Playas de Manzanillo
No es aconsejable bañarse a la hora de cambio de marea *Hay playas locales que no son aptas para bañarse *Es mejor informar, que asustar
Qué tristeza me da que cada vez que hay períodos vacacionales, a muchos en Manzanillo ya les ha dado por asustar a los turistas, como que si no quisieran que nos vinieran a visitar, y hasta tratan de impedir a toda costa que se introduzcan al océano. Tal vez esa sea la razón por la que muchos vacacionistas prefieren la Costalegre.
En las redes sociales en ocasiones alertan a la población sobre corrientes de retorno y causa molestia, porque se toma a una información espanta-turistas.
En cierta playa, quién sabe porqué misterios, desde que yo tengo uso de razón ha sido altamente peligrosa, no apta para bañarse; pero como frente a esta está ubicado un hotel que ofrece a sus huéspedes como un atractivo la cercanía de esa playa, se prefiere no dar a conocer su peligrosidad, exclusiva de esa zona todo el año, y la amplían hacia todos los balnearios playeros. Generalizan el problema de una pequeña porción, afectando severamente a nuestro destino turístico.
En esta playa, por cierto, a lo largo de los años ha habido muchas personas que han sido rescatadas en mal estado y otras lamentablemente se han ahogado; sin embargo, esa corriente de arrastre que todo el año está presente en esa zona costera, no significa que así esté en todos los balnearios.
Por otro lado, también es de lo más natural del mundo costero que durante las tardes o muy temprano por las mañanas, en los balnearios se produzcan los cambios naturales, comunes y habituales de marea, de pleamar a bajamar o viceversa, y en esos cambios siempre se generarán ciertas corrientes de arrastre, remolinos, cambios en la profundidad del agua y grandes olas repentinas e, inclusive, generalmente por las tardes se genera la ola más grande del día, de mucha altura y fuerza.
Los porteños de arraigo, inclusive todos los colimenses de costa de los municipios de Manzanillo, Tecomán y Armería, la conocen como la Ola Verde o La Callada, como la llaman los pescadores.
Esa ola en Cuyutlán, especialmente, era visitada por turistas, precisamente por el espectáculo que brindaba, y también era conocida como Callada, porque no se sabía a qué hora de tarde aparecería con exactitud; pero, de que se genera la ola más grande del día, eso sigue hasta el día de hoy a diario.
Es lamentable que en nuestros tiempos modernos ya no haya ese tiempo para conocer al mar, conviviendo con él. Recuerdo muy bien mi niñez y adolescencia que nuestros padres nos enseñaban a reconocer los cambios marinos, nos decían que cuando en la orillita viéramos que las olas se partían para convertirse en un río a contracorriente, con su embudo al centro, no nos metiéramos. Generalmente este efecto se daba después de comer, y mi papá decía: “Descansen un rato, porque hay resaca. Va a subir la marea”.
Después de más o menos una hora, cuando mis primos y yo veíamos que se empezaba a formar la gran ola del día, corríamos a toda prisa mar adentro para tratar de montarnos en ella o para practicar el riesgo extremo de que esta nos reventara y nos pusiera una súper zarandeada; para que nos hiciera como chocomilk en licuadora, pues.
Claro que, con sus asegunes, pues si sabíamos que ya no íbamos a alcanzar a montarla y era seguro que nos iba a reventar encima, entonces teníamos que recibirla tirándonos en picada de frente al pie de la ola, para que la atravesáramos, previamente tomando mucho aire y manteniendo la respiración.
Esa ola la alcanzábamos tan mar adentro en ocasiones, que la costa la veíamos bastante lejana y cuando el mar se empezaba a levantar cuando esta se acercaba, no alcanzábamos fondo; sin embargo, no nos daba temor, porque conocíamos bien el mar, y sabíamos que esa ola nos iba a llevar hasta la orilla, todos molidos o aporreados como decimos en Manzanillo, pero esto nos causaba mucha diversión.
Otra recomendación que se daba para después de comer, es, aparte del cambio de marea, evita nadar, porque todo mundo sabe que cuando se está lleno, cualquier esfuerzo puede ocasionar calambres y dolores en el estómago y extremidades, lo cual impide nadar y reaccionar de forma adecuada, lo cual es otro riesgo que ya muchos ignoran.
De por sí, los porteños conocíamos muy bien el mar, porque por esas fechas era una costumbre muy bonita que casi todos los fines de semana se acostumbraba a que las familias completas dedicaran un día para ir a bañarse y convivir en alguna playa de Manzanillo, mientras que ahora la gente se enfoca tanto en el trabajo, que ya no se dan ese tiempo y, si acaso solo van cuando tienen que acompañar a un familiar que viene de visita; o sea, que fuera de la temporada vacacional, muy poco se frecuentan las playas. Casi, casi, ya ni en Navidad ni en Año Nuevo.
Por eso ahora ya mucha gente no conoce el mar, y no me refiero a verlo por pasar por un lado en carro o camión urbano, sino a la convivencia con él. De no volver a los tiempos antiguos, en un tiempo no muy lejano no solamente los turistas, aunque sean expertos nadadores, seguirán pereciendo en las aguas por desconocimiento del comportamiento marino, sino hasta propios porteños van a empezar a ser víctimas del océano por la misma razón; pues, hasta para recibir el golpe de una ola pequeña hay que saberlo hacer poniéndose de lado y no de frente o de espaldas, porque un golpe de ola mal recibido podría dejar al bañista, si no ahogado, parapléjico o con fracturas.
Hay tantas cosas que aprender del mar, que de no convivir con él, esto podría representar mucho riesgo. Porque muchos comportamientos que el océano tiene son de lo más natural y cotidiano que puede haber. Pero hoy eso espanta a muchos, y lo peor, que ese terror lo hacen masivo y todo por simple desconocimiento, como, por ejemplo, que las corrientes de retorno al atardecer no son otra cosa, en la mayoría de las veces, que simples cambios de marea cuya duración no es de mucho tiempo.
Otra cosa que hay que decir es que, a pesar que somos un destino turístico por la belleza de nuestras playas, sin embargo, en nuestra geografía tenemos algunas playas que no son aptas para bañarse en ellas, pues son mar abierto, y eso, la mayoría de los porteños lo debemos conocer y además, que se haga la señalización correspondiente. Es el caso de la mayoría de playas entre las Brisas y Salagua que, aunque son muy bonitas, no son recomendables en ninguna manera para el baño y la natación. Pero todo eso, repito, se tiene que informar claramente a los turistas.
En vez de andar espantando a los turistas, mejor hay que proporcionarles información, como, por ejemplo, ¿qué hacer si una corriente jala hacia dentro? A admirar que si sale una ola gigante esta podría llegar a ser la Ola Verde o La Callada; a hacer también conciencia que detrás de una ola podría camuflarse un tiburón, esto también por las tardes, tirando al oscurecer.
Tampoco es nada recomendable permanecer en el mar hasta que anochezca, ya que la luna también hace sus estragos normales y cotidianos cuando el sol desaparece con sus efectos sobre las mareas nocturnas.
A los visitantes hay que darles información que les ayude a aprender sobre el mar, porque, de seguir asustándolos, al rato ni la mejor publicidad los hará regresar.
Hay que echarle ganas para que Manzanillo se convierta en ese gran destino turístico que tanto anhelamos, actividad para la cual tenemos toda una bahía completa, como es la de Santiago, además de las playas de San Pedrito y Las Brisas.

La zona de Playa Azul, entre Las Brisas y Salagua, no es apta para bañarse al ser mar abierto.