, Don Vidal se había empleado en la construcción del Hospital Civil, obra que se concluyó en 1939. También trabajó en la edificación del Hotel Colonial, que se inauguró hasta 1942. Como puede verse, Vidal Bautista trabajó en las principales obras que en su tiempo se hicieron en Manzanillo, las que lo transformaron para siempre de un pequeño puerto, casi pueblo, del que solamente se había ocupado Don Porfirio, a un puerto moderno, que aspiraba a convertirse en una gran e importante ciudad del occidente del país.
El local de Doña Chencha para entonces no tenía competencia. Todos los hermanos no se daban abasto, atendiendo a tanta gente que se les aglomeraba.

Tianguis o parte central del anterior mercado 5 de Mayo.
CAMBIO INTEMPESTIVO A UN NUEVO MERCADO
Los barcos se surtían con ella, pues ahí podían encontrar todo lo que el mayordomo pedía para surtir la despensa de a bordo, incluyendo las raras especias que los cocineros más quisquillosos pudieran pedir. Inocencia atendía a varias personas al mismo tiempo con gran rapidez, haciendo grandes cuentas mentalmente, siempre exactas, asombrando a todo mundo, ya que sólo estudió el primer año de la escuela primaria. A mitad de los años cincuenta su hija mayor Trinidad, dejó de trabajar en el puesto, y pocos años después, al lado de su esposo, empezó sus propios negocios.
Todos los locatarios admiraban y querían a Doña Chencha, pues su amabilidad y sencillez era imposible que diera lugar a envidias. Fue amiga de dueños de puestos de verduras como Don Rafael Márquez, Doña María Moreno, Don Daniel Alcaraz, Don Miguel Rosales y los Charros Alcaraz; de carniceros como Don Herminio Barreda, los Solorio y Don Panchito; del vendedor de tacos de chicharrón, Don Jesús López; del vendedor de loza, Don Refugio; y de Don Jesús Bautista “El Cucaracho”, dueño de una pescadería.
El éxito acompañó a los Bautista Rodríguez cuando intempestivamente fueron cambiados a un nuevo mercado, el 5 de mayo. Todos los locatarios estaban inconformes porque los espacios eran ahora más chicos, pues aparte de que se metieron puestos nuevos, se dejó en medio un enorme hueco para el tianguis, donde bien podrían haberse puesto más vendedores. Definitivamente hubo una mala planeación y distribución. A ellos les dieron un local grande, de 9 metros de largo por 6 de ancho. Ahí agregaron refrigeradores y empezaron a vender carnes frías y cremería. También incrementaron el rubro de la latería e introdujeron pan.
En 1991, aquejada por diversos achaques, siendo una mujer de 87 años de edad, decide dejar de capitanear su puesto. Como sus hijos Raymundo y Jesús, al igual que había hecho antes Trinidad, habían empezado su propia vida, el negocio quedó a cargo de su hija Rosa, mejor conocida entre la clientela y locatarios como Rossy, acompañada por su esposo José María Montes Álvarez, y su hermana Teresa.
NADIE HA OCUPADO SU LUGAR
El 25 de agosto de 1996 fallece Don Vidal Bautista, a la edad de 90 años. Doña Chencha fallece el 1 de octubre de 1998, a la edad de 93 años. El puesto que fundara dentro del mercado le sobrevivió hasta el 31 de octubre del 2007, en que fue vendido. Es decir que el puesto en el mercado de la familia Bautista Rodríguez existió durante más de 72 años.
Posteriormente, su hija Rossy abrió un puesto con similares condiciones, heredero del de su madre, pero lo hizo por fuera del centro popular de abasto de nuestra ciudad, a media cuadra de distancia, tras de varios años en que la familia no tuvo un puesto similar al de la matriarca de ese clan.
Nadie ha ocupado el lugar de Doña Chencha entre los locatarios del mercado, y aun se extraña su puesto, donde se podía encontrar lo más raro que pidiera un libro de cocina, para elaborar la más sofisticada receta internacional que elaborara un chef.