Manzanillo como destino turístico se ha caracterizado por ser un sitio donde abundan los balnearios tranquilos, con suave oleaje y aguas tranquilas, que invitan a la relajación y el descanso, razón por la que a partir de la década de los treintas se convirtió en el destino de playa favorita de los visitantes de la ciudad de Colima, la Perla Tapatía Guadalajara e incluso hasta de lugares tan lejanos como Morelia y Guanajuato, por citar algunos. Sus paisajes hermosos han atraído a cineastas diversos que han inmortalizado en la pantalla de plata sus escenarios como locaciones impactantes.
Sin embargo, hace 71 años hubo la excepción que confirma la regla, cuando se registró el único ataque mortal por parte de un escualo a un bañista en las playas de Manzanillo, lo cual sucedió en la playa de La Audiencia. Esto ocurrió el jueves 30 de julio de 1953, cuando la querida y connotada docente Ema Aguilera Prado, de la ciudad de Colima y con muchas amistades en Manzanillo, trajo a Manzanillo a un grupo escolar de excursión, y escogieron para disfrutar del día la playa de La Audiencia, que es una bella ensenada, que en ese tiempo estaba casi virgen, llena de vegetación y sin construcciones que limitaran su horizonte visual, como sucede ahora. La maestra era hija de los reconocidos profesores Víctor Aguilera y Natalia Prado.
Como ya he dicho, nadie pudo presentir que pudiera suceder algo así, ya que, si de por sí las playas de nuestro municipio son tranquilas y seguras, en especial la de La Audiencia lo es más, por el hecho de estar encerrada entre montículos rocosos, que hacen que su oleaje sea más suave de lo que se presenta en otras.
Esta playa es histórica, ya que debe su nombre a que en ella dio una audiencia especial del Virrey Antonio de Mendoza a los indígenas de la región y colonos españoles asentados ahí, lo cual era todo un acontecimiento en aquellos tiempos, toda vez que el virrey era la autoridad más elevada de la Nueva España, gobernando en lugar del Rey de España, y que los viajes eran muy difíciles de realizar. También en este lugar estuvo por lo menos en dos ocasiones Hernán Cortés, cuando se preparaban las expediciones a las Californias y a la Mar del Sur.
Pues bien, los alumnos y su maestra pasaron un grato día en las aguas de esta playa, además que varios amigos que Ema tenía en Manzanillo fueron hasta el balneario para saludarla y acompañarla durante su estancia. La maestra se encontraba disfrutando del nado a poca distancia de la orilla, cuando de pronto, de improviso, un tiburón tintorera la atacó de forma violenta y encarnizada, cercenándole un brazo.
La maestra, herida gravemente, rápidamente intentó buscar refugio en la orilla y logró llegar a ella, pero hasta allá llegó el cetáceo, ya cebado por la sangre, el cual la volvió a embestir con saña, destrozándole el tórax a mordiscos, y aunque los presentes ahuyentaron al animal, Ema Aguilera murió a los pocos minutos por la gravedad de sus heridas, causando estupor en quienes se encontraban en la playa en esos momentos, y la comprensible histeria y terror entre sus alumnos, que no acertaban a comprender qué es lo que había pasado.
Este hecho causó consternación en Manzanillo y desde luego en los alrededores, tanto por lo inusual como por lo trágico, y ocasionó que muchos turistas decidieran dejar de venir por un buen tiempo, tanto a esta playa, como a la mayoría de Manzanillo, que por unos años experimentaron un descenso en cuanto al número de visitantes, ya que se temía que en animal cebado anduviera rondando las playas de Manzanillo, listo para volver a atacar.
Sin embargo, el ataque afortunadamente nunca volvió a repetirse, y paulatinamente el turismo y los propios porteños, convencidos de que se trató de un caso atípico, volvieron a llenar nuestras playas, siendo la de la Audiencia en especial, la que tardó un poco más en recuperarse.
En los setenta y un años desde que sucedió este horrible ataque, Manzanillo se ha consolidado como un destino turístico de importancia nacional e internacional en el litoral del Pacífico mexicano, en la región Occidente del país, compaginando esta vocación con la portuaria comercial, que es la principal.