*Provista por la planta de García Mier por La Mentirosa
No nos podemos imaginar el estar permanentemente sin el servicio de energía eléctrica en nuestros hogares, y que esto se extendiera a toda la ciudad o amplias partes de ella causaría un caos muy grande. Esto se muestra cuando hay un apagón, e inmediatamente se deja oír un grito de desagrado por parte de las personas al percatarse del hecho. Las incomodidades empiezan, porque no se pueden prender los ventiladores o aires acondicionados, ni los diferentes aparatos electrodomésticos. Muchos negocios también tienen que suspender sus actividades.
LA PLANTITA GARCÍA MIER DE LA MENTIROSA,
PRIMERO, Y LUEGO LA DE LA PERLITA
Ahora, ¿se imagina la época cuando no se contaba aún con el servicio de energía eléctrica en Manzanillo? Pues déjeme decirle que en este año se cumplen ciento un años que la energía eléctrica llegó a Manzanillo; aunque hay que aclarar que era durante unas pocas horas al día y de manera limitada, sobre todo, enfocada al alumbrado público y con muy pocos usuarios.
Fue en el año de 1920 cuando se instaló una pequeña plantita en espacios propiedad de García Mier, quien era su encargado, y se encontraba por el rumbo de La Mentirosa, en las afueras de la ciudad, por la salida hacia Campos. Actualmente este es un lugar semi abandonado, que hasta hace pocos años era rentado para fiestas particulares, y ya es muy poco conocido; se encuentra pegado al cerro, en la calle atrás de la carretera de concreto a Campos que construyera entre finales de los años setenta y principios de los años ochenta la CFE, para dar servicio a los trabajadores de la planta termoeléctrica.
Por ahí estaban unos lavaderos públicos a donde algunas mujeres iban a lavar su ropa, y era la prolongación de la calle de La Pedregosa o Diagonal Corregidora, que hoy se llama Joel Montes Camarena.
Solamente duró aquí cuatro años, ya que en 1924 se instaló la Planta de Luz en La Perlita, proporcionando algunas horas de servicio de energía eléctrica al día a la ciudad, tanto a particulares como al municipio. Cuando la luz eléctrica llegó a Manzanillo, ya hacía treinta y un años que se había implementado en el país.

La luz eléctrica hizo que el jardín Galván tuviera vida hasta altas horas de la noche.
NOCHES EN PENUMBRA A LA LUZ DE
LOS FAROLES DE ACEITE DE COQUITO
Durante el Siglo XIX y primeras dos décadas del pasado, para soportar el calor las familias sacaban sus sillas y las ponían sobre la banqueta, platicando y conviviendo hasta que caía el fresco o los empezaba a vencer el sueño. Los zancudos o mosquitos hacían su agosto picándoles a todos, y para evitarlo, se hacían lumbradas pequeñas de diferentes tipos de especies de árboles o plantas, pues el humo aleja a estos volátiles.
En las esquinas de las calles, los faroleros prendían las lámparas públicas quemando aceite de coquito por medio de un mechero largo, y en los hogares se prendían los aparatos y diversos artilugios como quinqués o faroles a base de aceite, gas o petróleo, y también se usaban las velas. Para mantener las velas encendidas, especialmente las de sebo, era mecha plana que se enrollaba hacia afuera y se consumía completamente al arder.
El uso de estos sistemas antiguos ocasionó algunos incendios en el entonces pequeño puertecito, ya que las casas eran presas fáciles, al estar construidas a base de madera y otros materiales de fácil combustión. Por la noche se hacían rondines por parte de algunos pocos policías que había, pues la oscuridad favorecía la inseguridad, como asaltos a trasnochados y robos a casa habitación que, sin embargo, eran muy raros en el Manzanillo del entonces.
Poco a poco el alumbrado público fue llegando a más y más calles, de manera que ahora la vida no acababa cuando se metía el sol. Por ese tiempo precisamente llegó a Manzanillo el cine, el séptimo arte, a través de la empresa itinerante Cinema Metropolitan Cinematour, que presentaba sus proyecciones dentro de un vagón de ferrocarril acondicionado como sala de cine, el cual se instaló en los predios baldíos en la acera de la calle Juárez frente a la bahía, cerca del Pozo de Agua 5 de mayo y la bodega de bogas en el Barrio de La Chancla, en lo que décadas después fue el Edificio Federal.
SE EXTIENDE LA COBERTURA DEL SERVICIO
Todos los porteños se sentían más tranquilos caminando por las calles por la noche, sin hacerlo a oscuras. Desde ahí se fue extendiendo el servicio de luz eléctrico a las viviendas de cada vez más familias, hasta que la cobertura fue casi total, lo mismo que la luz pública, y pasó a ser administrada por el gobierno federal, primero a través de la Compañía Eléctrica de Chapala, la cual operaba Manuel de Quevedo y Zubieta, ingeniero jalisciense, asociado a inversores canadienses y franceses.
En 1933, estando la empresa en manos de su hijo José Valente (fundador del equipo Atlas de futbol), el gobierno decretó que la electricidad era una actividad pública exclusiva del estado, y la expropió. Luego de esto, el servicio fue suministrado como hasta hoy por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que se fundó el 14 de agosto de 1937, nacionalizándose la industria eléctrica en 1960.
El 14 de julio de 1982 la CFE construyó la Planta Termoeléctrica “Manuel Álvarez” en las inmediaciones de Campos, municipio de Manzanillo, poniendo en servicio dos unidades generadoras que aportaron energía al Sistema Interconectado Nacional, brindando energía eléctrica a los estados de Jalisco, Michoacán, Zacatecas y Aguascalientes, entre otros.
A fin de utilizar las aguas de la laguna para el sistema de enfriamiento de la planta, se abrió el Canal de Ventanas que comunica al mar con la laguna de Cuyutlán el 4 de marzo de 1976, lo cual era un sueño acariciado por los manzanillenses desde antiguos tiempos, y que estuvo a punto de hacerse realidad en los tiempos del gobierno de Porfirio Díaz; pero, ante el estallido de la Revolución Mexicana, se dejó de lado y olvidado.
En julio de 1984 la planta “Manuel Álvarez” se convierte en el mayor complejo termoeléctrico de América Latina, al instalársele dos unidades complementarias que permiten generar un millón dos mil kilowatts extra de energía adicionales.
Hay que decir que los perjuicios que nos ocasiona este complejo generador de energía local son muchos, ya que, por el hecho de quemar combustóleo, ha afectado a los cultivos y a la salud de los habitantes de Campos, Manzanillo y El Colomo, principalmente en lo concerniente a los pulmones y el sistema respiratorio en general, así como a la ecología, agricultura, pesca y medio ambiente.
Hoy, no nos podríamos imaginar cómo vivieron nuestros paisanos desde 1825 —año en que se fundó Manzanillo— hasta 1920, 95 años después, sin disponer de energía eléctrica; pero desde luego que ellos, sin saber sus bondades, no la echaban de menos. La luz y la energía eléctrica trajeron el progreso a nuestra ciudad, desde hace ya más de cien años.