Libros pueden ser tesoros que cuentan historias locales

Melquiades Durán Carvajal en entrevista con William Valdez Verduzco.

*En las escuelas, se convierten en herramientas pedagógicas para los maestros sobre historia y geografía de nuestra región

Primera de 2 partes

Los libros que cuentan historias locales son tesoros que pueden convertirse en herramientas pedagógicas que apoyen a los maestros en las escuelas para abordar temas de historia y geografía de nuestra región, ponderó Melquiades Durán Carvajal, autor de Quetzalli, libro dedicado a los 10 municipios de Colima a través de diez cuentos, veinte adivinanzas, veinte poemas y una oración, presente desde hace 18 años en numerosas aulas de la entidad despertando el interés miles de alumnos, generación tras generación. Actualmente está trabajando en la segunda edición de este título.

En entrevista para El Noticiero, reveló que cuenta con dos libros inéditos terminados: Un Reguero de Piedras y La Casa de los Niños, éste último de cuentos donde se plasma la esencia de niños indígenas de distintas etnias como cora, seri, huichol, rarámuri, amuzgo. “Me puse a investigar cómo vivían los niños; a qué jugaban, a qué aspiraban, a qué soñaban y llegué a una conclusión muy interesante de que los niños son universales; juegan a lo mismo, sienten lo mismo, pelean por lo mismo, lloran por lo mismo, de acuerdo a sus condiciones”.

Relató que el libro Quetzalli lo sometió a un concurso nacional y los organizadores le enviaron una carta donde les parecía muy interesante pero que era muy local. Durán Carvajal les respondió con la propuesta de que hicieran una convocatoria en los 32 estados para que se elaboraran libros locales similares y que hubiera un intercambio nacional de saberes sobre historia y geografía de cada lugar, propiciando una estrategia para que los niños conocieran así a su país; sin embargo, no obtuvo respuesta.

Melquiades Durán Carvajal en entrevista con William Valdez Verduzco.

EL PREMIO MAYOR

Su libro de poesía, Jardín Bonsai, con 100 haikús y 10 acuarelas, publicado en 2006, fue seleccionado para formar parte de las Bibliotecas del Aula, un programa federal que le compró  83,700 ejemplares impresos a $7 pesos cada uno. “Una cantidad enorme, todos nos sorprendimos”, recordó el maestro con 33 años de trayectoria.

Fue el premio mayor –expresó– que he tenido en mis libros. Es el libro más pequeño y no tengo uno solo, porque todos los que se imprimieron fueron para el programa. Voy a las escuelas y ahí lo tienen. Es un gusto encontrarlo ahí.

TEXTICULARIO

Texticulario va a ser el primer libro que yo no haga la portada. Le tengo mucho cariño –relató– porque la portada me la hizo un gran maestro mío de la Sociedad General de Escritores Mexicanos, Ricardo Yáñez. Es una eminencia, un gran poeta muy galardonado, Premio Letras Jalisco. Es para mí un orgullo porque me hace el prefacio también e ilustra este libro. Estábamos en pláticas para traerlo pero tuvo un inconveniente.

Es un puñado –narró– de textos cortos. Este libro es muy yo. Hay mucho relajo y seriedad también. Hay unos que te vas a reír, otros que te vas a poner a pensar. Otros te van a poner a investigar. Surgieron también de muchas reflexiones. Hay historias de pronto muy tenebrosas, de pronto muy divertidas, de pronto muy reflexivas. Es un libro inquieto, como yo, que mi hijo dice: papá, cada vez que vengo traes otro proyecto.

Reveló que hay textos muy breves de hasta dos o tres renglones, porque se puso a estudiar mucho la minificción. “Violeta Rojo es una gran minificcionista y la estudiié mucho. Es tan padre esa economía verbal, es muy difícil. Puede haber una historia grande, no contada, pero sí dicha.

Este miércoles 29 de octubre presentará su séptima obra literaria individual, Texticulario, un trabajo de treinta años, a las 19:00 horas en el Salón Verde, de la Presidencia Municipal de Villa de Álvarez, donde además habrá una exposición de obras plásticas del autor. Además, el 21 de noviembre presentará su octavo libro, El Niño y La Caña, su primer poemario en verso libre con la Universidad de Colima, en el marco de los 100 años del sombrero colimote de cuatro pedradas.