La ambición del oro, las rencillas y el menosprecio indígena cobijaron la conquista española


(Octava parte y última)

El Barón Brackel-Welda tuvo la visión y percibió que a futuro la región merecería ingresar a la modernidad y el desarrollo. Toda su extensión en aquel siglo era impactante desde el punto de vista financiero. Indica que la mayor parte de las regiones de la costa, se ocupa de la veleidosa industria agrícola algodonera, y todo el comercio establecido tiene comprometidos capitales muy fuertes en este cultivo bajo el sistema de avíos. La falta de comunicación y la consiguiente de noticias, hace que los capitales teman extender más el radio de su acción. Inconveniente que encontraría un remedio con el establecimiento de la línea telegráfica costeña: “Iguales circunstancias impiden la explotación y exportación en mayor escala del rico producto de las palmas que es el coquito de aceite, de la que millares y millares de cargas se pudren y se pierden sin provecho alguno –se queja–. El corte de madera, la exportación de plantas medicinales, el comercio de granos y el de frutas de tierra caliente, sufren con este aislamiento y en primera línea por esta falta de comunicaciones no ha sido posible explotar las fabulosas riquezas minerales que se encuentran en aquellas costas y que por sí solas bastarían para poblar y hacer florecer no sólo a dichas comarcas, sino para dar un impulso poderoso al desarrollo de la riqueza pública de nuestra patria”. (Un barón alemán del siglo XIX, ps.74-75).

¿Y por qué no se han logrado estos alcances en el desarrollo, la modernidad y los mejores ingresos ciudadanos de nuestra región? Por un mal terrible que Brackel-Welda intuyó que acontecía entre las autoridades y servidores públicos de tales sitios; la corrupción, el compadrazgo, el amiguismo, el soborno, las preferencias políticas, canonjías, violencia, crimen y simulación del ejercicio político de alta calidad, con transparencia y rendición de cuentas. Como lo menciona en varios párrafos del documento: “El gobernador (Octaviano) Fernández necesitaba aprovechar su permanencia en el gobierno, haciéndose dueño absoluto de los principales territorios mineros. No tuvo escrúpulos en pedir por medio de personas de su propia familia, una concesión tan contraria a las leyes. La Diputación de Minería que le está subordinada, no tuvo manera alguna de negársela”. (Un barón alemán del siglo XIX, p.6).

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Coincido con las expresiones críticas de Eduardo Galeano, las cuales tomo como conclusión. Explica él que la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrotaba a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan, consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, Coordinador de la Alianza para el Progreso: «hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización». (Las venas abiertas de América Latina, p.15).

También debo reconocer las opiniones del historiador de Suecia, Dr. Sverker Arnoldsson, puestas en su libro La Conquista española de América según el juicio de la posteridad. Vestigios de la Leyenda Negra, en el sentido de que sobre la Conquista Española de América se ha escrito y discutido desde hace muchos años, con más ardor y celo que sobre ningún otro suceso histórico. Las discusiones han estado siempre relacionadas directamente con el desarrollo del enorme continente a que se refieren. No han sido ciertamente un debate académico en el débil aire azul que rodea las torres de marfil de los eruditos. Han sido un pedazo de la vida misma, a la vez causa y obra de la evolución de la América española. Todavía están latentes y continúan aún con los problemas actuales del día. Y es el caso que los problemas económicos, sociales y raciales que se crearon con motivo de la Conquista del Nuevo Mundo, subsisten aún. La Conquista es, en el más alto grado, un pasado viviente. Siendo tan extensa la literatura sobre la Conquista Española de América, no puede ser cuestión de tratar todas las obras, ni siquiera todas las corrientes principales. (La Conquista española de América según el juicio de la posteridad, ps. 9 y 10).