Hoy en día se nos ha metido a las personas, a través de abundante publicidad, que el comer ciertos alimentos nos hace daño.


Entre las palmeras
Ya déjennos en paz.

Hoy en día se nos ha metido a las personas, a través de abundante publicidad, que el comer ciertos alimentos nos hace daño, siendo el azúcar de caña uno de los productos más atacados; de ahí le sigue la, dizque. comida chatarra.
Sin embargo, en lo personal discrepo de esa manera de pensar; pero, aclaro, es una opinión solamente, basada en mi libertad de expresión.
Sin embargo, decidí hablar de este tema porque considero el exceso de este tipo de publicidad un acoso alimenticio, que ya raya en el abuso. La alimentación es algo que compete cien por ciento al hogar y, ya como adultos, a las personas en particular.
¿Por qué considero el acoso alimentario como un abuso? Porque ahora resulta que andan diciendo por ahí que médicos y enfermeras nos visitarán a nuestras casas para checar nuestra salud, y entre esas visitas, nos harán pruebas rápidas de quién sabe cuantas cosas, y nos harán preguntas sobre algunos hábitos que tengamos, entre ellos, sobre lo que comemos, si nos ejercitamos físicamente, etc.
Visitas que se harán, sobre todo, a personas adultos mayores y discapacitados, entre los cuales, entra la que escribe este artículo, ya que soy invidente.
Al principio expresé que dicen que algunos alimentos hacen daño; pero, en mi opinión, lo que verdaderamente hace daño son los corajes o enojos, angustias, preocupaciones, estrés, y un largo etcétera de cuestiones de tipo emocional, que muchas de las veces nos hacen pasar trabajadores públicos del mismo gobierno en sus tres niveles.
En lo coloquial le llamamos entripados. He oído decir a la gente que, por ejemplo, no les gusta ir a cierta institución médica pública, porque dicen que salen más enfermos por los corajes que el personal de esa institución les hace pasar.
Y, de pilón, las mal pasadas en sus comidas; porque, para que lo atiendan a uno, hay que esperar hasta horas, y todo ese tiempo no se come, cuando se debió haber comido.

Lo mismo sucede con varias dependencias de gobierno, en donde los trabajadores públicos nos hacen pasar entripados a la gente, como los de Bienestar, que el pasado 27 de junio nos hicieron ir a la Unidad Deportiva Jaime “Tubo” Gómez a recoger nuestras tarjetas bancarias vacías, en pleno tormentón causado por un ciclón.
Esto nos ocasionó a muchos muchísimo estrés, angustia y temor por alguna caída u otro accidente peor, con el riesgo de que, al llegar con dificultad al lugar ya haya sido demasiado tarde, o la preocupación del cómo hacerle para regresar a casa.
Esos estados de ánimo son los que enferman, los que aumentan la presión arterial, los que causan diabetes, malestares estomacales, depresión y un montón de etcéteras más.
Luego, la misma dependencia nos dijo en ese mismo día que en julio recibiríamos nuestro primer depósito, y eso nos hace pasar otro gran coraje y estrés, cuando nos dijeron que siempre no, y que para por fin hacernos el depósito a algunos nos dieron una fecha y a otros otra, dejándonos en la estresante incertidumbre.
También tenemos otro ejemplo, como el que este pasado miércoles ocasionó la Comisión de Agua Potable Drenaje y Alcantarillado de Manzanillo (CAPDAM), en donde, en su aviso de corte de agua de este miércoles, se ocasionó mucho enojo, estrés y angustia, porque el agua no volvió ni a baja presión siquiera a las doce horas, tal como lo habían publicado en las redes sociales.
El suministro se reanudó a las once de la noche. Muchos se enojaron al grado de expresar groserías y “me enoja” en redes sociales. Eso es lo que enferma; pero, luego nos quieren hacer sentir mal por lo que comemos.
Qué chistoso, porque así lo veo yo, o más bien, ridículo, que a una bolsa de papas o botanitas hechas a base de tortilla de maíz le mal llamen comida chatarra; ah, pero si esas mismas papas las freímos en casa, o se las ponemos al caldo de pollo o de res, ahí no es comida chatarra, aunque sean papas; mientras que las botanitas de maíz se convierten en comida chatarra si las venden en las tiendas, como los Doritos; ah, pero si esos mismos triángulos se hacen por igual en casa, pero bajo el nombre de chilaquiles, entonces dejan de ser comida chatarra.
Para muchos, el azúcar de caña es medicinal, sobre todo, para quienes constantemente nos baja la presión.
He notado que comer produce placer y, al producir placer, se produce salud. Yo creo firmemente que la diabetes se genera cuando un órgano llamado páncreas deja de segregar una hormona llamada insulina, y no por el consumo de azúcar de caña.
Esa creencia la sacaron los que desconocen de medicina, y, como escuchaban que los médicos le mal llamaban a la diabetes “azúcar”, la gente entonces lo asoció al exceso de azúcar de caña en el organismo; pero esto fue por ignorancia, y pienso que de ahí surgió todo el enredo de asociar la diabetes con la caña, cuando tiene que ver con el páncreas.
Por eso le pido a los médicos que, cuando den un diagnóstico de diabetes, le digan al paciente que tiene diabetes, y no azúcar en la sangre, como muchos acostumbran a decir. No es necesario que se acomodan al lenguaje coloquial, porque por eso luego hay malentendidos. Y cuando se refieran a la glucosa elevada, digan glucosa, y no azúcar. Y sí, la insulina sirve para soportar las emociones.
¿A dónde quiero llegar con todo este articulo? A pedirle respetuosamente al gobierno que ya nos dejen en paz con el acoso alimenticio. Que nos den la libertad de ir al médico cuando nosotros lo queramos hacer, y no nos manden médicos a nuestras casas.
En lo personal, no los voy a recibir, por considerarlo un acoso y una invasión a mi privacidad. Muchos comemos cosas para lo que nos alcanza con el dinero que tenemos, y no nos sobra para andar escogiendo cosas especiales, que, por esta misma razón, ser especiales, son más caras; pues no vale lo mismo medio litro de aceite de oliva, que el cártamo o maíz, y tenemos que cocinar sin aceite de oliva, porque nuestra economía no nos lo permite.
No cuesta lo mismo la carne de res que la carne de puerco, y así podemos hablar de productos que solamente pueden adquirir los diputados locales o federales, los senadores, un regidor, un secretario de estado, un trabajador perteneciente a algún sagrado sindicato (con excepción de los de la CROC, salvo sus líderes, desde luego) y muchos nobles -ay, perdón, que se me olvidaba que en México no hay nobleza. Muchos viven como si fueran de la nobleza, de sangre azul; pero no lo son; aunque todos estos que mencioné sí vivan como si fuera de la realeza.
Por esta razón pido que se nos deje de acosar en cuanto a los alimentos, por cuanto la economía no está al mismo nivel para todos. Hasta en los programas del Bienestar hay distinción, pues no se le apoya por igual a un discapacitado que a un adulto mayor.
Los discapacitados tenemos un valor del cincuenta por ciento menos que los de 65 y más. Aunque muchos adultos mayores pueden trabajar todavía, y la mayoría de los discapacitados no lo podamos hacer, por nuestras limitaciones físicas y porque no se generan empleos para nosotros.