—¿Cómo estás, Carlitos? —Bien, hermanito —Me respondió en el sueño mi amigo Carlos Valdez Ramírez cuando le encontré sentado en una radiante nube blanca—. ¿Cómo van los homenajes de tu contribución hacia la cultura, la historia registrada y hecha en tu periódico El Noticiero, al entusiasmo y periodismo?
Supongo que no te das abasto por tantas atenciones, por decir, de alguna persona, cuando menos del organismo aquel, del cual fuiste en dos ocasiones presidente y contribuiste en la cultura, siendo el personaje que publicó (en su período) más libros y que brindó grandes beneficios, y a tantos que apoyaste en su ingreso, escritores, periodistas, poetas, etcétera.
O de aquellas organizaciones que analizaban el acontecer político. Y hablando de políticos a muchos que diste a conocer, contribuiste a su éxito, para obtener algún encargo. Lo que sí recuerdo, a las personas que te demostraban estimación en la asociación del puerto de Manzanillo, de seguro han de haber enviado cartas de tus vivencias con ellos.
—Hermanito —contestó—. Debió de ser la crisis de salud la que les impidió reconocerme, tú sabes a cuántos apreciaba yo, pero en la ciudad vecina de Guadalajara ya se me hizo un altar de muertos. Bueno, Carlitos, yo te dedicaré un cuento como homenaje a tu gran persona y a nuestra amistad, llamado “El loco”, el cual, me parece, dice la esencia del Universo y motivo de vida: Una luz brillante surgió, opacando a todas las estrellas de los confines.
Era un punto al final que se movía sobre una línea, figurando la vereda de la vida, que luego de miles de años tomó la fi gura de un hombre que abarcó todas las edades de nuestro mundo. A medida que se acercaba le preguntaste:
—¿Amigo, qué es lo que hace al caminar tanto tiempo por el sendero de la nada? —¡Ah!, mire Usted: tengo la encomienda de buscar la esencia de la vida, del Universo, el por qué fue creado. —Difícil tarea —dijo Carlos— mas no imposible. Le orientaré porque hemos visto un lugar hace varios siglos mi amigo y yo, acompáñenos. Caminaron muchos siglos, porque aunque en el Universo no hay tiempo, para ellos quizá fueron segundos.
Se postraron ante un portón gigantesco llamado el “Bazar Universal” diciéndole: Aquí encontrarás todo, en este lugar verás los objetos que quieras, en eso un bello ángel femenino salió a recibirlos diciendo: —¿Qué buscan Ustedes? Para orientarlos y decirles en cual módulo se encuentra. —Busco la luz más hermosa que exista y signifique el por qué, su motivo de la creación.
—Ah, le diré: tenemos lámparas de mercurio en el módulo 50,2000. —No, no, no, quiero una más brillante. —Mire, tenemos a un lado una linterna como el sol.
—Nooo, más grande y brillante. Pasó la búsqueda y después de miles de muestras, aquel que no era nada y lo era todo se despidió triste por no encontrar la esencia de la vida, en el umbral, en presencia nuestra, con su angelical manera de ser femenina se aproximó dándole un beso despidiéndose. Sorpresa, aquel hombre gritó:
“Lo he encontrado, lo he encontrado, esa maravillosa luz es el amor, es el amor, gracias ya terminé mi labor, lo diré en todos los confines, esa luz es el amor”. Con una gran sonrisa desapareció por su tránsito en el camino del existir.
Cómo ves, Carlitos, mi hermanito (como tú me decías), acepta este homenaje humilde, seguro estoy que los que te conocieron sentirán que tú debes de ser recordado porque te quieren, como el que quiso a los grandes amigos de muchos organismos en los cuales militaste y te reconocerán con cariño. Las campanadas de la iglesia del domingo me despertaron de este maravilloso sueño.