Carlos Valdez Ramírez
Las maravillas artísticas y culturales de Rusia han sobrevivido a grandes cambios políticos como fue la caída del comunismo en los años 80 con la entrada de la Perestroika que planteaba reformas económicas y políticas y con la cual unos estaban a favor y otros en contra. El hecho es que difícilmente alguien que conociera la nación comunista se abstenía de emitir una opinión sobre ese país.
Este periodista, que conoció la Rusia de Mijaíl Gorbachov, a finales de la década de 1980 acompañado de Guillermo Woodward Rojas, Rubén Álamo Suazo, Esteban Cortés Rojas y los hermanos Adriana, Héctor y Jaime de la Madrid Sánchez, se impresionó con el solemne ritual militar realizado ante el Mausoleo de Lenin. Cada hora se realizaba un solemne cambio de la guardia de honor, ceremonia que constituía una de las más concurridas atracciones turísticas de Moscú.
La tumba se construyó para que todos los trabajadores pudieran honrar el cuerpo embalsamado del líder del proletariado mundial, a pesar de que antes de morir el dirigente bolchevique expresó su deseo de ser enterrado en San Petersburgo, junto a su madre.
En la conversación que tuve con la joven rusa María Panferova, quien llegó a México con una beca de la Universidad de Moscú donde imparte clases de inglés, contó que aún se expone el cuerpo momificado de Lenin ante la mirada curiosa de los visitantes. Dice que un complicado sistema se encarga de mantener las condiciones de temperatura, humedad, presión atmosférica e iluminación necesarias para conservar el cuerpo como una figura de cera brillante.
Refirió que 15 minutos antes de que el mausoleo de granito rojo abra al público, el cadáver se saca del ataúd, se humedece con un aerosol especial y se coloca en la urna de cristal a prueba de balas para que sea admirado por los seguidores y turistas. Además de ese riguroso procedimiento, cada año los restos de Lenin son sometidos durante dos meses a tratamientos químicos y biológicos que mantienen el cuerpo incorruptible.
Panferova habla de uno de los sucesos más comentados en torno a esa instalación y cuenta que en 1993 se le retiró la guardia de honor para colocarla en la Tumba del Soldado desconocido. Se especulaba que ese era el primer paso para retirar la momia de Lenin del mausoleo y darle sepultura junto su madre, como él pidió, sin embargo, eso no ha pasado y el lugar sigue siendo uno de los más visitados de la capital.
El Hermitage, exposición del arte mundial
Si bien Moscú es la capital política y económica de Rusia, San Petersburgo es la ciudad más importante en cuanto a artes y cultura. Situado en el corazón de esa urbe, entre el malecón del río Neva y la Plaza del Palacio, se encuentra el Museo del Hermitage, una de las mayores pinacotecas del mundo.
Ocupa seis edificios unidos, el Palacio de Invierno el más importante de ellos. Pese a ser la antigua residencia de los zares rusos, lo que puede brindar una idea de su fastuosidad, fue conservado por los gobiernos comunistas por el valor artístico de esa construcción, así como de las obras que acoge.
“El hermoso conjunto arquitectónico atesora actualmente más de dos millones y medio de objetos culturales de los pueblos de Europa y Oriente desde los tiempos más remotos hasta el siglo XX”, explica la joven moscovita, complacida de evocar semejante monumento a las bellas artes perteneciente a su país.
Otro de los edificios que conforman el conjunto, El Hermitage Pequeño, fue construido como residencia privada de Catalina II. La emperatriz quería descansar de la vida oficial en un espacio más acogedor, por ese motivo el palacio fue nombrado “Hermitage”, palabra francesa que significa ermita o lugar para orar.
Además de la revolución económica, política y social que vivió Rusia durante más de la mitad del siglo pasado, la historia y la cultura rusa constituían también grandes atractivos para los extranjeros.
Dice la joven europea que actualmente el museo recibe casi tres millones de visitas cada año. Se calcula que si una persona dedicara sólo un minuto a contemplar cada pieza expuesta en él, necesitaría cuatro años y medio, sin descanso, para verlas todas.
“Rusia ha vivido muchas transformaciones, pero estos tesoros siempre se han respetado, pues la cultura es lo más elevado y enraizado en el hombre, ningún sistema político puede cambiar eso”, resalta la dama, marcando la diferencia con otros lugares donde las revoluciones han intentado borrar las huellas de todos los gobiernos anteriores.
Más de 300 puentes en San Petersburgo
Antes de la Revolución de Octubre San Petersburgo era la capital del Imperio Ruso, dato que ayuda a comprender el desarrollo alcanzado por esa ciudad antes de 1917, pero que no se detuvo ahí.
Uno de los símbolos que causó admiración por su destreza en ingeniería arquitectónica entre nuestro grupo de periodistas mexicanos fue el metro subterráneo que surca las entrañas de esa ciudad que, según María Panferova, es “un verdadero museo de puentes”.
Aproximadamente 340 puentes interconectan a las islas separadas por los más de 60 ríos y canales que cruzan la antigua capital. El metro es, para muchos, el más impresionante de todos, pues pasa por debajo del río Neva, a 110 metros de profundidad. Se construyó en el período soviético, aunque ha tenido varios cambios, por lo que pueden observarse estaciones vistosamente decoradas y otras muy modernas y racionales, a lo largo de los más de 100 kilómetros que recorre.
Este se proyectó durante el gobierno de Stalin, aunque su inauguración ocurrió en 1955. Las estaciones reflejan desde el triunfalismo y el culto al poder de la época stalinista hasta el estilo clásico. Actualmente es el único metro en Rusia que cuenta con ascensor horizontal en sus líneas, describe Panferova.
De los grandes puentes que cruzan el río Neva, 22 son levadizos. Cuando cae la tarde se levantan para dar paso a los barcos mercantes, convirtiendo las noches veraniegas de San Petersburgo en un espectáculo, pues en invierno los puentes no se levantan ya que los ríos y canales están congelados y no hay navegación.
Uno de los elementos más sobresalientes de la cultura rusa en 1987, cuando aquellos periodistas mexicanos visitamos ese país, era la frugalidad en que vivían sus habitantes, en contraste con la fastuosidad de las construcciones.
Pobreza no significa miseria espiritual
Durante mi regreso a México tuve como compañero de viaje a un cubano, educado también con la ideología socialista de Castro. Cuando le pregunté sobre su perspectiva de las carencias características de un pueblo comunista, me explicaba que no necesitaba varios pares de zapatos o mucha ropa, si con poco le alcanzaba para vestir y calzar bien y abundó que no necesitaba un automóvil propio, pues con la guagua (transporte público en Cuba) se evitaba el trabajo de manejar y los gastos en combustible.
Recientemente una amiga cubana me compartía su juicio sobre el socialismo en Rusia y Cuba, analizaba que pese a sus ideales de igualdad y justicia social, en su afán de evitar los enriquecimientos personales, homogenizó la pobreza.
María Panferova celebra que, pese a las carencias y privaciones de la atapa comunista, la educación y la cultura rusa no se empobrecieron, ni desaparecieron, si no que se sumaron a una larga tradición que se sigue sedimentando con el paso de los años.