El Jardín de Manzanillo, corazón del puerto


Ha sufrido tres grandes remodelaciones y ampliaciones en su historia

Los manzanillenses no vamos al parque o a la plaza; vamos al jardín o al jardincito, que viene siendo lo mismo, pero en nuestra manera muy propia de llamar a las cosas. Los foráneos se quedan de a seis, cuando un local les habla del jardín, refiriéndose a estos espacios públicos, arbolados, con fuentes y bancas, que en todo el mundo de habla castellana son llamados parques o plazas.

AQUÍ NO ES PLAZA NI PARQUE; AQUÍ LE DECIMOS JARDÍN

El decirle jardines a las plazas y parques es una costumbre colimense en general, no sólo de nuestro ciudad; aunque con la migración que nuestro puerto ha tenido, por su boom económico debido al Puerto y el turismo, los nuevos espacios públicos que se han construido en ocasiones empiezan a ser conocidos como parques o plazas, y ya no tanto como jardines, o se usan los dos nombres de manera alternativa, como es el caso de la Plazoleta Raúl Zuazo (La de la Propela y las Fuentes Danzarinas). Aunque es generalizado hablar del jardín “Álvaro Obregón” o de los jardines de El Colomo, de Santiago o Salagua, ya existe la Plaza Juárez y mientras que algunos dicen el Jardín de Las Palmitas, no faltan los que se refieren al Parque de Las Palmitas. Pero nuestra palabra original para designar tales lugares de reunión pública en el centro de la población es jardín. 

EL CORAZÓN DEL PUERTO

El jardín ha sido el centro de encuentro social por excelencia de los manzanillenses desde antaño, en parte porque el clima es muy caluroso, y se supone que este sitio es fresco, aunque como el actual no es ya muy arbolado, esto es relativo, pues se compensa un poco por la cercanía con el mar; aunque en el día es casi imposible pasear por él, por lo caliente que se pone. Como antes no teníamos inseguridad, los paseos a este lugar duraban hasta muy tarde, y si pasaba por ahí a altas horas de la noche, todavía lo podía apreciar repleto de porteños paseando, dando vueltas alrededor, comiéndose una nieve, un algodón de azúcar o alguna otra golosina o platicando animadamente con sus amigos en una banca. 

En estos asientos públicos los encuentros con amigos y familiares se daban de manera natural y espontánea, pues casi todos los manzanillenses nos conocíamos, y no se ocupaba hacer una cita previa con algún camarada para tener con quien reunirse para entablar una amena charla. Lo mismo versaban sobre el futbol o las anécdotas jocosas, que derivaban hacia lo político, surgiendo muchos grupos y corrientes en estos sitios, y no faltó alguna candidatura que se empezara a perfilar sobre una plática de amigos en torno a una banca o el kiosco de nuestro Jardín Principal (como también se le llama en Manzanillo al Álvaro Obregón). 

Quienes conocen de botánica se emocionaban al ver tantos ejemplares de especies poco comunes que ahí se cuidaban, entre los que llamaba la atención el árbol del pan. Incluso alguna vez se plantó ahí en medio un árbol de manzanillo, de ese venenoso que es el que le dio su nombre a Manzanillo, pues cuando se limpió la bahía para trasladar el antiguo puerto indígena de Salagua al nuevo de Manzanillo, se encontró que estaba lleno de este ejemplar de la flora. Lo mismo reportaron años antes los navegantes españoles que visitaron este rincón de la costa colimense, que señalaron como la Ensenada de las Manzanillas o simplemente El Manzanillo. Pero como las condiciones en el jardín no eran las adecuadas para su desarrollo, ya que generalmente este arbusto crece cerca del mar, sobre la arena de la playa, en un entorno de alta salinidad, al poco tiempo el tal manzanillo murió. 

La plaza principal de Manzanillo originalmente se llamó jardín Galván y tenía solamente la extensión de una manzana.

UNA HISTORIA A LO LARGO DE 3 SIGLOS

Fue en el año de 1881 cuando el Gral. Pedro A. Galván, siendo Administrador de la Aduana Marítima de Manzanillo construyó de su peculio el primer jardín del Puerto de Manzanillo, frente al edificio de la presidencia municipal. El puerto tenía solamente 56 años de existir, de manera que duró poco más de medio siglo sin contar con plaza o parque alguno. Hay que decir que era muy chiquito, pues solo abarcaba una manzana. 

Tenía un nivel tan bajo, al igual que la población entera, que las olas del mar en ocasiones alcanzaban uno de sus costados. Es por eso que el 19 de octubre de 1886, siendo las 6 de la tarde, entró de lleno a Manzanillo un fuerte ciclón, tanto que el mar invadió la Aduana Marítima, las bodegas del puerto y el Jardín Galván, corriendo por la calle de La Laguna, llegando hasta el vaso lacustre. 

