La trayectoria del escritor y médico colimense Carlos Enrique Tene es un testimonio de perseverancia y pasión por las letras. Su vida refleja cómo la educación humanista y científica pueden no solo coexistir, sino complementarse de manera enriquecedora.
En esta entrevista exclusiva para El Noticiero, nos adentramos en la experiencia vital de un colimense de raíz, perteneciente a una generación de mexicanos formados en una época que valoró la reflexión, los principios y la búsqueda de la excelencia como garantía de bienestar. En un sistema social que reconocía el esfuerzo, estos ideales se tradujeron en metas alcanzadas y sueños cumplidos. Este es el testimonio de un médico profundamente enamorado de las letras.
El doctor Carlos Tene, egresado de la Universidad de Colima, se especializó en endocrinología y metabolismo, disciplinas que estudian las hormonas. Su formación académica incluye una maestría en la UNAM y un doctorado en su alma mater, la UdeC.
Pero su historia comienza en el Colima de los años setenta, donde cursó la educación primaria en la escuela Libro de Texto Gratuito. Allí, sus maestros le inculcaron valores y fomentaron su interés por la lectura y la reflexión.
Era la época de los años setenta, entonces no había internet, no existían los teléfonos celulares, por lo tanto, nos relata el Doctor: “éramos niños que no teníamos opciones que no fueran ver televisión o salir a la calle, a salir a jugar un partido de futbol con los amigos, cosa que no era tan atractivo para mi persona. Yo me formé a base de estar leyendo”.
ÉPOCA DE RECONOCIMIENTOS
En ese contexto, en un país con vocación desarrollista, donde la escuela pública era la ocupación base de las infancias, el niño Carlos Enrique Tene tuvo una experiencia que abrió su percepción a una certeza tan inesperada como mágica, un primer despertar de la conciencia.
“En primero de primaria veo, en el día último del primer año, que empiezan a llamar al alumno que saca el tercer lugar en aprovechamiento, luego, al segundo. Yo, en mi interior de niño de siete años de edad, recuerdo pensar en lo positivo que les estuvieran reconociendo el esfuerzo que hicieron a esos niños, a mis compañeros del salón. Fue muy sorprendente para mí que me hablaran para el primer lugar, no me lo esperaba, honestamente. De pronto dicen mi nombre y eso me marcó. Eso me hizo aprender que el esfuerzo paga, que el esfuerzo es reconocido. Tarde que temprano lo es. Aunque a veces he dicho que la gratitud se está volviendo una especie de piedra preciosa, que la sociedad ya somos muy dados a olvidar y, a veces, a no tener gratitud, no reconocer lo que alguien pudo haber hecho por uno”.
Ese primer lugar en aprovechamiento —de acuerdo a lo que nos comparte el Doctor Carlos Enrique Tene—, se convirtió en una constante: “A partir de ahí adquiero el compromiso personal de seguir estudiando, de seguir abonando día con día a mi esfuerzo como estudiante de primaria. Puedo decir que mi trayectoria escolar fue de esa manera. Fue siempre hacer la tarea. Es lo que he hecho y creo que es lo que hacemos. Mi trayectoria fue así, siempre.
VISITAS A MANDATARIOS
En plena entrevista, el doctor Tene nos confiesa el sentido pudor de los que han sido educados en el valor de la modestia y la sencillez: “Me siento un poco incómodo de hablar de eso, tal vez porque tiene uno la formación de no hablar tanto de sí mismo. Pero lo comparto: En sexto de primaria tengo el privilegio de concursar con todos los niños del estado en lo que en aquella época se llamaba algo así como “Los alumnos aplicados de México” y ahora se llama “Las olimpiadas del conocimiento”. Creo que es un término mejor, más incluyente. En aquella época al terminar la primaria tuve el privilegio de ir a saludar al presidente de la república y es la experiencia que narro en Mi libro “Motolinía y Reforma, crónica de un viaje”, con el afán de no querer perder la oportunidad de conservar para siempre la experiencia que tuve de ir a conocer una ciudad que nosotros, que habíamos vivido en la ciudad de Colima, no teníamos la oportunidad de conocer. A partir de eso me quedó un conocimiento que atesoro, que acendró mi nacionalismo”.
