Muchas comunidades adquieren la categoría de ‘pueblos mágicos’ por su abundancia cultural, los atractivos arquitectónicos, el entorno natural, su riqueza artesanal.
Muchas comunidades adquieren la categoría de ‘pueblos mágicos’ por su abundancia cultural, los atractivos arquitectónicos, el entorno natural, su riqueza artesanal, e inclusive por el arte culinario y el cúmulo de sus tradiciones, costumbres y leyendas, combinación de elementos que generan empatía no sólo a sus habitantes autóctonos, sino también con los visitantes, de ahí que los turistas tengan sus pueblos mágicos favoritos. La palabra ‘magia’ encuentra sus remotas raíces en la lengua persa ‘magh’ con el significado de ‘poder’ o ‘tener poder’, un poder de atracción con la naturaleza y sus encantos, pero no por medio de procedimientos oscuros, sino a través de un claro interés por conocer y descubrir lo que aparentemente puede estar oculto en aquellos lugares, recordemos que durante el Renacimiento algunos filósofos trataron de llevarla a la práctica, más que por procedimientos científicos, por medio de la ‘simpatía’ y ‘antipatía’ con las cosas, y en lo personal anexo que dicha empatía también involucra a las personas y personajes propios de cada región, por ejemplo, no podríamos tener una concepción más amplia de la ‘magia’ de Santa Clara del Cobre, sin la famosa celebridad de ‘Pito Pérez’ creada por el escritor José Rubén Romero.
Lo ‘mágico’ de un pueblo trasciende las características mencionadas con anterioridad y también abarca a los sujetos pintorescos que lo habitan, ya sea por su lenguaje, la vestimenta, las costumbres o por sus rasgos peculiares; en este sentido quiero destacar a un hombre que llama mucho la atención en el pueblo mágico de Comala, porque forma un binomio equino con su burrito. Tengamos presente que los burros como los caballos pertenecen a la familia de los ‘equidos’; pues bien, dicho binomio está integrado por el señor Silvestre Gómez Aguilar nacido en la comunidad de Santa Cruz municipio de Turicato Michoacán, donde permaneció durante 29 años dedicándose a las labores del campo, nos cuenta Silvestre que trabajaba “sembrando, azadoneando, y cuidando la labor con mi jefe Gonzalo Gómez, porque él rentaba tierra para sembrar”.
Es cierto que las políticas neoliberales del ex presidente Salinas de Gortari afectaron a muchos mexicanos que tuvieron que emigrar de sus pueblos originarios para buscar nuevas expectativas de vida, el amigo Silvestre fue uno más de los afectados, dice que “cuando Salinas llegó a la Presidencia se acabó la chamba en mi pueblo, luego me vine primero a Tecomán, ahí llegué con los Ochoas a trabajar en el melón, con ellos duré como 2 años, luego con los Arreguines duré como 4 años; ya después me vine aquí a Comala con Rogelio Zamora, con los Zamoras a trabajar allá para la Mesa y el Guayabo, allá por donde tiene su rancho Leonel Orozco, el de La Caja, para arriba, cuidaba el jitomate, ayudando en el campo, con los Zamoras duré como 5 años, y luego me fui para Agosto para ayudarle a su hermano Pedro, 2 años le ayudé a él, azadoneando, roseándoles, chaponeándoles. Toda mi vida ha sido del campo. Luego me vine otra vez a Comala, anduve trabajando con ese Lino Fuentes, el que anda arriba del macho, luego también le ayudé a Pancho Velázquez, y con don Leonel Orozco trabajé como 2 años, en andar chaponeando, es muy buena gente el señor, quiere que me vaya otra vez a trabajar con él, pero no, pos orita tengo una chamba acá, en el rancho El Bajío con Rubén Orozco Zamora, ahí ya tengo 1 año cuatro meses, ahí entro a las 6 o las 7 de la tarde, porque tengo que cuidar en la noche, la hago de velador”.
Con tantos años de trabajo en el campo y en diferentes lugares, no dejé que se escapara la oportunidad para preguntarle que si alguna vez le había ocurrido algo extraño, pero Silvestre montado en su burro, contestó: “nunca, nunca me he asustado, a veces se asusta uno solo, si creo que asusten porque a lo mejor es cierto, pero a mí nunca me han asustado. Una vez me iba a asustar por nada, pero eran las borracheras que traiba, sí tomaba, y ahorita son los resultados, me salió una úlcera, pero lo bueno es que ya me la curé con sábila, con puras cosas del campo, patilón y nopal”.
