Hace 50 años se construyó la Central de Autobuses Revolución de Manzanillo


El terremoto del 95 la inutilizó. Era un edificio con alma donde mucha gente acudía a sus restaurantes y librerías todos los días, cual si fuera un centro comercial

En los años 70 nuestra ciudad ya había crecido mucho, por lo que en el año de 1971, el 20 de noviembre, el alcalde de Manzanillo por aquel tiempo, Ramón Navarro Hernández, inauguró la Central de Autobuses Revolución, la cual quedó ubicada en la colonia Libertad, con su entrada principal por la calle Hidalgo. El evento fue muy concurrido y se contó con la participación de los alumnos de la primaria Niños Héroes de ambos turnos.

MÁS QUE MERAMENTE UNA CENTRAL, ERA UN SITIO DE REUNIÓN DE LOS PORTEÑOS

Quienes conocimos las instalaciones antiguas, ubicadas en la colonia Libertad, exactamente donde hay ahora una tienda de autoservicio, no me dejarán mentir que era una zona llena de vida, comercialmente hablando. Dentro de la terminal en mención podíamos encontrar un gran restaurante, tienda de suvenires y artesanías, revisterías, loncherías, teléfonos públicos y demás negocios dentro y también por fuera, por los alrededores de la central.

Además de contar con unas bancotas de piedra, muy cómodas, tanto que hasta a veces la gente ahí se acostaba cuando tenía que esperar largo tiempo a su camión. Bueno, hasta un tianguis se ponía los miércoles en la explanada frente al inmueble, el cual estaba muy bien surtido. Recuerdo que aquello lucía abarrotado de gente los 365 días del año; tanto pasajeros en espera de su autobús, como personas que iban por el simple gusto de disfrutar de los antojitos mexicanos, tortas, licuados, revistas y periódicos que ahí se expendían. Algunos hasta para bolearse los zapatos o sentarse en una de aquellas largas bancas a leer un rato, sin que hubiera nadie que lo molestara.

Camión atrapado por el techo del andén donde se estacionaba. Foto: Especial

UNA CONSTRUCCIÓN ALTA Y FRESCA CON SABOR PORTEÑO, DIFERENTE A LAS DEL RESTO DEL PAÍS

Aunque no había tantos carriles para los autobuses, había tantas corridas como hoy e incluso un poco más, aun cuando sus dimensiones eran más pequeñas. Al frente del edificio había un gran estacionamiento para que las personas que iban a despedir a sus amigos o familiares que viajaban a otra ciudad se estacionaran y a un costado mismo del edificio estaban los cajones especiales de aparcamiento para el Sitio de Taxis de la Central, así como siempre se encontraban ahí camionetas de renta, que podían ser contratadas para las mudanzas de las familias que cambiaban de casa.

Algo de lo que llamaba la atención de aquella Central de Autobuses de Manzanillo era que no era igual a las del resto del país, que parecían hechas en serie, todas con edificaciones muy parecidas, sino que tenía una fisonomía muy propia, muy original.

Pero algo de lo que más llamaba la atención era el enorme restaurante que se encontraba dentro de aquel edificio de alta techumbre, hasta el fondo del lado izquierdo de la nave, el cual era enorme, atendido por una gran cantidad de meseras, en la que se encontraba toda clase de alimentos de los conocidos como antojitos mexicanos, desde luego, en el estilo nuestro, de la costa del Occidente del país. Ahí se podía encontrar pozole, tostadas, enchiladas, sopes, sopitos, flautas, tacos dorados y otros alimentos preparados diversos para cenar.

Era tanta la fama por el sazón de aquel lugar, que los comensales llegaban todas las noches de todas partes del municipio, y no porque fueran personas que fueran a viajar a otra parte del país, sino simplemente porque querían cenar algo rico. Desde luego que también los viajeros que llegaban o los que iban a partir, no dejaban pasar la oportunidad de sentarse en aquellas mesas.

También muchos acudían a este lugar para visitar el puesto de revistas que se encontraba a la entrada del edificio, por la primera puerta, donde se vendían muchas revistas y periódicos nacionales que no se encontraban en otras tiendas de revistas de otras partes de la ciudad. La mayoría de quienes viajaban en rutas largas, gustaban de comprar algo para leer en el camino, por lo que antes de partir llegaban a este lugar para comprar algún libro o revista.

Por la segunda puerta a mano derecha se encontraba un puesto de venta de licuados de diversas frutas, amén de venta de tortas y sándwiches. Aquel lugar siempre estaba lleno de personas, algunos, como ya dije antes, que ni siquiera iban a viajar, sino a comprar alguna de las muchas cosas que vendían en ese edificio. Los baños también eran muy amplios, siempre cuidados en cuanto a la limpieza y estaban justo antes de la entrada a los amplios andenes.

A diferencia de la mayoría de las centrales del país, por no decir que todos, en esta se permitía a la familia o amistades que iban a despedir a la persona que iba a viajar a que lo acompañaran hasta el pie mismo de la unidad, e incluso abordar a ella para ayudarle a subir sus maletas. Era frecuente que se vieran escenas en que el camión empezaba a salir de su cajón de estacionamiento, y desde el andén los familiares, con lágrimas en los ojos, despidieran al viajante sacudiendo la mano, mientras aquel les respondía con igual gesto a través de la ventana del camión.

Predio de la central tras ser demolida. Foto: Especial

EL FATAL TERREMOTO LA DESTRUYÓ EN 1995

Pero, el 9 de octubre de 1995, por el terremoto acaecido en Manzanillo, con una magnitud de 8 grados en la escala de Richter, entre otras afectaciones en la ciudad, se reportó que se derrumbó una tercera parte del edificio, mientras que casi el cien por ciento sufrió algún tipo de daño. Incluso algunos camiones quedaron atrapados al caerles parte del techo de los andenes sobre la parte delantera de la unidad, al estar estacionados.

Esto originó que a partir de ese día empezara la demolición del inmueble, y que se habilitara en la parte frontal, que era un gran estacionamiento y donde estaban los cajones para el sitio de taxis, unos tejabanes improvisados con techo de lámina, donde se pusieron los módulos de las diferentes compañías de las líneas de autobuses que operaban en la Central Camionera, para la venta de boletos al público, y los camiones se estacionaban frente a ellos.

Desde entonces se empezó a pensar en remodelar el lugar o construir la central de camiones de Manzanillo en otro sitio.

Finalmente, en la administración a cargo de Rogelio Rueda Sánchez, se construyó e inauguró el nuevo edificio en el año 2002, que se denominó Terminal de Autobuses de Manzanillo, en el Barrio 1 del Valle de las Garzas. Hay que decir que hubo muchas inconformidades por parte de los antiguos locatarios del edificio, ya que en la nueva ubicación no se les dio espacio como en aquella.

En donde era la antigua Central de Camiones de Manzanillo, actualmente está la tienda departamental Ley, pero el estacionamiento del edificio se conserva en situación muy parecida a como era el estacionamiento de aquella desaparecida central.

A pesar que únicamente duró en pie 24 años, la Central Camionera Revolución de Manzanillo es un edificio que dejó muchos recuerdos en los porteños y quienes la conocieron por visitar Manzanillo, llegando en autobús a nuestra ciudad, ya que era un edificio amplio e imponente con una fisonomía muy propia, particular, costeña y fresca, a diferencia de la actual, fría y hecha bajos los patrones arquitectónicos que guardan las centrales de autobuses de nuestro país.