Después de la vorágine de las pasadas fiestas navideñas, de Fin de Año y de Reyes requerimos de un reposo mental y espiritual para cuestionarnos si fuimos solidarios con la familia, con los amigos; si tuvimos congruencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Si la verdad fue nuestra compañera, si fuimos capaces de decir ‘lo siento’ cuando lastimamos a alguien o si lo mismo que deseamos para nosotros lo deseamos para los demás.
Esta introspección sólo es posible cuando se libra la batalla épica más difícil… combatir con uno mismo en el silencio de la conciencia y en el barullo del análisis honesto donde el corazón y el alma se encuentran para guiarnos al conocimiento superior de la verdad y de la paz.
No hay que esperar que otros hagan lo que a nosotros nos corresponde hacer. Si rechazamos la violencia, tenemos que controlar la ira ofensiva de palabras altisonantes, de descalificaciones, burlas, discriminación, chistes sexista y de misoginia.
Si queremos un gobierno sin corrupción tenemos que empezar por nosotros mismos evitando sobornos, no robar gramos o kilos al pesar la mercancía, no poner sobreprecios ni cometer fraudes. No ser cómplices de corrupción porque un funcionario corrupto surge de una sociedad donde domina la corrupción.
Tenemos que reconocernos como únicos e irrepetibles y como portadores de una fuerza interior generadora de cambios que trascienden.
Somos el microcosmos que contiene la sabiduría del amor universal, el conocimiento de todos los tiempos y la capacidad de transformar al Mundo y al Universo. Hay que ‘bucear’ en lo más recóndito de nuestro interior para descubrir que Dios nos hizo a su imagen y semejanza y qué sólo a través de las virtudes podremos acercarnos a él para transformar la guerra en paz, el caos en orden, la desigualdad en igualdad, la pobreza en riqueza, la corrupción en honestidad y la muerte en vida y convertir el planeta en el Paraíso.
Descubrir el poder que llevamos dentro es como encontrar el Santo Grial que da salud y eternidad porque nada hay afuera que no tengamos en nuestra esencia del ADN.
Somos el Universo mismo hecho carne y espíritu. Si el Cosmos es eterno, nosotros también lo somos y si el Universo es orden y equilibrio, también tenemos esas cualidades.
2025 promete consolidar nuevas metas de propósitos y de lucha interna. Hay que atrevernos y luchar día a día para alcanzar la cima de la montaña.