UN CLIMA NO APTO PARA CUALQUIERA
Por su posición geográfica, Manzanillo ha sido siempre un puerto húmedo, caluroso. Las estaciones tradicionalmente se decía que eran dos nada más: Lluvias y secas. En las secas bajaba tanto el nivel de la laguna, que todo el puerto apestaba. También se tenía la presencia numerosa de molestos mosquitos. Esto ocasionaba enfermedades, algunas de ellas mortales.
Por eso, los viajeros que desembarcaban en el puerto se iban rápidamente de aquí hacia la ciudad de Colima o Guadalajara. Se dice que una vez que Porfirio Díaz pasó por aquí siendo muy joven en el Siglo XIX exclamó que había una peste tan fuerte, que había que irse lo más rápido de aquí, y eso mismo hizo; sin embargo, no dejó de apreciar las grandes posibilidades de este caluroso puerto, y cuando años más tarde llegó a la presidencia del país, hizo mucho para su progreso y desarrollo.
Afortunadamente, con la apertura de El Túnel en la época de la presidencia de Lázaro Cárdenas, los malos olores en las épocas de sequía desaparecieron, pues todo el tiempo el vaso lacustre se puede alimentar del mar para mantener más o menos estables sus niveles.
ESPERANDO A QUE BAJARA EL CALOR
De ahí, de ese calor combinado con humedad, viene la costumbre -que cada vez va quedando más en desuso- de que las personas se durmieran hasta muy noche, platicando en sillas que sacaban a la banqueta, al fresco, y era así como se hacía amistad y plática con los vecinos. Irse a dormir mientras no bajara el calor, era hacerlo en vano, pues las altas temperaturas combinadas con la humedad hacían que fuera casi imposible conciliar el sueño.
Incluso, la gente acostumbraba a andar en la calle hasta muy noches, y en el jardín Galván se veía con paseantes y personas sentadas en sus banquitas hasta muy tarde; esto hacía que también a estas avanzadas horas se encontraran a personas vendiendo alimentos y bebidas refrescantes.
BEBIDAS REFRESCANTES PARA SOPORTAR EL CLIMA
La humedad reinante, sofocante, hacia que fueran muy populares las bebidas refrescantes, sobre todo las hechas a base de hielo, como los raspados de frutas naturales. Cuando usted pedía un raspado de sabor leche, se lo servían con una preparación dulce que preparaba el raspadero a base de leche; no como ahora, que le vacían dulce directamente de una lata de un postre comercial, conocido como Lechera. Los jarabes los hacía el raspadero.
Claro que, a pesar de ser muy populares por lo refrescantes que son, los raspados no son propios de nuestra región; pero sí lo es el tejuino. Cuando se conoce por primera vez cuales son los ingredientes con que se elabora, no parece ser una bebida muy atractiva al paladar; masa aceda, limón, sal y hielo. Sin embargo, cuando el insolado paseante prueba un vaso de esta preparación, se enamora de ella al momento.
También de nuestro estado de Colima es el bate, de origen prehispánico; pero esta bebida nunca prosperó en el puerto, quien sabe porque razón.
EL COCOTERO, TESORO COSTERO
La tuba, en cambio, nos llegó de las Filipinas, desde los tiempos en que pasaban por el litoral los Galeones o Naos de la China; pues esta bebida fue importada del sudeste asiático.
Es hecha de la sabia del tronco de la palmera, que alguien experto recolecta en un jarro para hacer la tuba. Se sirve también preparada con fruta picada y adornada con cacahuates, o más recientemente con nueces en trocitos.
También antes de que llegaran las grandes refresqueras nacionales, teníamos refrescos de coco embotellados y de otros sabores. Por el jardín principal estaba la refresquera de Enciso, hacia El Playón.
Aunque, hay que decir que no hay nada como un coco natural, tan refrescante sin necesidad de hielo ni refrigerador. Ya sea de la areca o palma de los cocos de oro, que da frutos más dulces, o el del cocotero clásico, este fruto, importado de las Islas Salomón primeramente por el navegante Álvaro de Mendaña, es ya parte indisoluble de nuestro paisaje costero.
LA CREENCIA POPULAR QUE RELACIONA A LOS CALORES CON LOS TERREMOTOS
Sin haber una explicación para ello, y sin una base científica para sostener tal creencia, desde antaño se ha relacionado un calor que sobrepasa los límites habituales con los grandes terremotos. Mientras no se pruebe que exista una relación, es solamente una creencia popular.
Pero, hay que decir que pareciera ser que esta creencia tuviera una base de verdad, pues muchas veces los porteños hemos visto como, tras dejarse sentir un fuerte calor, se desencadena un terremoto. También, que tras este movimiento telúrico cambia el clima, para dejarse sentir más frescura.

LAS ALTAS TEMPERATURAS Y LA FORMACIÓN DE CICLONES
El agua del mar también por lo general es tibia o caliente una gran parte del año, lo que favorece que en nuestra región en el Pacífico Central Mexicano, de acuerdo al Servicio Meteorológico Nacional (SMN) se formen y se intensifiquen numerosos huracanes cada año, tanto que a la zona se le ha conocido como la autopista de los ciclones.
Sin duda, el más potente que nos ha embestido ha sido el Ciclón México 1959, popularmente conocido como Linda, el cual fue considerado como Categoría 5 Plus, aunque en los últimos años no se menciona mucho en los registros de los grandes ciclones de la historia, pues éste sucedió antes que hubiera satélites, se diera a conocer la Escala Saffir-Simpson, que es la oficial que actualmente se usa para clasificarlos, y tampoco existía el Centro Nacional de Huracanes, organismo que desde los Estados Unidos marca la pauta en cuanto al registro y monitoreo de fenómenos meteorológicos.
FRÍOS INESPERADOS
Pero, ahora resulta que en Manzanillo ha empezado a hacer frío. Ha llegado a bajar en varias ocasiones el termómetro por debajo de los quince grados Celsius, y en algunos años, en plena primavera, el acostumbrado calor sofocante no ha llega.
En invierno, sobre todo en los últimos días de diciembre, enero y febrero ya se tienen que sacar los suéteres, y por las noches, las colchas gruesas o de plano los cobertores. De veras que el clima está loco.