La masacre de Tlatelolco


Mañana se cumplen 57 años de la violenta represión militar que ocurrió durante la tarde noche del 2 de octubre de 1968, que culminó en una verdadera masacre de estudiantes, que se encontraban celebrando una pacífica manifestación de protesta, en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, por el equivocado tratamiento al conflicto estudiantil que fue creciendo a partir del 22 de julio de dicho año, en que un grupo de estudiantes del IPN y de la preparatoria Isaac Ochoterena se liaron a golpes, a cuyo incidente llegó el famoso cuerpo de granaderos de la CDMX  esparciendo gases lacrimógenos y golpeando a varios estudiantes; este brutal hecho fue el origen de decenas de marchas y manifestaciones.

Históricamente el famoso movimiento estudiantil del 68, se inicia el 26 de julio, fecha en que tradicionalmente, desde años antes, los estudiantes, los grupos y organizaciones de izquierda, celebraban públicamente el asalto al Cuartel Moncada que dio inicio a la Revolución cubana, que protagonizaron Fidel Castro y el Che Guevara. Este festejo en CDMX se conjugó con integrantes del Partido Comunista sumando a cientos de estudiantes en protesta por los hechos de días antes, ambos grupos decidieron marchar al zócalo, donde les impidieron llegar, mediante una exagerada represión policiaca que dejó decenas de heridos.

Ante el peligro de salir a las calles los estudiantes de la UNAM deciden tomar sus instalaciones para sus protestas, provocando que el gobierno presidido por Díaz Ordaz, cometa el error de ordenar el ingreso del Ejército a la Universidad el 30 de julio, hecho que avivó el repudio estudiantil sumado a los estudiantes del Politécnico, otras universidades y organizaciones civiles, a tomar las calles para sus protestas que culminarían dos meses después con la masacre del 2 de octubre.

En lo personal, radicado en la CDMX e inscrito en la UNAM para proseguir mis estudios, me correspondió participar en varias concentraciones y ser testigo de lo ocurrido en Tlatelolco, cuya crónica me fue publicada el 8 de octubre, en el periódico “Ecos de la Costa”, con el título “Tras los sucesos de Tlatelolco” artículo de donde reproduzco los siguientes párrafos:

“El mitin se desarrollaba pacíficamente, donde los oradores recomendaban a los asistentes que al terminar el evento regresaran a sus casas ordenadamente, como lo hacían en manifestaciones anteriores, por ello me pregunto ¿Qué tenían que hacer en ese lugar, previo al mitin, cientos de soldados con tanques, bazucas y metralladoras?

Según el secretario de la Defensa Nacional, “la tropa intervino después de que fue solicitada por las autoridades policíacas”, afirmación que no la pudimos creer, quienes desde antes nos dimos cuenta de su presencia, estacionados con todo su equipo en la avenida Manuel González. Si hubieran sido llamados por la policía, lo lógico fuera que llegaran después de que ésta no pudiera controlar la situación; pero resulta que en este caso la policía no intervino, pero sí en cambio los soldados que, al mismo tiempo que se desarrollaba la manifestación, iniciaron una operación que en términos militares denominan pinza.

Los vecinos de los edificios de Nonoalco-Tlatelolco, afirmaron que, durante muchos mítines de los realizados últimamente en dicha plaza, a un lado de la Vocacional 7, no sucedió desorden alguno, ya que curiosamente, en esos eventos, no había ni granaderos ni soldados, pero en las dos últimas, en una los grupos policiacos cuidaron el orden y no pasó nada, pero en cambio en la del 2 de octubre, con la presencia del ejército, se desató inexplicablemente la violencia

Desde un edificio dispararon bengalas, señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia comenzaran a abrir fuego sobre los estudiantes, profesores y ciudadanos reunidos.  En medio del caos, la población civil reunida corrió por la plaza hasta el edificio Chihuahua.

Al término de la masacre, como burda imitación de los Ghettos nazis, los soldados obligaron a cientos de estudiantes a tirarse pecho a tierra entre lodo, basura y sangre bajo la mira del fusil, donde varones y señoritas fueron despojados de sus ropas en un espectáculo tipo vedette, propio de degenerados, que denigra por completo al Ejército Mexicano.

Los manifestantes venían exigiendo libertad para todos los presos políticos. Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal. Desaparición del cuerpo de granaderos. Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto y Raúl Mendiolea. Indemnización a los familiares de muertos y heridos desde el inicio del conflicto. Fincar responsabilidades a los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.”

Aunque el parte oficial afirmaba que hubo solo 30 muertos, en la realidad, la masacre dejó un saldo estimado en 350 muertos y cientos de heridos y detenidos. A partir de ese hecho reprobable el sistema político mexicano tuvo que atender los reclamos de mayor libertad de expresión, mejores procesos electorales y mayor democracia, además del respeto a los derechos humanos, que entonces era letra muerta.

En la actualidad la militarización se ha apoderado de todo el país, sin que su presencia acabe con el baño de sangre de la delincuencia organizada, particularmente en Colima.