Los que vimos la televisión en las décadas del siglo pasado, recordamos el segmento ‘Los Cuates de la Provincia’, del programa de Xavier López Rodríguez “Chabelo”. Fue uno de los programas más populares y forma parte de la cultura popular base de nuestro país. Lo destacable de esta referencia es que el nombre de la sección hace evidente la división entre el Distrito Federal (ahora ciudad de México) como centro del desarrollo de México y “la provincia”, concepto generalizado para todos los demás estados en vías de progreso. Por ello, viajar a la capital del país, representaba acudir a nuestro modelo cultural. Así los describe nuestro entrevistado:
“Desde niño fue nacionalista, de la patria, de la historia de México. Me gustaba leer “La patria mexicana” de Gregorio Torres Quintero cuando era un niño de primaria aunque esa no era la tarea, se me terminaban los deberes y entonces me quedaba a leer. Entonces en sexto de primaria ir a encontrarme al Museo Nacional de Antropología o ver bajar por la escalinata de Los Pinos a José López Portillo, el presidente de la república, o ver a la primera gobernadora de México, Griselda Álvarez Ponce de León al ir a visitarla en la oficina de Palacio de Gobierno, visitarla y escucharla para mí fue algo que me motivó grandemente y sentir que el sistema, el gobierno, me había pagado y quería compartirlo con mis compañeros”.
Algunos años después, la experiencia de obtener como premio un viaje a la capital de México se repite, con la misma circunstancia: la excelencia académica, esta vez al graduarse como médico general en la Universidad de Colima y estando en la presidencia Carlos Salinas de Gortari.
LA POESÍA Y LA CIENCIA
El doctor Carlos Enrique Tene pasó buena parte de su vida en la colonia San José y un poco en la colonia Magisterial de la ciudad de Colima. Su periodo como estudiante de secundaria en la Enrique Corona Morfin turno vespertino acentuó sus intereses particulares pero cerró con un viraje inesperado para quienes lo conocían.
“Aprendí de mis compañeros el valor de la solidaridad, de mis maestros aprendí la palabra, asesorado por maestros que me ayudaron a participar en concursos de oratoria y declamación de poesía y fue donde se culminó una formación que llevé en mi etapa de niñez, no solo de educación formal sino también la lectura vespertina de muchos libros.
“La secundaria me sirvió para abrir el panorama de que las letras, la palabra, eran algo importante, eran algo para conectar con la sociedad, por eso el comentario que me decían, ‘todos te hacían yéndote hacia una carrera del área de la política’ y en realidad mi formación se fue decantando poco a poco, de manera natural, hacia las ciencias médicas y tiene un porqué.
“A la mejor es muy pragmático, y muy sencillo: yo veía que la situación social del país en aquella época era cada vez menos estable y pensaba que probablemente las leyes serían algo que cada vez tendrían menor relevancia y mi pensamiento de adolescente era que la inestabilidad social podría devengar en situaciones donde el conocer sobre la salud se ocupara más. Por eso fue una decisión pragmática. Así de disímbola era la decisión: quería ser abogado o médico. Así de amplia fue mi decisión”.
Pero no fue un transitar tan sencillo, Enrique Tene relata que fue una etapa compleja. “Empiezo a participar en declamación, oratoria, poesía, cuento. Lo hacía en un afán de participar en las propuestas que la escuela hacía. Pero eso a veces puede causar un poco de distancia porque no tienes un comportamiento como la mayoría podría esperar. No es tan fácil ser un niño que lee en vez de irse a la calle a jugar la cascarita. A veces causa una distancia que siendo un jovencito de 12-13 años, es una distancia que duele. Te va separando, te va haciendo distinto, te va haciendo diferente, y empiezas a ser señalado”.
Sin embargo, esa diferenciación lo llevó a conectar con seres que compartían sus mismos intereses. “Es difícil para un jovencito manejar todas esas situaciones, pero creo que al final de cuentas lo que hace uno es seguir haciendo la tarea, participando en lo que corresponde, lo que le gusta a uno y ahí tuve la oportunidad de conocer a amigos que igual estaban como yo, tal vez, en ese afán de participación y que a la fecha siguen siendo amigos de toda la vida. Ahora unos ocupan cargos de importancia a nivel político nacional, otros a nivel estatal, se han distinguido por su participación y son gente que nos conocimos desde entonces”.
