El Grito de Independencia y Morena


Entre la lucha social y la consolidación del poder

Cada 15 de septiembre, México revive el Grito de Independencia, un acto que trasciende su origen en 1810 para encarnar los ideales de resistencia, identidad y justicia social. Bajo el gobierno del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), este evento adquiere nuevos significados: ¿es un símbolo de lucha popular con raíces en el marxismo, como algunos interpretan, o un ritual político diseñado para consolidar el poder? Este artículo de opinión explora esta dualidad, integrando perspectivas históricas y el contexto actual del México gobernado por Morena, con énfasis en el Grito de 2025 liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum y ecos locales como el de la gobernadora Indira Vizcaíno en Colima.

EL GRITO: UN SÍMBOLO DE RESISTENCIA Y APROPIACIÓN POLÍTICA

El Grito de Independencia, iniciado por Miguel Hidalgo, marcó el comienzo de la lucha contra la opresión colonial, uniendo a diversos sectores en pos de la justicia y la soberanía. A lo largo de la historia, este acto ha sido reinterpretado por distintos gobiernos para legitimar sus proyectos políticos. En 2025, bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum, el Grito adquirió un matiz distintivo al incluir en las arengas a mujeres heroicas como Gertrudis Bocanegra y Manuela Molina “La Capitana”. Esta inclusión resalta el compromiso de Morena con visibilizar el papel de las mujeres en la historia, pero también plantea preguntas sobre su uso como herramienta de legitimación política.

El Grito bajo Morena se ha transformado en un “escenario de narrativa política”, donde el gobierno refuerza su imagen como defensor del “pueblo bueno” frente a las élites. Este discurso, aunque efectivo para movilizar a las bases, genera críticas sobre si el evento sigue siendo un símbolo de unidad nacional o se ha convertido en un instrumento de hegemonía partidista. La retórica de Morena en el Grito busca conectar con las luchas históricas, pero su enfoque en figuras específicas y su narrativa polarizante pueden alienar a sectores de la sociedad que ven en el acto una apropiación política. En el ámbito local, esta dinámica se replica en estados como Colima, donde la gobernadora Indira Vizcaíno, también de Morena, encabezó su propio Grito el 15 de septiembre desde el balcón del Palacio de Gobierno, atrayendo a miles de colimenses en una ceremonia que inició a las 9:00 p.m. con protocolos militares y un llamado a la paz y la justicia, reforzando la narrativa nacional de unidad y equidad social.

MORENA Y EL MARXISMO: UNA LECTURA IDEOLÓGICA

Morena representa un proyecto político que combina elementos de izquierda con un fuerte nacionalismo. Las luchas populares deben surgir desde abajo, priorizando la organización de las clases dominadas frente al capitalismo. En este sentido, Morena refleja tintes marxistas al criticar el neoliberalismo y promover políticas sociales que benefician a sectores vulnerables, como los programas de apoyo a campesinos e indígenas.

La narrativa de Sheinbaum durante el Grito de 2025, al destacar a mujeres revolucionarias, refuerza esta conexión con las luchas sociales históricas. De manera similar, Vizcaíno en Colima exclamó “¡Viva la gente que teje la paz! ¡Vivan quienes luchan por la justicia! ¡Vivan las personas que mantienen sus ideales! ¡Vivan quienes con su ejemplo educan e inspiran! ¡Viva la igualdad y la inclusión!”, un eco que vincula el evento local con los ideales de inclusión y transformación social promovidos por Morena a nivel nacional.

Sin embargo, Morena tiene limitaciones. Aunque el partido ha capitalizado el descontento generado por décadas de políticas neoliberales —que agravaron la desigualdad—, su enfoque pragmático y populista diluye los principios marxistas puros. Morena prioriza victorias electorales y el liderazgo carismático de figuras como Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y ahora Sheinbaum, lo que podría limitar la construcción de una democracia participativa desde las bases. Esta centralización podría ser criticada, abogando por una mayor autonomía de los movimientos sociales. En Colima, el Grito de Vizcaíno, seguido de un concierto gratuito de Kika Edgar y fuegos artificiales, ilustra esta mezcla de movilización popular y espectáculo estatal, que fortalece la presencia de Morena pero podría priorizar el ritual sobre la acción transformadora.

EL GRITO COMO RITUAL DE PODER

El Grito de 2025, encabezado por Sheinbaum desde el balcón de Palacio Nacional, no solo conmemoró la gesta de 1810, sino que consolidó la imagen de Morena como heredero de las luchas populares. La inclusión de figuras como Gertrudis Bocanegra, quien luchó contra la opresión colonial, y Manuela Molina, símbolo de resistencia, subraya el intento de Morena de vincular su proyecto con las heroínas olvidadas de la Independencia. Sin embargo, este acto simbólico también funciona como un ritual de poder, donde el gobierno reafirma su autoridad y legitima su narrativa.

Un movimiento transformador debe evitar subordinar los movimientos sociales a lógicas electorales o liderazgos centralizados. Aunque Morena ha integrado a sectores campesinos, indígenas y urbanos en su base, su dependencia de figuras carismáticas puede limitar el potencial revolucionario de estas luchas. El Grito de Sheinbaum fue un momento de unidad para las bases de Morena, pero también un recordatorio de la polarización que su discurso genera en un México dividido. En paralelo, el evento en Colima, con su multitud reunida en el centro histórico y énfasis en la “generosidad” y la “esperanza”, ejemplifica cómo estos rituales locales amplifican la hegemonía de Morena, tejiendo una red de lealtad partidista bajo el manto de la tradición patriótica.

REFLEXIÓN FINAL: RECUPERAR EL ESPÍRITU DEL GRITO

El Grito de Independencia debe ser más que un espectáculo político; debe ser un recordatorio de que la lucha por la justicia y la soberanía es un proyecto colectivo e inacabado. Morena ha sabido conectar con las aspiraciones populares, capitalizando el rechazo al neoliberalismo y la corrupción. Sin embargo, su apropiación del Grito como un ritual de poder corre el riesgo de desvirtuar su esencia. El desafío es devolver al Grito su carácter de esperanza colectiva, inspirando a los mexicanos a construir un país más justo más allá de intereses partidistas. Eventos como el de Vizcaíno en Colima, con su llamado a la inclusión y la paz, muestran el potencial de estos actos para unir comunidades. En un México polarizado, el Grito debería ser un llamado a la unidad, no a la división.