El 30 de abril de 1914, nueve días después de la invasión de Veracruz, los miembros de la Guarnición Federal (huertistas) quemaron el muelle para impedir el arribo de un barco estadounidense que se aproximaba a las costas colimenses. Manzanillo hervía de rumores de que por el Pacífico se acercaban barcos americanos para atacar, consignó el general revolucionario José Juan Ortega. La multitud fue arengaba en el jardín Galván por las por las fuerzas federales del gobierno de Victoriano Huerta, proponiéndose incendiar el muelle de madera para evitar un desembarco, como el de Veracruz. De ahí partieron con antorchas y petróleo, dirigidos por el General Vigueras, quien ordenó dicha acción. 

LA PRIMERA AMPLIACIÓN TRAS EL CICLÓN DEL 59

El 21 de octubre de 1965 fue demolida la construcción de Hortensia Silva de Castellanos, ubicada en la cuadra al oeste del jardín Galván, que junto con la propiedad de Felipe Enciso Arce, fueron las únicas de esa manzana que resistieron la furia del ciclón del 27 de octubre de 1959, y seguían en pie, y en esa fecha es demolida la planta embotelladora de refrescos Enciso, propiedad de Felipe Enciso Arce, ubicada en la cuadra al oeste del Jardín Galván, con lo que se hace posible concluir los trabajos de ampliación de esa plaza. Por eso, en 1967 empieza la primera ampliación del jardín Galván hacia el oeste, hasta la calle México. 

LA SEGUNDA AMPLIACIÓN TRAS EL TERREMOTO DEL 73

En 1973 acaece ahora un fuerte terremoto que daña la estructura de la escuela primaria federal Benito Juárez, al hacerle daños estructurales, por lo que ese mismo año se ordena la demolición del plantel, pues sus afectaciones estructurales por el terremoto ponían en riesgo a profesores y alumnos. Con ello, se decide la reubicación del plantel y se abre la puerta para una segunda ampliación del jardín municipal, que ahora se llamaría “Álvaro Obregón”, ocupando el espacio que el plantel dejaría vacío. Esta ampliación fue promovida ante el gobierno federal por el entonces presidente municipal, Jorge Armando Gaitán Gudiño. La inauguración se llevó a cabo el 22 de junio de 1979, por parte del gobernador Arturo Pizano Noriega y el alcalde porteño Gaitán Gudiño.

Hoy el arbolado del jardín Álvaro Obregón deja mucho que desear, sin embargo, no se puede negar que mantiene un encanto especial, que hace que siga constituyéndose en el foco o eje de la actividad vespertina y nocturna de nuestra ciudad, de manera que aún muchas actividades sociales y culturales se siguen realizando ahí. Atrás quedaron desde luego los paseos de las damas solteras dándole la vuelta en un sentido y los caballeros en igual estatus hacia el otro lado, para buscar pareja. También se daban conciertos de orquestas, como la de la CROM, desde el kiosco del jardín principal. 

Luego del ciclón del 59 el jardín de Manzanillo tuvo su primera ampliación hasta llegar a la calle México como se ve en esta foto.

LA TERCERA AMPLIACIÓN, CON EL NUEVO SIGLO

Con el principio del nuevo siglo se inició una remodelación del Centro Histórico que tomó especial relevancia en cuanto al jardín Álvaro Obregón, que sufrió una tercera remodelación, con la cual en el 2001 se le unió al Playón, como llaman los porteños a los muelles que bordean al mar al costada de esta plaza, el cual originalmente era una playa de arena al inicio de la población en el Siglo XIX. 

En esta ocasión se destinó un espacio al centro del jardín para colocar ahí una obra del afamado escultor mexicano Enrique Carbajal “Sebastián”, especializado en escultura monumental, la cual fue el Pez Vela que actualmente luce en ese punto, siendo famosa a nivel mundial. 

Hay que decir que esta escultura encanta a todos los visitantes y turistas, que se llevan siempre la foto del recuerdo, mientras que los manzanillenses no la aprecian, porque localmente no se sabe apreciar el arte moderno o contemporáneo, debido a que no tenemos museos ni exposiciones con frecuencia, y siempre el porteño quiere ver cosas realistas; pero, repito, a los turistas les encanta. 

Por cierto, que nuestra plaza se sigue llamando Jardín Álvaro Obregón, y no Explanada del Pez Vela, como algunos le llaman. Hoy el jardín es más grande que nunca, pues ha tenido varias remodelaciones, algunas menos o más afortunadas que otras, pero sigue en el corazón de Manzanillo. 

Tras el terremoto del 73 el jardín tuvo su segunda ampliación hasta extenderse hasta la calle Carrillo Puerto.