Debido a nuestra situación geográfica y condiciones climáticas y diversos otros factores, los mosquitos o zancudos en sus distintas variedades han sido un problema en Manzanillo y sus alrededores desde el Siglo XIX, cuando esta población se fundó, y aun anteriormente, en los viejos puertos de Salagua y Santiago, en la época de la Colonia.
Por esta razón, los diversos gobiernos que se han sucedido a lo largo del tiempo han tratado de controlar su presencia, para evitar se hagan plaga, y evitar que propaguen enfermedades diversas a la población, lo cual se sigue haciendo periódicamente hasta la fecha.
El hecho de ser una población costera, con grandes lagunas con poca profundidad y por largos períodos de tiempo insalubres, del clima cálido y húmedo, además de la latitud donde nos encontramos, ha hecho de esta una difícil lucha contra estos insectos volátiles, aunque se han hecho importantes obras a lo lardo de nuestra historia local para poder terminar con este problema.
LA EPIDEMIA DE 1883
En el año de 1883, en los estertores del siglo decimonónico, se informaba con gran pesar el 30 de agosto, que había muerto una gloria nacional de las artes y el bel canto, en la persona de la afamada internacionalmente cantante de ópera mexicana Ángela Peralta, conocida como El Ruiseñor Mexicano.
Ella fue víctima de la fiebre amarilla contraída en la embarcación San Blas, en la que viajaba a Mazatlán, la cual previamente atracó en el puerto de Manzanillo, llevándose de aquí a la tripulación enferma y marcando con su presencia el inicio de una epidemia fuertísima en Manzanillo.
Fue el 15 de agosto de ese mismo año cuando brotó con violencia en Colima la fiebre amarilla, iniciada en Manzanillo, como ya hemos señalado, y abarcando a toda la entidad, causando alarma y hasta pánico por su virulencia.
Fue introducida, como ya consigné en párrafos atrás, por un enfermo que fue desembarcado de la nave San Blas, procedente de Panamá, misma en la que viajaba la gran artista Peralta.
Hay que recordar que en Panamá hay una zonas de selvas casi impenetrables hasta nuestros días, que son conocidas como la zona del Darién, y que en ese istmo centroamericano murió una gran cantidad de personas durante la construcción del Canal de Panamá, una de las más grandes obras de arquitectura modernas, cuyos trabajos primeramente fueron encabezados por los franceses, en la época en que esta región aún le pertenecía a Colombia, y posteriormente llevada a fin por los norteamericanos, en el tiempo en que Panamá se independizó como nación.
Por razones de la construcción de esta gran infraestructura, se invirtió una gran cantidad de dinero para combatir la plaga de mosquitos que mataba a los trabajadores, resultando de ello conocimientos que a la postre se aplicaron en todo el mundo, para combatir diversas enfermedades provocadas por ellos.
En Manzanillo, la fiebre amarilla causó desolación y muerte, pues durante cinco meses murieron un promedio de 25 personas diarias en la capital del estado, y no se tiene información de las cifras en el puerto de Manzanillo, que se supone eran mucho más elevadas, pues este era el foco inicial de la epidemia.
Por ese tiempo, Francia ya llevaba dos años intentando hacer la construcción del paso interoceánico, mismas que abandonaría seis años después, cuando finalmente se rindió ante las dificultades del terreno, la gran cantidad de dinero invertido sin logran avances importantes y en gran medida, por la alta tasa de muertes ocasionadas por la fiebre amarilla.
El 23 de agosto, ante lo intenso del azote sanitario, el obispo Francisco Melitón Vargas y Gutiérrez empeñó su costoso anillo pastoral para sufragar parte de los gastos originados para la atención de las víctimas de la epidemia de fiebre amarilla en el puerto de Manzanillo y la zona costera del estado.
Dos días después, ante la negativa de los sacerdotes de la diócesis de Colima para asistir espiritualmente a las víctimas de la epidemia de fiebre amarilla en la zona costera, el obispo Francisco Melitón Vargas y Gutiérrez mandó ensillar una bestia y se lanzó solo a hacer el viaje hasta el puerto de Manzanillo.
Los sacerdotes, al darse cuento de ello, lo alcanzaron ya entrada la noche en la población de Tecolapa, convenciéndolo de regresar a la capital del estado, prometiéndoles que ellos vendrían a ayudar a las víctimas de la mortal enfermedad, lo cual cumplieron cabalmente.
Para el año siguiente, 1884, después del arreciar el azote de la epidemia, la población de Manzanillo, Armería y Cuyutlán huyó en su gran mayoría de estas zonas costeras hacia Tecomán, Colima y Zapotlán, buscando escapar de la epidemia de fiebre amarilla.
No fue sino hasta cuatro años después, en 1888 para ser más exactos, que por fin cesó la epidemia de la fiebre amarilla, dejando en Colima alrededor de 2 mil defunciones, y en Manzanillo más de cien, huyendo muchos porteños hacia otras poblaciones de la región.
Estas cifras son de las muertes registradas, casi estimaciones, pues por ese tiempo no había la capacidad suficiente para llevar un récord de la emergencia sanitaria que se estaba viviendo.
LA AMENAZA LATENTE DE NUEVOS BROTES Y EPIDEMIAS
Sin embargo, la presencia del mosquito zancudo continuó siendo una constante una vez que entró el Siglo XX, época en la que bajo el gobierno del Gral. Porfirio Díaz, Manzanillo empezó a desarrollarse a pasos agigantados.
El combate a la presencia de zancudos para evitar su proliferación era constante, utilizando sustancias como el DDT (dicloro difenil tricloroetano), el cual se descubrió en 1948 para combatir la malaria, la fiebre amarilla y el tifus, mismo que posteriormente fue prohibido a pesar de su eficacia para su control, por daños colaterales al ser humano.
Anteriormente, por ejemplo, el 12 de noviembre de 1919, el Congreso del Estado de Colima prohibió la siembra de arroz en los poblados, a fin de combatir al mosco que propagaba el paludismo.
Ya en el año de 1931, se daba una gran noticia, que era el que, debido a la muy eficaz labor de la Delegación Sanitaria Federal, a cargo de Alejandro Ramos, Manzanillo logró erradicar la plaga de zancudo, propia del Puerto en épocas anteriores.
Lográndose esto al hacerse labor antilarvaria, al depositar pescaditos en todos los recipientes con agua susceptibles de crear mosquito anopheles, que es el trasmisor del paludismo.
Se dice que por aquellos días los porteños pudieron por fin, después de muchos años, dormir tranquilamente, sin sufrir picaduras de estos moscos.
Desde luego que estos no desaparecieron del todo, pero si disminuyó su presencia en las colonias, barrios y comunidades.
En el año de 1984 los viejos temores se reavivan, cuando aparece en Colima la una nueva enfermedad conocida como dengue o trancazo, transmitida por el mosco Aedes Aegyptus, la cual se combatió con ahínco, desapareciendo para 1986.
Se informa que desde al año 2000 la Secretaría de Salud no ha registrado casos de paludismo en la entidad, por la que Colima es una de las veintiuna entidades mexicanas libre de este mal.
Aunque son una molestia constante, sobre todo para los visitantes por sus incómodas picaduras, en lo que va del Siglo XXI se ha logrado controlar el número de mosquitos que prevalecen en nuestro municipio, de manera que no se conviertan en una plaga, aunque la amenaza es conste de nuevos brotes de enfermedades como el zika o la chikungunya.