“Cuando me voy al bachillerato me decanto por las ciencias de la salud y sigo ese camino que es muy apasionante. Estudiar medicina es muy apasionante y es porque es la mejor manera de poder darse a los demás a través del conocimiento, es la mejor manera de poder brindar salud y consuelo a través de la orientación que pueda uno dar por lo que haya uno leído. La profesión médica es una profesión que amerita de personas que estén entregadas a la capacidad de lectura”.
LA VIDA EN LOS UMBRALES
Como escritor, el doctor Carlos Enrique Tene tiene un particular interés en los umbrales, más específicamente, en lo que él llama “estar al borde de algo”. Quizá ese viraje suyo de ir por un camino en el terreno de las humanidades y dar un salto hacia las ciencias médicas, le dio otro golpe de conciencia, esta vez a modo de filosofía de vida e interés estético.
“Hay momentos en los que la vida nos pone al borde, que si no hacemos algo nos vamos a caer, si no hacemos algo vamos a topar de frente contra la pared y entonces es una situación en la que los seres humanos se enfrentan a la desesperación. Creo que no hay un mejor momento para descubrir la condición humana que en el momento que hay una desesperación por evitar que pase algo, son los momentos que uno puede rescatar y solo el que ha vivido esas situaciones tiene la capacidad de tener empatía, de comprender al ser humano.
“Por ejemplo, no entendemos la osteoporosis hasta que alguien nos dice qué es estar en una silla de ruedas, no entendemos el síndrome de ovario poliquístico hasta que alguien nos cuenta una historia de vida donde hay situaciones que le impactan, donde no es posible tener familia, hasta que no vemos la condición humana tenemos la capacidad de comprender la salud y las letras. Creo que si algo tienen las letras es el privilegio de reflejar lo que el ser humano está sintiendo y si mezclas salud con letras puedes llegar al público para que te comprenda mejor como médico y éste a su vez comprenda a quien sufre las enfermedades.
“Mi libro “El hipocampo olvidado y otros relatos” eso fue lo que dejó: la posibilidad de ser como un mensajero, entre lo que pasa con la salud desde un punto de vista biológico y lo que pasa desde el punto de vista social, personal por tener esa enfermedad y eso hace que la gente sea más sensible.
“Tenemos que concebir, aprender, que el ser humano es un conjunto de la esfera biológica, psicológica, la social y —hay quienes agregan— la espiritual. Y doy un ejemplo. Alguna vez siendo yo estudiante del internado me toca atender el parto pero el bebé venía sin vida y entonces la mamá me dice ‘quiero que me lo bautices’, y me da el nombre. Y uno como estudiante de medicina piensa que no está preparado, pero tiene uno que aprender a interpretar la sensibilidad de la persona que está ahí y hacer una función que, sin esperarlas, resultan importantes para las personas, como en este caso, de una madre que desea un ritual, para que su hijo se fuera con bautizo. El acto médico, la medicina en sí, te lleva a situaciones en las cuales conoces aspectos espirituales del ser humano y eso hay que saber abordarlos con sensibilidad”.
LOS FRUTOS DEL ESFUERZO
Autor de tres libros hasta el momento, dos de corte literario y otro más de tipo pedagógico con mucho éxito tanto local como internacional, el doctor Carlos Enrique Tene finaliza la entrevista con una reflexión sobre el papel de los médicos en la sociedad, de su lugar de respeto y reconocimiento, pues su labor va más allá de la simple prescripción de tratamientos: la medicina es un arte que combina conocimiento, tacto y empatía. A pesar del auge de la información digital, que en ocasiones pretende sustituir la consulta profesional, el verdadero acto médico —dijo— sigue siendo insustituible. No se trata solo de diagnosticar, sino de escuchar, tocar, transmitir esperanza y seguridad. La medicina es, en esencia, un ejercicio humano, y la tecnología debe ser un aliado, no un obstáculo, en la noble tarea de cuidar la salud.
Por otro lado, señaló, la vida misma es un sendero de constante aprendizaje, donde el esfuerzo y la dedicación terminan por dar frutos. No se trata de competir con los demás, sino de superarse a uno mismo, de perfeccionar cada día lo que hacemos con pasión y entrega. Quienes abrazan este principio se convierten en maestros en su campo, en pilares de la sociedad. La formación continua no solo enriquece a quien la cultiva, sino que también eleva la calidad de vida de su entorno y deja una huella perdurable en el mundo.