Paracaídas

Rogelio Guedea.

“Pasar inadvertido”, los poemas-bomba de Benito Taibo

Hay una línea en la tradición poética mexicana que viene desde Musa callejera de Guillermo Prieto hasta El pobrecito señor X de Ricardo Castillo, pasando obviamente por Renato Leduc, Efraín Huerta, Héctor Carreto, etcétera, en la que la irreverencia y la antisolemnidad son las maestras de ceremonias.

No es una poesía de grandes edificaciones verbales (“Muerte sin fin”, “Piedra de sol”, etcétera) sino de discretos pero no por eso menos profundos oasis de intensidad lírica. A esta última estirpe de poetas pertenece Benito Taibo, quien a finales del año pasado publicó Pasar inadvertido (Planeta, 2022), una antología que reúne más de cuarenta años de oficio poético (1978-2022). Pasar inadvertido es un libro lúcido y lúdico, a un tiempo juguetón y nostálgico, a un tiempo evocativo y enigmático, pero siempre entrañable.

Desde el primer poema y hasta el último (poesía honesta y sin “malabares estilísticos), Benito Taibo se convierte en una suerte de equilibrista que camina siempre sobre la tensa cuerda de las emociones más íntimas y la inteligencia más perspicaz.

 

En la sección sociales

del diario de hoy

todo es sonrisa y piel

bronceada.

El resto del periódico

se desangra en las manos.

 

Sus poemas no devienen sólo en desenfadado o irreverencia (a lo Bukowski), son también (siempre) apasionados sin dejar de ser reflexicos, sumamente vitales sin dejar de ser nostálgicos, y (siempre y sobre todo) cercanos, una larga conversación entre amigos o una interminable confidencia entre amantes.

 

Sobrevivo sin ti,

pero solo por ti voy caminando.

 

Siendo Benito Taibo una especie de filósofo de lo cotidiano, un portero de las maravillas de lo extraordinario en lo ordinario, entre los materiales de su metafísica oficia el amor, la mujer, la festividad melancólica, el perenne diálogo con vivos y con muertos.

Su poesía es una interminable conversación (oralidad que canta) con una interlocutora de prístina categoría:  la propia vida, ante la cual Benito Taibo tiene una actitud irreductible: es dura y puede ser una mierda, sí, pero siempre será rabiosamente hermosa y vale la pena vivirla.

 

He decidido regalarte

la memoria,

la soledad,

los días más dulces,

toda la luz que tengo

en casa

para que cómodamente

en un sillón te acurruques

y te leas página a página

la vida.

 

Un dardo así nos lanza siempre cada uno de sus poemas, por eso entrar en ellos es un viaje en el que si no estamos dispuestos a perderlo todo, mejor será retroceder y retirarse. Poemas sanguíneos, en los que hay tripas y corazón (sin cursilerías), su lectura nunca nos dejará indiferentes. Porque Benito Taibo sabe, como lo saben los verdaderos poetas, que el verdadero poema es ese lugar en el que se encuentran el fuego y la gasolina. Por eso, los poemas de Taibo son también incendios, bombas que nos estallan en las manos a la menor provocación, pequeños drones que nos levantan los pies del suelo y nos hacen soñar. Pasar inadvertido, pues, es una colección de poemas necesaria por refrescante y gozable, por íntima y familiar, una aventura de los sentidos que a ningún lector le quedará a deber.