El universo podría estar enviando señales que hasta ahora no hemos sabido escuchar. Más allá de la luz visible, la radiofrecuencia y otros canales electromagnéticos que han dominado la astronomía desde los tiempos de Galileo, una nueva ventana al cosmos se abre con la detección de ondas gravitacionales: pequeñas perturbaciones en el espacio-tiempo provocadas por eventos cósmicos masivos.
Este tipo de señales, imposibles de bloquear o disipar, podrían convertirse no solo en herramientas para detectar asteroides oscuros cercanos a la Tierra, sino también en la clave para encontrar estructuras construidas por civilizaciones tecnológicas avanzadas. Así lo plantea un conjunto de estudios recientes que abogan por una nueva etapa en la exploración del universo, más allá del paradigma tradicional del SETI, centrado en ondas electromagnéticas.
Uno de los grandes retos en astronomía es que el 85% de la materia del universo es invisible para los telescopios convencionales, al tratarse de materia oscura. A ello se suma un 70% de energía oscura, que tampoco puede observarse directamente. Sin embargo, ambas influyen en la materia visible por su interacción gravitacional, abriendo la posibilidad de detectarlas por medio de sensores de ondas gravitacionales.
Estudios recientes muestran que detectores como LIGO, Virgo y KAGRA ya son capaces de registrar señales provenientes de objetos masivos y veloces, como agujeros negros primordiales que se mueven cerca de la velocidad de la luz. Un objeto oscuro de más de cien millones de toneladas podría ser detectado si cruzara cerca de la Tierra, generando una distorsión del espacio-tiempo medible en fracciones de segundo.
En los próximos años, el observatorio espacial LISA, junto con otros futuros proyectos como DECIGO, Cosmic Explorer, el Telescopio Einstein y el Big Bang Observatory (BBO), aumentará significativamente la sensibilidad de detección, abarcando frecuencias aún más bajas y estructuras más sutiles. Esto no solo permitirá vigilar con mayor eficacia los Objetos Oscuros Cercanos a la Tierra, sino que podría servir como sistema de alerta temprana frente a amenazas cósmicas invisibles hasta ahora.
Pero hay una posibilidad aún más fascinante: la detección de señales de origen artificial. Los investigadores plantean que una civilización avanzada podría haber optado por comunicarse mediante ondas gravitacionales, debido a su discreción, eficiencia y dificultad de interferencia o bloqueo. A diferencia de las señales electromagnéticas, que se debilitan con el cuadrado de la distancia, las ondas gravitacionales disminuyen proporcionalmente con la distancia, lo que las convierte en un canal más robusto para la transmisión de información a gran escala.
Un estudio dirigido por Marek Abramowicz exploró cómo una civilización podría utilizar la energía de un agujero negro supermasivo como Sagitario A*, en el centro de la Vía Láctea, para generar señales gravitacionales. Una estructura de la masa de Júpiter situada en la órbita más cercana y estable del agujero negro emitiría una señal detectable por LISA, incluso desde la Tierra.
Otro estudio reciente del equipo Applied Physics, liderado por Gianni Martire, reveló que LIGO podría detectar una nave con masa similar a la Luna si esta se desplazara a una fracción de la velocidad de la luz a distancias de decenas de años luz. Las futuras mejoras tecnológicas aumentarán el volumen de búsqueda en un factor de un millón.
Este nuevo enfoque ha sido bautizado como SETI gravitacional, y se basa en la idea de que civilizaciones avanzadas podrían haber elegido esta vía de comunicación precisamente por su capacidad de evadir civilizaciones depredadoras centradas en la fuerza bruta más que en la sofisticación tecnológica. Es una estrategia que además garantiza privacidad y seguridad: solo otras civilizaciones igualmente desarrolladas tendrían la capacidad de detectar y comprender esas señales.
Finalmente, además de su valor en la búsqueda de inteligencia extraterrestre, los sensores gravitacionales podrían tener un beneficio crucial para la humanidad: mitigar riesgos existenciales mediante la detección anticipada de cuerpos oscuros que, aunque invisibles por métodos convencionales, podrían suponer una amenaza para nuestro planeta.
Así, las ondas gravitacionales no solo prometen revelar los secretos más profundos del universo, sino que podrían convertirse en la clave para responder a la eterna pregunta de Fermi: ¿Dónde están todos?