En caso de naufragio no hay que darse por vencido


Carlos Valdez Ramírez

Tercera de seis partes

La vida en la mar es muy difícil, pero lo que marca la pauta es la toma de decisiones para la supervivencia ante la eventualidad de una emergencia; he leído historias que me han motivado para en caso de un naufragio no darme por vencido, asegura Gildardo García, capitán de barco atunero y poseedor de un espíritu aventurero que lo ha puesto a prueba en diferentes destrezas.

Dependiendo de las inclemencias del tiempo es que el marino realiza sus travesías, por ejemplo, con el fenómeno de “El Niño” las temperaturas en el mar propician que haya una buena captura de atún donde regularmente el clima no lo permite.

Gildardo García relata que con este fenómeno se reinvierten las presiones y las temperaturas al oeste de Perú y al este de Australia, provocando que el agua fría que debe existir en Perú se caliente y en Australia se enfríe, invirtiendo las presiones con lluvias en los desiertos de Chile, y por lo contrario haya sequías en Australia, esto altera la climatología, por eso en lugares donde generalmente no hay atún se puede encontrar a pesar de no ser zona propicia.

Las áreas tropicales es donde generalmente se logran buenas capturas de atún, pero con los cambios climáticos, los peces se mueven buscando un lugar favorable para ellos.

Para el pescador existen situaciones que escapan de sus manos y que influyen para que haya atrasos en la pesca, por ejemplo cuando hay fallas en el barco, algún accidente de un tripulante, rupturas en la red o bien corrientes muy fuertes, que provocan se pierdan días y la oportunidad de realizar un buen viaje.

Enfático Gildardo García dice que la pesca va en función de la luna, con  luna nueva obtienen buena pesca y cuando es llena se presentan varios fenómenos meteorológicos y por alguna razón no hay mucho pescado, excepto en zonas de brisas.

Resume que en una ocasión se enfrentaron a una especie de tornado pequeño que pasó por en medio de la red, la persona que agarraba la cadena, literalmente voló debido a la intensidad del viento; la lluvia les pegaba de frente, suspendieron la maniobra y se pusieron a resguardo.

En una situación así es normal que el miedo se apodere de ellos, tratan de controlarlo para cuidar la vida de los demás tripulantes, antes que las cosas materiales.

En el barco de Gildardo hay tripulantes que son de Chiapas, Oaxaca, Mazatlán, Ensenada, pero el 90 por ciento es de Manzanillo, los cuales como todo ser humano tienen sus estados de ánimo, hay días que algunos sonríen, otros tienen cara larga, quizá por algún problema familiar o sencillamente porque hay momentos de soledad.

“En un barco es muy delicado que se presenten problemas entre dos personas, porque una riña en altamar sería muy peligrosa”, por eso dice que es muy selectivo para escoger a su tripulación, por lo que si en algún momento alguien ocasiona una situación difícil, sencillamente no lo vuelve a subir al barco.

Mazatlán tiene una flotilla de 20 barcos, mientras que Manzanillo cuenta con siete, pero en proporción los locales superan a los vecinos, “si tuviéramos la misma cantidad de barcos seríamos los líderes del mar”, concluyó.