Los dulces recuerdos de la Ola Verde en el corazón del puerto


Sitio pequeño pero con encanto, que atraía a turistas y familias locales

Parece mentira que pequeños enclaves de la ciudad se extrañen, y si hablamos de puntos diminutos de la ciudad, tenemos que mencionar el siguiente, que ocupaba tan solamente el espacio equivalente a la puerta de un edificio en el corazón del centro histórico de la ciudad y, sin embargo, está en el recuerdo de todos los que lo conocimos allá por las décadas de los setenta, ochenta y noventa.

UN DULCE ENCLAVE CITADINO

Sí, se extraña el puesto de dulces La Ola Verde, el cual era una mesa que se colocaba a la entrada de un alto edificio sobre la calle Juárez, a un costado de lo que por mucho tiempo fue el cine Bahía, el de más caché del puerto, y en donde hoy se ubica la tienda Waldos, mirando hacia el jardín principal Álvaro Obregón.

Todavía camina uno el día de hoy por esta área, y le parece que se va uno a encontrar con este sitio, que vive en su recuerdo trayéndonos dulce imágenes, memorias y añoranzas. Puede uno cerrar los ojos y ver las cajas multicolores de dulces y recuerditos convenientemente dispuestos para ofertarse al transeúnte por la acera de la calle Juárez.

A los lados de esta puerta había repisas abarrotadas de golosinas para los niños, como las tradicionales paletas de bombón con chocolate, que tenían un envoltorio simulando un reloj, y en la caratulita estaba un dibujo de Chabelo. También las palelocas, que tenían un palo que en cada punta tenían dulce para chupar, de un costado de un sabor, y del otro diferente. Eran la delicia de los niños, y de los no tan niños también, pues una buena golosina gusta tanto a un pequeño, como a una persona mayor.

En el pequeño espacio de una puerta sobre la calle Juárez funcionaba la Ola Verde de dulces recuerdos.

VENDIENDO GOLOSINAS TRADICIONALES TANTO A LOCALES COMO A TURISTAS

Ahí se podían hallar los más tradicionales dulces de la región, como las cocadas en diversas presentaciones, los alfajores, los pellizcos, los borrachitos, dulces de tamarindo, algunos panes, palomitas y saquitos de sal. Por su ubicación privilegiada, a pesar de su minúsculo tamaño, vendía mucho, pues los turistas llegaban ahí a llevarse un recuerdo.

Estos panes que menciona en la lista de productos que ahí se vendían, no eran cualesquiera, sino de alta repostería, muy sabrosos, donde predominaban los barquillos, que se acababan muy rápido, pues la gente se los peleaba. Algún tiempo ahí también vendieron nieves de chorro, de chocolate, vainilla y fresa, las primeras de su tipo en el puerto, pues antes de ellas, esta variedad no se conocía en Manzanillo, y ver cómo salía el helado de aquella maquinita, llamaba mucho la atención de todos por lo novedoso.

RECUERDOS ROMÁNTICOS Y FAMILIARES EN EL CORAZÓN DE NUESTRO PUERTO

Por todas estas sabrosuras que ahí se ofrecían a los paseantes, incluso entre ellos muchos turistas norteamericanos y tripulantes de barcos mercantes orientales y europeos, el lugar siempre estaba abarrotado por las tardes, y las personas se atravesaban al antiguo jardín a sentarse en una banca junto a alguna de las fuentes a degustar la golosina que hubieran comprado.

Era de autoservicio, cuando este sistema no era muy usual en Manzanillo. No te despachaban; tu ibas agarrando los dulces, y al final de cobraban. Un grupo importante de los que ahí compraban sus productos eran los que salían de la función del Cine Bahía por un costado.

Llevar a la novia al jardín también no era una salida completa, sino se le compraba algo en la Ola Verde, igual que hacían los padres con los hijos cuando los traían a pasear al corazón de la ciudad, que cada noche se veía abarrotado por aquel tiempo hasta altas horas de la noche.

En la actualidad, el puestecito, la Ola Verde, ya no existe. Funcionó por décadas, y hoy, solamente subsiste en el recuerdo de los manzanillenses, dejándonos dulces añoranzas de otras bonitas épocas de nuestra ciudad y puerto.

Si se querían encontrar dulces típicos de la región estos se hallaban en la Ola Verde sin falta.