El complemento del binomio equino es el llamativo jumento que monta Silvestre, comenta su jinete: “con este burro ya tengo año y medio, este animalito viene siendo un regalo que me dieron, me lo regaló un vale que mataron acá abajo; me habían dado otro, pero aquel ya estaba viejo y lo cambié por éste que tiene 4 años”. Respecto al majestuoso nombre de su pollino, recuerda su amo que “la gente le puso a este cabrón burro Salomón; viera como me sigue la gente por el burro, me voy en la tarde y me dicen: ‘espéreme, espéreme’, y ya me dan 100 o 200 pesos por treparse un rato al burro”. Normalmente encuentro a Silvestre y Salomón en la esquina donde se ubica la tienda ‘abarrotes Lugo’, y a veces a escasos 400 metros de la carretera Comala-La Caja, porque según el laborioso campesino utiliza a su pollino para dirigirse a su trabajo: “voy a la chamba, onde le dije el otro día, de con Valente el del caballo lechero que dice usted, más adelantito está una puerta anaranjada, de ahí donde están la chivas, más pa’ arriba. El año pasado ya se me moría el burro, le dieron maíz fresco y bebió agua, el vale que le dio no lo hizo por mal, no sabía, él por alivianarlo le dio, duró 4 días malo, tuve que llevarlo con el médico, Román, uno que vive de la calzada para acá, muy bueno ese médico, llevaba mil pesos pa’ pagarle, y me cobró 150; no hombre me han ofrecido hasta 8 o 9 mil pesos por el burro”.
El burrito Salomón no sólo es un atractivo local, sino que también ha cautivado al turismo extranjero, nos cuenta Silvestre: “un día un gringo me dio 400 pesos nomás por sacarse una foto con el burro, y a veces me quieren parar en el puente, pero en el puente no porque ahí está peligroso, ¡me lleva un carro!, les digo. Los chiquillos, me dicen: ‘me lo presta’, ahí ta, les digo, lo bueno que es mansito, está entero pero es mansito, es un regalo por eso no lo he vendido, ahorita ya no quiere comer hojas, puro zacate de este”. Cuando don Silvestre mencionó cómo era solicitado Salomón por el chiquillero comalteco, me hizo recordar uno de los bellos pasajes que escribiera Juan Ramón Jiménez en su obra ‘Platero y Yo’: “Platero, tú nos ves, ¿verdad? ¿Verdad que ves a los niños corriendo, arrebatados, entre las jaras, que tienen posadas en sus ramas sus propias flores, liviano enjambre de vagas mariposas blancas, goteadas de carmín? Platero, tú nos ves, ¿verdad? Platero, ¿verdad que tú nos ves? Sí, tú me ves. Y yo oigo en el poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero”.
Lamentablemente los burros se encuentran en posible riesgo de extinción debido a su sobre explotación, el maltrato, la innovación de los implementos mecánicos y tecnológicos al campo, así como el deterioro progresivo de su hábitat por deforestación; no obstante, los burros, contrarios a la aplicación histórica de la palabra a quienes no estudian, son fuertes, nobles, sociales y hasta capaces de pensar, convirtiéndose por sus cualidades naturales en excelentes compañeros. Dice una leyenda oriental que “un día, Juha iba montado en su burro camino al mercado. En el camino, se encontró con algunos de sus amigos que querían divertirse con Juha. Uno de ellos le dijo: ‘¡Oh, Juha, reconocí a tu burro, pero no te reconocí a ti’! Juha respondió: ‘Es normal. ¡Los burros suelen conocerse!”.
Tomando en cuenta la fama del borrico Salomón, le pregunté a Silvestre que si no participaba en las cabalgatas durante la fiestas decembrinas de Comala, contestándome: “no me gusta ir a las fiestas, desde una vez que un vale me andaba pisando con su caballo, son presumidos, fui a ver la cabalgata y ese día ya mero me pisaba, yo estaba en la banqueta, y luego que se trepa con el caballo; andábamos saliendo mal porque iba a pisar a un niño, él andaba borracho, era fallo el vale, ya murió, y me dio coraje porque también iba a pisar a un niño y ahí sí respingué, y le dije ‘oyes, no sea así’, y se enojó, y mejor me fui, era presumido, muy presumido pero ya murió”. Por los alrededores del otrora ‘pueblo blanco de América’ se deja sentir la magia de sus personajes, en una ocasión me encontré con Valente y su caballo lechero ‘colorín’, otro día me topé con Lino Fuentes y su macho ‘el pavo’, esta vez cpincidí con don Silvestre y su burro ‘Salomón’, ya sólo falta que en mi diario caminar por aquellos lares se me atraviese una mula.